Dejarte ir habría sido mi peor droga..

El inicio de todo...sin saberlo°•

Desde que tengo memoria, el silencio fue mi casa. Uno de esos silencios densos, que no consuelan ni calman. Silencios de platos rotos, de gritos contenidos, de pasos torpes y olor a alcohol en el aire.

Mi padre era un hombre que olvidó cómo amar y mi madre… simplemente se fue. Una mañana se levantó, empacó su bolso y salió sin decir adiós. Tenía ocho años. Desde entonces, empecé a contar los días al revés, como si esperara que el tiempo volviera, pero nunca lo hizo.

Aprendí a esconderme en los rincones. A no hacer ruido. A desaparecer entre las paredes. Y a fingir que todo estaba bien cuando los maestros preguntaban.
—¿Todo bien en casa, Mateo?
—Sí, profe. Todo bien. —Mentía.

Me obsesioné con las calificaciones porque era lo único que podía controlar. Si sacaba diez, nadie me gritaba. Si hacía lo que debía, tal vez… solo tal vez… papá no se molestaba. Pero no importaba cuánto lo intentara. Siempre había algo que estaba mal.

Me acostumbré a que me llamaran “el raro”, “el callado”, “el que se cree mucho”. Nunca fui popular. No encajaba. No sabía cómo encajar. Y si alguna vez lo intenté, no tardaron en recordarme que no pertenecía.

Hasta que llegó él.

El primer día que lo vi, traía los audífonos puestos, una mochila rota y una sonrisa que no parecía de este mundo. No se parecía a nadie que yo conociera. No buscaba aprobación, simplemente existía con una libertad que dolía.

Yo estaba recargado contra una pared, solo, como siempre. Él se acercó sin pedir permiso, como si ya nos conociéramos de antes.
—¿Mateo, no? —dijo, con una voz clara y segura.
Asentí, sin entender por qué me hablaba.
—Me llamo Álex. Me dijeron que tú sabes dónde queda el salón de música.

Mentí. Le dije que no sabía, aunque sí sabía. Me daba miedo. Miedo de que se acercara demasiado. Miedo de que me gustara la idea de no estar solo.

Pero él no se rindió.
—Está bien. Entonces acompáñame a buscarlo.

No sé por qué lo hice. Caminamos en silencio por el pasillo. No me preguntó nada más. No me miró como todos los demás. Solo caminó a mi lado. Y por primera vez, en mucho tiempo, no sentí que el mundo me pesaba tanto.

Esa fue la primera vez que sentí una chispa. Una diminuta chispa de luz en medio de todo ese gris que me rodeaba. Y aunque me aterraba la idea de acercarme, de encariñarme, de volver a perder…
quería luz.
Aunque me aterrara la idea de que me quemara.



#2301 en Otros
#164 en Aventura

En el texto hay: drama, amistad, superación personal.

Editado: 27.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.