Del amor y otros dilemas

Capítulo 6

No comieron pizza, Rómulo la llevó hasta el café más cercano y pidió agua para ella; no hablaba, se sentía tonta, traicionada y muy herida en sus sentimientos. En otra ocasión le habría importado llorar delante de Rómulo, pero en ese momento solo quería desahogarse.

—¿Sabes qué? —preguntó Rómulo —. No tenemos que volver a la oficina. Iré por tus cosas y nos vamos a ir a tu casa, no a donde estás viviendo, no, a tu casa, y la pintaremos y te ocuparás de ti.

Ella sacudió la cabeza para negar.

—No, solo quiero llorar, déjame llorar.

—Puedes llorar mientras pintas. El tiempo es oro.

Ella sonrió con debilidad y se limpió las lágrimas. Lo miro a los ojos.

—Debes pensar que soy una estúpida.

—No. Pienso que él es un desgraciado, tú solo eres muy buena para verlo.

—Necesito odiarte, Rómulo, eres mi competencia. ¿Por qué eres tan bueno conmigo?

—¿Soy tu competencia? ¿Lo soy?

Ella afirmó con vehemencia.

—No eres ambiciosa, crees y das por hecho que todos observan lo que haces y te valoran bien, no sabes venderte ni pedir lo que quieres, no reconoces a la verdadera competencia y no eres agresiva, eres muy pasiva.

—Está bien, ya te odio. No tienes que ser malo —murmuró conteniendo las lágrimas.

—No quiero ser malo, solo hacerte ver lo que te falta para de verdad ser mi competencia por el puesto.

—¿No me ves como una amenaza?

—No, para nada. Me agradas y te ofrezco mi amistad, mi sinceridad y mis manos para pintar.

Victoria no se esperaba las palabras de Rómulo. Fue duro de oír, nadie le había dicho esas cosas antes y quizás debía oírlas. Debía ser madura y profesional, ese hombre ante ella se presentaba como su amigo, pero era su jefe, los jefes no son amigos y también era su rival, así que supo que debía andarse con cuidado.

Él se quedó mirándola con interés y suspiró mientras le sonreía.

—¿Te ayudo a pintar entonces?

Ella rodó los ojos.

—Eres insensible. Mira lo que acabo de ver. Mi novio tiene una familia —dijo angustiada.

—No lo llames más tu novio.

Ella soltó un pequeño grito de frustración y reanudó su llanto.

—Lo siento. Qué torpe soy. No debí —se disculpó.

Victoria sacudió la cabeza.

—No tomaré el día como me ofreces. Después lo usarás en mi contra.

—Sería incapaz —aseguró ofendido.

—Lo siento, Rómulo, creo que pagaré contigo esta rabia, esta tristeza, quiero gritar, salir corriendo —dijo sollozando.

—No te dejaré sola, yo también faltaré al trabajo. Vamos —dijo y se levantó mientras le tendía la mano, ella aceptó y se dejó guiar por él en una caminata por el centro de la ciudad.

—Un año y medio —dijo Victoria mientras caminaba con la mirada perdida.

—Habla, está bien.

—Él decía que algún día nos iríamos a vivir juntos, cuando compré mi casa, pensé...

—Eres muy buena, ya te lo dije.

—¿Tienes novia, Rómulo?

—No, tengo un año soltero.

—¿Tanto?

Se encogió de hombros.

—Mi novia murió de una enfermedad grave. Ha sido difícil —dijo desviando la mirada hacia el otro lado de la calle. Ella pudo oír un suspiro ahogado.

—¡Oh! Lo siento mucho.

—Descuida. No tenías como saber. Ya ha pasado un año, es poco para unas cosas, como para olvidarla y es mucho para otras, como el haber estado sin ella, extrañarla.

—Seguro hacían linda pareja.

Él sonrió afirmando. La tomó de la mano y corrió con ella hacía el otro lado de la plaza.

—Me da rabia que llores por ese infiel traidor, vamos a comer helados, hoy no puedes llorar, ¡Vamos! No llores.

No quería contradecirlo, no quería llorar, pero sentía que debía hacerlo, fueron casi dos años, creía que él la amaba, ella lo amaba y el dolor que la desgarraba la golpeaba por dentro como si de unos puños fuertes se tratasen, sin embargo, comió helados con Rómulo, habló de las cosas buenas de su vida, le confesó temores y desamores y le contó chismes de la oficina.

«Ya lloraré cuando esté en casa a solas».

—Debes dejarle saber que ya lo viste. Anda. Déjale un mensaje —le sugirió.

Hizo una mueca de indecisión. Estaba aterrada. Rómulo pareció advertirlo en sus ojos.

—Yo estaré a tu lado. No tengas miedo.

Aspiro aire y tomó su teléfono, le marco a su número y como siempre, no le respondió, así que le dejó un mensaje.

—Tienes una linda familia, supongo que sobro. No te molestes en explicar nada. El panadero de la pastelería de la que saliste, me confirmó que esa era tu esposa y tu hijo. No te molestes en buscarme o le contaré a ella. —Colgó.



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En el texto hay: romance, enemigos, rivalidad

Editado: 29.11.2023

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