Era lunes de nuevo, Victoria estaba temiendo ese día por dos cosas, la primera: su competencia con Rómulo por el puesto y segundo: la vergüenza que pasó con él en su casa. Se reclinó sobre la silla en la sala de conferencia, cuando él entró se limitó a dar un buenos días a todos, ella respondió con el resto y se quedó mirándolo, él la ignoró.
Pasó saliva y se dijo que hablaría con él a solas en cualquier momento para explicarle, además no pudo terminar de pintar, Fabián se molestó mucho y Rómulo debió irse, cuando llegó la pizza, Fabián hizo que ella la pagara, y luego se fue diciendo que debía atender unos asuntos.
—Buenos días, gracias por venir. El señor Méndez tiene algo que decirles —anunció Rómulo, hizo seña con la mano hacia fuera de la oficina y el siempre elegante señor Méndez paso y los saludó a todos con ceremonia.
—Gracias, Rómulo. Lo que tengo para decir hoy es que si bien la vacante de gerente de la sucursal está ocupada temporalmente por Rómulo, no quiere decir que sea la única opción, a partir de hoy iniciaremos un proyectos de ventas, cada candidato dirigirá un equipo y el equipo que venda más al final del mes, le dará el título a su líder como el gerente de la sucursal. Esto no se estila, pero ha sido una sugerencia del sindicato y no nos disgusta.
—Gracias, señor —intervino Rómulo —, los equipos fueron preseleccionados, la otra persona que compite por el puesto es Victoria.
Victoria sintió calor en su cabeza y en sus manos, sonrió nerviosa y saludó con la mano al resto de los jefes, para su sorpresa ellos se mostraron sonrientes y sorprendidos ante la noticia, su corazón se alegró un poco.
—Bueno, Victoria, es tu momento —dijo el señor Méndez mirándola fijamente.
—Lo sé, gracias.
Tras afinar los detalles, todos se retiraban ya, aunque ella sentía la necesidad de decirle al señor Méndez que ella no provocó aquello con los trabajadores del sindicato, sentía que era una oportunidad que, sí merecía, pero no como la obtuvo.
—Señor Méndez, quería aclarar que…
—Está feliz con la oportunidad —la interrumpió Rómulo y la tomó por el brazo alejándola de él, se quedó confundida, prefirió quedarse callada.
Pasó saliva y observó a los hombres.
—Qué bueno. Yo sabía que ustedes dos se iban a llevar bien —dijo sonriente y salió de la oficina.
Rómulo dejó ver un gesto de alivio mientras ella lo miraba confundida.
—¿Qué? —le preguntó Victoria.
—No digas una palabra más, está hecho, punto. Confórmate con eso y ponte a trabajar para ganarme —dijo serio y siguió para abandonar la sala, ella lo tomó por el brazo, él se detuvo y se giró a verla.
—Siento lo que pasó en mi casa, me puse nerviosa, no debí decir que te contraté para ayudarme.
—Y obviamente él no se lo creyó, no entiendo porque te pusiste tan nerviosa. No es normal.
—Él es de mal carácter, es todo, no creas que me pega ni nada de eso…
—No hace falta que te pegue para herirte y causarte daño.
—Lo que quería era agradecerte por todo y disculparme por mi tonto actuar.
—No tienes que disculparte y como no tengo dignidad, aún estoy a la orden para ayudarte a hacer lo que quieras. Supongo que ya pintaron.
—No. Se tuvo que ir y yo estaba cansada para seguir.
Él se volvió completamente hacía ella y se cruzó de brazos, suspiró y alzó las cejas haciendo un gesto reprobatorio.
—¡Vaya! Qué tipo. Lo siento mucho por ti, de verdad.
—Exageras, me ayudará en cualquier momento.
Él chasqueó la lengua y se pasó la mano por el cabello.
—Como tú digas.
—¿Almorzamos juntos? Así me disculpo apropiadamente.
Él sonrió y la miró con ternura dejándole ver una sonrisa amable.
—Claro, nunca rechazo un almuerzo gratis.
Ella sonrió y afirmó en su dirección devolviéndole la sonrisa. Él le señaló la puerta para que saliera y caminó detrás de ella.
—Pizza, que sea pizza, me quedé con las ganas —dijo divertido.
—Conozco un buen lugar —aseguró con firmeza.
Al llegar a la oficina él siguió a su lugar y a ella la detuvo Sofía.
—Estoy en tu equipo. ¿Cómo vamos a aumentar las ventas? —preguntó
Se acercaron dos trabajadores más que estarían en su equipo, el jefe de contabilidad y la coordinadora de almacén. Los reunió en una pequeña sala.
—Incrementaremos las ventas trayendo más clientes y aumentando los servicios a los clientes que ya tenemos. Tengo un plan.
Todos la escuchaban atentos y ella por primera vez se sintió con confianza mientras era retada fuera de su zona de comodidad. A la hora del almuerzo, Rómulo tocó a la puerta de la pequeña sala, ella salió misteriosa interrogándolo con la mirada.
—No espío —aclaró —, tenemos una cita para almorzar.
Ella hizo un gesto como de haberlo recordado y salió de la oficina arrastrándolo hasta afuera mientras lo tomaba por la mano.
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Editado: 29.11.2023