Rómulo estaba siendo abordado por todos, ella se limitó a verlo en la distancia mientras pensaba que la vida era muy cruel porque ya tenía su trabajo soñado, su casa, se quitó la venda de los ojos con Fabián y llegó a conocer al hombre perfecto, en una situación imperfecta y ahora se iba lejos de ella, quizás para siempre.
Las actividades terminaron y se acercaba la hora de regresar al hotel para volver al día siguiente a las reuniones de gerencia. No podía ocultar su desánimo y su sorpresa, aún no procesaba las palabras de Rómulo cuando ya tenía que asimilar que se iba.
—¿Llamaste a un taxi? Puedo llevarte a tu hotel —se ofreció Rómulo.
El corazón de Victoria dio un vuelco y sintió su estómago empequeñecer al punto de tener que poner su mano libre encima.
—No es necesario, gracias —respondió con parquedad.
—Insisto, quizás no te vea más, de verdad no quiero despedirme mal de ti, y no me tengas miedo por esa confesión que hice, puedes olvidarlas, eres libre del peso de mis palabras.
Victoria miró hacia el piso y apretó más su estómago, la sensación de vacío la llenaba y pensó en lo irónico de ese sentimiento.
—Está bien.
—¡Vamos! —dijo sonriéndole con la complicidad de antes. Caminaron en silencio hasta el estacionamiento, él abrió el auto para ella.
Aspiro aire que soltó con lentitud para calmarse mientras Rómulo se subía.
—Así que Colombia, felicidades, supe que vas a una mejor posición. Vas ascendiendo muy rápido.
—Gracias, no engañé a nadie está vez para lograrlo.
—Lo siento, no quise...
—Descuida tienes razón. Yo lo sabía.
Pasó saliva y se llenó de valentía.
—Te oí al teléfono, el día anterior, después... de.
Él afirmó mirando al frente.
—Ya veo, pensaste que confabule para quitarte tu puesto.
—Me sentí muy mal, lloré tanto —confesó.
—No me digas eso, me hace sentir mal saber que lloraste por mi culpa, has debido enfrentarme.
—Sabes que soy de las que evita conflictos. Me sentí peor por las cosas que te dije y no merecías, no eres peor que Fabián —dijo entre sollozos, Rómulo detuvo el auto y la abrazó a él.
En ese abrazo sintió que se reconfortaba, sintió felicidad y solo felicidad, si él se iba y no lo veía más sabría que al menos habían arreglado las cosas. El dolor de su pecho desapareció. Dejó su abrazo la llenará de una energía que la hizo sentir viva de nuevo en sus brazos.
—Debí insistir más, aunque me hubiese llevado la policía, no debí dejarte sola, ni debí engañarte. Me arrepiento cada día, porque ni para hacerte un bien, valió la pena.
Ella se limpió las lágrimas y lo vio a los ojos.
—No quiero que te vayas, es egoísta de mi parte, pero no quiero estar lejos de ti, no quiero perderte —confesó.
Rómulo río emocionado.
—¿En serio? Porque eso quería, que no quisieras que me fuera, quería saber si había la mínima posibilidad de recuperarte porque entonces rechazaba ese empleo, la única razón por la que lo acepté fue para ver si te olvidaba estando más lejos.
Ella rio y lo golpeó en el pecho.
—No me vas a olvidar, no harás eso.
Él la besó en los labios con intensidad y la abrazó de nuevo.
—Perdóname por haber sido tan cobarde y tonta.
—Has sido perfecta.
Cerró los ojos cuando él tomó su barbilla entre sus manos y acercó su rostro la suyo y sintió de nuevo esa paz que solo había experimentado en su compañía. Entrelazaron sus manos mientras se veían a los ojos sin dejar de sonreír.
—Eres hermosa.
—Eres muy misterioso, me hubieses dicho que te ibas y no te rechazaba más.
Soltaron una carcajada y se abrazaron y besaron de nuevo.
—Vamos a ser muy felices, Victoria.
—Lo sé, Rómulo.
Iniciarían una nueva vida llena de retos con la única garantía de su compañía y el amor que se tenían.
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Editado: 29.11.2023