Del amanecer al ocaso (fanfic de Crepúsculo)

Dura de matar

Un molesto pitido hacía eco en mis oídos. Arrugué la nariz y abrí con lentitud los ojos, acostumbrándome a la excesiva y brillante luz.

— ¡Está despertando!

— ¿Willy?

Intenté incorporarme, sin éxito. Willy puso una mano sobre mi hombro sacudiendo la cabeza en gesto negativo.

La sala blanco estéril y el zumbido de las máquinas, fueron suficientes para confirmar mis sospechas. Estábamos en un hospital.

Me restregué los ojos para enfocar mejor.

La sala era amplia y privada. Eso iba a agregarle otro cero a la cuenta de hospital.

Ahora no solo me dolía todo el cuerpo. También los bolsillos.

Hice una mueca.

— ¿Cómo te sientes?

Willy y Taylor estaban a un costado de la cama en la que me encontraba, junto a los aparatos que monitoreaban mis signos vitales.

En el extremo opuesto de la habitación, un chico joven de cabello cobrizo dormitaba sentado sobre un sofá.

— Como una carnada de Erwin… —Respondí con voz ronca.

Miré mis manos. Aún conservaba los dedos y los brazos. Tal vez la comparación había sido exagerada.

— ¿Cómo quién? Will ¿Tal vez quedó con secuelas por el golpe en la cabeza? —El tono de Taylor era de preocupación.

Sonreí de lado y agregué: — Siento como si me hubiera masticado un titán.

— Ay Julieta. —Willy puso los ojos en blanco. — No le hagas caso Tay. Está tan bien, que hasta cabeza para hablar tonterías tiene.

Taylor alzó las cejas y asintió con expresión más compuesta.

— ¿Te acuerdas de lo que pasó?

— Nop.

Willy no parecía convencido con mi verdad a medias. Sin embargo, no recordaba mucho. O más bien, no quería recordar. Hasta donde sabía, el rubio iba a quebrarme la otra pierna con tal de verme suplicar venganza o tal vez iba a matarme, por piedad. Aunque, dado que era un sádico, me inclinaba más por la primera opción.

Por esa misma razón, hasta a mí me sorprendía estar viva.

De milagro Kami-Sama no me había mandado a reencarnar en un Isekai.

— Te caíste por las escaleras del hotel en que te alojabas. —Explicó Willy. — ¡Rompiste una ventana! Había un montón de sangre. —Puso la mano en su pecho, antes de continuar. — Encima apenas llegamos al hospital, dijeron que habías entrado en shock hipovolémico.

— No hablo paracetamol Willy.

— ¡Perdiste mucha sangre! Te hicieron transfusiones. Dile gracias a Tay. Te donó sangre.

—Te debo una Tay…

Choqué el puño con Taylor y ahogué una exclamación, al notar la intravenosa conectada a mi brazo.

— Es extraño… —Dijo Willy, después de una breve pausa, frotándose el mentón.

— ¿Qué?

— El hotel tenía ascensor. Sin embargo, decidiste bajar por las escaleras de emergencia corriendo y te caíste… Pero tú y yo, Julieta Gertrudis sabemos muy bien que odias subir o bajar escaleras.

Me mordí el interior de la mejilla, poniendo mi mejor cara de convaleciente.

La máquina a un costado de la cama, comenzó a emitir un sonido más agudo.

— ¿Por qué preferiste ir por las escaleras? ¿Tenías prisa? ¿A dónde ibas? ¿Estabas huyendo? —Alzó una ceja. — Dime... ¿Qué hacías en Seattle? Dijiste que te irías con papá...

Desvié la mirada hasta la mesita de noche y estiré el brazo para alcanzar el agua.

— ¡Ay! —Musité cuando sentí el tirón de la intravenosa.

Willy me pasó el vaso sin dejar de mirarme con gesto serio.

— Bueno... resulta que él estaba en Seattle...

— Así es... —La sospecha seguía presente en su mirada. — Pero, no lo sabías antes de irte... Julieta, dime la verdad ¿viniste a ver a Hassan?

— ¿Ah? ¡No!

— ¿Entonces no estabas huyendo de la novia de Hassan, que los descubrió en la habitación de hotel?...

Escupí el agua en medio de un ataque de tos.

— ¡Dios no!

Desvié la mirada hasta Edward, quién interpretaba a la perfección su papel de bello durmiente.

Su pecho subía y bajaba con la naturalidad de alguien que está bajo un sueño profundo. Su rostro armonioso resultaba encantador.  

Me mordí el labio y volví la atención a Willy.

A ver… cómo le explico que estaban extorsionándome con Juan de Dios…

¡Cierto!

¡Juan de Dios!

— ¿Y papá? —Tomé otro sorbo aguardando una respuesta.

— Papá tuvo una… pequeña discusión en un bar aquí en Seattle. Le reventaron una botella en la cabeza. —Abrí los ojos con desmesura, mientras sentía el calor de la ira en la boca del estómago. — Le pusieron varios puntos en la frente. Pero ya está bien. De hecho… regresó a Los Angeles hace unas horas.

Abrí la boca y la cerré al instante, limitándome a esbozar una sonrisa con ojos de perro abandonado.

— ¡Ah! pero me ha dicho que lo llame enseguida cuando despiertes. Es más. Eso voy a hacer ahora mismo. Necesitas descansar hermanita. ¿Por qué no vuelves a dormir? Tay y yo nos vamos. ¡Papá debe estar impaciente por noticias! Lo llamaré… afuera. —Si yo era mala mintiendo, Willy no era mucho mejor. 

Antes de dejar la sala me dio una palmadita en la frente.

Sonreí agradecida por su compañía.

Di un suspiro y me froté los ojos con brusquedad, para deshacerme de la humedad que amenazaba con hacerse más evidente.

— Ya se fueron… —Musité con voz ronca, al notar que Edward no movía un músculo.

— Lo sé.

En menos de lo que dura un suspiro se acomodó a mi lado. Apoyé la cabeza en su pecho y aspiré su aroma. Olía como el paraíso.

— ¿Qué pasó? En la sala de ballet me refiero. ¿Cómo es que salí con vida? ¿Qué pasó con James?

— Ya no es un problema. No te preocupes. Nunca más te hará daño. Nunca. Nadie. De eso me encargaré yo. Mi propósito en la vida es mantenerte a salvo.

— Lo dices como si fuera algo que diera mucho trabajo. —Carraspeé.

Edward me alcanzó el agua y di un pequeño sorbo antes de continuar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.