Del amanecer al ocaso (fanfic de Crepúsculo)

Fork(s)

No dormí un carajo, en mi primera noche en Pueblo Utensilio.

No sé si por el miedo de que entrara un ladrón. O saber que no era mi casa, en mi pueblo, en mi país, en mi habitación. O porque no paró de llover en toda la noche.

No sé.

La cosa es que no pegué ojo y hasta a mí me asustó mi aspecto por la mañana. De milagro mi reflejo no salió huyendo. Tenía los ojos hinchados, ojerosos y rojos. El pelaje opaco y la piel verde. Parecía perra envenenada.

Ok no... Pero tenía semblante de tristeza supongo. Las mechas azules, que había tinturado hace poco, parecían haber perdido su color, con la llegada a Pueblo Tenedor. Tal vez debía conseguir tintura nueva o cambiar el color...

Aún en piyama, cuando eran alrededor de las diez treinta de la mañana, me zampé el desayuno, que consistió en leche de chocolate con hojuelas de maíz.

Willy, tenía una despensa bastante surtida, pero, no estaba de ánimo de un desayuno escandaloso. Si por mi fuera hubiera echado la leche en la caja de cereales, para no ensuciar un bol.

Pero, entonces Willy me hubiera echado de la casa por incivilizada.

Mentira.

Ya está acostumbrado a mi flojera.

Después de mi segunda ración, me desparramé sobre el cómodo sofá de la salita y revisé mis redes sociales. Como era de esperarse nadie reparaba en mi ausencia, salvo mi mejor amiga, que ya había encontrado con quién sustituirme. Maldita.

Willy, avisó por mensaje de texto, que llegaría a la hora de almuerzo. Punto a favor. No moriría de hambre.

Ensimismada, me dispuse a navegar por internet, hasta que me despertó la puerta abriéndose. ¿Qué día es? ¿Dónde estoy? ¿Quién eres y qué haces en mi casa?

***

— Mañana comienzas las clases en la preparatoria.

Seguí comiendo mis tallarines con salsa blanca y champiñones.

— Mañana es sábado.

— Bueno entonces el lunes.

Hice un puchero que Willy ignoró. ¿Acaso la escuelita me seguiría hasta el fin del mundo?

Enterado de mi pésimo sentido de la orientación y mi nula capacidad para memorizar calles, después de almuerzo me llevó a la dichosa escuelita de Pueblo Tenaza. Según él, me la había mostrado apenas habíamos llegado al pueblucho.

No me acuerdo, así que no es cierto.

La dichosa escuelita es bastante grande, para tener una matrícula tan escasa y estaba muy lejos de casa. Muy. Veinte minutos, conté en vehículo, conduciendo a una velocidad prudente.

A pie debía ser una eternidad. Kilómetros y kilómetros bajo la lluvia y el frío. O llegaba con hipotermia. O mojada como pico... digo como pollo. O me moría en el camino.

La última idea, me habría gustado si estuviésemos en Miami.

C.S.I Miami se haría cargo del misterio de la adolescente muerta camino a la escuelita.

Habrían sospechosos y YEEEEEEAAAH, al final del episodio.

Pero, acá nada era interesante. Era un pueblo aburrido, con gente aburrida y oficiales de policía que se sobaban la panza y comían rosquillas, de eso estaba segura.

— Bien... supongo que no tendrás problemas para llegar...

— Nah.

— Y harás amigos...

— See...

— No te saltarás clases ¿cierto?

— Nah...

Esa última pregunta, era para saber si le prestaba atención. A pesar, de que en esos momentos tenía cara de: todo me chupa un huevo, tenía toda mi atención.

Bueno casi.

El paisaje verde le hacía la competencia. Los árboles abundaban por la zona, flanqueando la carretera.

— Iremos a la farmacia, debemos hacer algo con ese cabello —dijo Willy en un semáforo.

— ¿Qué tiene mi cabello?

— No querrás ser conocida por ser la chica de cabello azul ¿o sí?

— ¿Y qué sino?

— Julieta... es un pueblo pequeño y...

— ¿Ah? Suenas como una abuela...

— Y... el rosa se te vería mucho mejor tonta ¡mira! ¡está todo opaco y desteñido!

Mi micro infarto duró una eternidad. Un mili segundo eterno. Por un momento pensé que habían clonado a mi hermano y lo habían cambiado por una vieja fastidiosa. O se había metido a una secta.

— Me asustas babosa.

El estúpido se reía a carcajadas. Quizá qué cara puse, Dios mío.

Tentados, ambos por un verde-amarillo Billie Elish, nos inclinamos por un lila claro y un fucsia electrizante. Después de su turno, haríamos nuestra propia tarde de peluquería. De vuelta a casa manejé yo, maravillándolo con mis capacidades de conductor, o por lo menos, no espantándolo. Estoy segura de que se convenció que no soy un peligro al volante.
 

Mi segunda noche en Ciudad Gótica, porque aquí todo es muy darks, hasta el clima, dormí mejor. Mucho mejor. Solo desperté cuando Willy, llegó todo emocionado, para que fuera a ver mi sorpresa.

— Meh... solo entra con ella y ya... —hacía un frío glacial fuera de los límites de mi camita. Apenas había sacado un pie y ya se me había congelado.

— Julieta, ¡vamos! Es la sorpresa que te prometió papá. —Lo miré con ojos entrecerrados. Así menos me iba a levantar, cualquier sorpresa de parte de Nancy o Juan De Dios, no era nada bueno. Me volví a acomodar en la cama, dándole la espalda. Irritado, me destapó, brutalmente.

— Burro, ¡podría estar desnuda!  —le grité poniendo las manos sobre mi pecho.

— Sal ya Julieta.

Resignada, tomé mis calcetines de polar, el abrigo sobre la silla del escritorio y seguí a Willy, mientras me vestía.

Afuera de la casa, nos esperaban dos sujetos. Uno viejo y otro como de mi edad, o un par de años mayor.

Abrí los ojos desmesuradamente. La sospecha de que fuera una horrible sorpresa que involucrara un matrimonio arreglado con un desconocido, cobraba fuerza.

— ¡Julieta! —saludó el viejo, cuyo nombre olvidé instantáneamente. — John no ha parado de hablar de ti. —Sonreí y asentí con la cabeza, mientras le daba un apretón de manos. ¿Quién era John? ¿El cara de niño malote?




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