Del amanecer al ocaso (fanfic de Crepúsculo)

Intento de película snuff

Capítulo con lenguaje soez (más de lo normal).


Tomé el primer taxi que encontré para ir al rescate de Juan de Dios.

El conductor enseguida dijo que su recorrido no era por las calles que le señalé, de modo que le proporcioné un generoso incentivo para que me llevara hasta la dirección indicada por el rubio.

De acuerdo a wazze, me esperaba en una academia de ballet, bastante alejada del hotel.

No obstante, con el poder del amor —mentira, fue con el poder del dólar— llegué antes de lo estimado.

Apenas salí del taxi, comencé a gritar, llamando la atención de unos cuantos transeúntes.

— ¡Juuuaaan! ¡Juuuaaan!

No había respuesta, de modo que ingresé enseguida al recinto. Las puertas se abrieron sin ninguna dificultad.

Adentro estaba oscuro, sin embargo, no cesé de gritar y correr en busca de mi viejo.

— ¡Juaaan! —El eco resonó en la entrada. Al fondo se divisaba una silueta apenas iluminada por el reflejo de espejos adheridos a las paredes.

Ignorando el cansancio que resentía mis piernas, corrí en dirección a la silueta, escupiendo fuego de mis pulmones faltos de oxígeno.

— ¡Juaaan!

Estaba a pocos metros de salvar a Juan de Dios, cuando me detuve de golpe.

Haciendo acopio de las pocas fuerzas que me quedaban di media vuelta y comencé a correr en dirección contraria. Hacia la salida.

— ¡Auxilio! —Alcancé a gritar, antes de que me jalaran del cabello y me arrastraran de regreso.

El rubio rastreador, no solo era un psicópata.

También era un sádico.

— ¡Mierda! — Musité llevándome la mano a la nuca, cuando aterricé de un porrazo sobre el duro suelo de madera.

— Gusto en verte Julieta. —El sujeto inclinó la cabeza y sacó de entre su ropa, una luz brillante que me hizo entrecerrar los ojos. -Lamento informarte que papi no está con nosotros.

— ¿Qué? — Inmediatamente un nudo me cerró la garganta.

Abrí los ojos con desmesura, al tiempo que las lágrimas se acumulaban, dificultándome la visión.

— No te preocupes... — Posó su mano fría en mi mejilla. — No está con nosotros porque se quedó en el bar, donde nos encontramos. Él está perfectamente...

Quité su mano con brusquedad e intenté incorporarme. No me fiaba de sus palabras, ni de su tono persuasivo.

Nuevamente la molesta luz, me hizo desviar la mirada.

— Ah... — Suspiró lacónico. — Todo resultó demasiado fácil.

Sin mediaciones, pateó mi pierna derecha haciéndome perder el equilibrio, entre alaridos de dolor.

— ¡Hijo de perra! —Sollocé, abrazando la extremidad.

Hice una mueca al percatarme del error en mi vocabulario.
Decir que era un hijo de perra, era una ofensa para ellas.
Este despojo de ser tenía que ser obra de un científico desquiciado o un experimento mal hecho de los nazis.

— Esperaba más emoción. ¡Esto es aburrido! —Volvió a patearme, provocando un desagradable crujido.

Un sonoro lamento precedió a mi súplica.

— ¡Ya basta!

La luz del teléfono móvil volvió a cegarme con su incandescencia.

— Eso es... dile cuánto duele.

Lo que el rubio tenía entre manos era un smarthphone con el flash activado.

Además de ser un desequilibrado, se creía influencer.

Uno de la dip web probablemente.

Apreté los dientes.

Y alcé el dedo medio.

— Dile a Edward que se vengue. — Puso el pie sobre mi pierna lastimada.

Las lágrimas amortiguaron el quejido lastimero que escapó de mis labios.

— Vete al demonio... —respondí con dificultad.

— Vamos ¡dile!

— ¡Díselo tú! ¡Vampiro chupa pija!

James esbozó una sonrisa socarrona y me dio una bofetada que además de voltearme la cara me arrastró por el suelo.

Con ligereza, me tomó por el cuello y me mandó a volar cual angry bird.

En lugar de derrumbar estructuras, choqué contra los espejos, rompiéndose estos en cientos de pedacitos a mi alrededor, en una ligera lluvia que amenazaba con dejarme hecha un puzle.

De manera instintiva me encogí, adoptando una posición fetal, al tiempo que me cubría la cabeza para protegerme.

El sonido de sus pesados pasos hizo que diera un jadeo.

— ¡Magnífica toma! ¿Deberíamos repetirla?

Lloriqueé sonoramente, sin dejar de ocultar el rostro entre mis manos.

Nunca había pensado cómo iba a morir.

No seriamente por lo menos, ni con la muerte acechándome a tan poca distancia.

Mientras el verdugo se regocijaba con mi miseria, pensé en lo carente de sentido que iba a ser mi deceso.

Había sido engañada por un sádico vampiro yotuber, que quizás subiera mi humillación a las recónditas profundidades de la web oscura, para ser material de consumo de morbosos y trastornados.

Separé un poco los dedos, permitiéndome visibilidad.

Los zapatos oscuros del sujeto se acercaban con parsimonia hasta donde estaba.

Di un gemido a la espera del golpe de gracia.




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