Del amanecer al ocaso (fanfic de Crepúsculo)

L.A Versión Económica

No sé cómo llegué a casa.
Bueno sí sé, pero no lo voy a decir.

El asunto, es que al día siguiente tenía que estar fresca como lechuga, para ir a la escuelita y por la tarde a Port Angeles.

¿Encontraría a algún doble de alguna estrella Hollywoodense en esa copia pirata de Los Angeles?

Eso quería. Por último una estrella de Bollywood.

Bajando del vehículo, cuadré los hombros en un exagerado movimiento, que en lugar de destensar mis agarrotados músculos, los dejó peor.

Con aires despreocupados, crucé el campus, cubriéndome de la lluvia con la capucha, del polerón robado a mi hermano. Con las gafas oscuras que me había prestado, me sentía una estrella de k-pop en modo incógnito. Sólo me faltaba la mascarilla negra, para completar el outfit.

Las miradas de los estudiantes me siguieron, hasta que aceleré el paso y me refugié en el edificio de concreto. Tal vez, ponerme gafas oscuras un día nublado llamaba la atención. O quizás el rumor de que me había tomado hasta el agua del florero, en nuestra ida a La Push y el desastre posterior a eso, se había propagado.

Nah.

Hoy me veía bonita.

Para mi fortuna, Edward no estaba en las inmediaciones, de modo que no vería mi cara de resaca. No obstante, por alguna extraña razón, echaba de menos su presencia. Mi instinto acosador, pedía tenerlo bajo mi radar, observando cada movimiento de ese ser, que parecía jamás cometer un error.

— Julieta estás derramando el redbul —advirtió Angela, a mi lado, mientras almorzábamos. Enderecé la lata de la bebida y busqué con qué limpiar la mesa y el piso, cubiertos con el pegajoso líquido ambamarino.

— Pasaré por ustedes a las siete...

— ¿Puedo ir yo también? —preguntó tímidamente Bella. La escena de la abuela, haciendo la misma pregunta, en ese capítulo de los Simpson, donde Homero, sube el vidrio y la ignora, hizo que la energética casi se me saliera por la nariz.

Miré para otro lado para distraerme, cuando divisé a Edward junto a sus hermanos, sentados en la mesa de siempre.

El muchacho de cabello color indescifrable, tenía los ojos clavados en mi humanidad, con el interés de un guardia de seguridad, que te encuentra pinta de sospechoso.

Rodé los ojos y me hice la desentendida.

Igual y con las gafas no me reconocía...

— Quiero ir a la librería...

Jess y Angela se alegraron de que Bella se sumara y les diera su visto femenino.

Ella en cambio, encorvó los hombros y suspirando, alegó que no era del tipo de chicas que se fija en cosas banales como vestidos, maquillaje, redes sociales...

Nooo.

Bella era demasiado especial y diferente para encajar con un trío de pendejas, que en lo único que pensaban era en el baile y lo buenardo que estaban los compañeritos de la escuela.

Ignorando los detalles de la próxima salida, con cautela, giré en mi sitio para verificar que Edward efectivamente se enteraba de mi existencia y lo de hace unos momentos no eran delirios de una acosadora paranoica.

Para mi alegría seguía mirando en mi dirección.

Esbocé una sonrisa satisfecha y me puse la capucha.

Una clase de biología más... una menos... no hacían la diferencia entre aprobar o reprobar... por esa misma razón resolví saltarme la clase de ese día.

Sin embargo, algo parecido a la preocupación me revolvió la tripa... algo desconocido...

Me llevé la mano al pecho, apretándola en un puño.
Los latidos desbocados, me hacían pensar que algo andaba muy mal con mi máquina de bombear sangre y que su función era tan ruidosa que todo el mundo lo podía escuchar...

Enrojecí hasta las orejas, sin motivo aparente y concentré la vista en la lata vaciada de redbul.

De la misma manera en que aceleraba mi corazón, me dejaba sin aliento, con algo tan sencillo como mirarme a los ojos.

¿Qué clase de brujería era esa?
 

🍎🍎🍎

A la hora de la cena, estábamos todos reunidos en el comedor. Era lo más parecido a una cena familiar que había tenido en ese lado del continente.

Willy me observaba con cara de pocos amigos, mientras el ACAB a su lado se removía nervioso, sin despegar la vista de su plato.

Con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido, mastiqué la comida meticulosamente, como si estuviera cenando pescado y temiera encontrarme una espina.

Espina tenía atorada en la garganta cuando el ACAB, se había venido directo del trabajo, ataviado con ese uniforme oscuro; máxima representación de la corrupción e indolencia humana.

Seguí masticando la papilla desabrida que tenía en la boca, sin quitarle la mirada de encima al nervioso sujeto, tensando la atmósfera, aún más, si es que era posible.

Sin previo aviso, Willy rompió el silencio, golpeando el tenedor contra la loza blanca del plato. El sonido estridente que produjo la acción, hizo que ambos miráramos en su dirección, buscando la causa de su reacción.

— Julieta... —murmuró, con la respiración acompasada. — ¿Podrías dejar de mirar a Tay con esa cara por favor?

— No tengo otra.

— Sabes a lo que me refiero.

Arriesgándome a dormir en el auto, me cruzé de brazos y apoyé la espalda en el respaldo de la silla.

— Sabes que no me gustan los ACAB...

— ¿Te desagrado Julieta? —los ojos verdes del aludido, me examinaron con cautela.

— Nah... — solté un suspiro. — No eres tú... Es tu uniforme... Los ACAB en general... La policía... ¿Sabes cuan corrupta es la institución a la que perteneces? ¿Las detenciones arbitrarias que hacen? ¿Las leyes absurdas por las que se rigen? Persiguen vendedores ambulantes, como si fueran ladrones peligrosos y no son capaces de enfrentar delincuentes seriales que asesinan a sangre fría, por un puñado de billetes o unos gramos de droga...

— Julieta Gertrudis...

— ¡Ay, Willy! ¡Detesto que digas mi segundo nombre!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.