Del Cielo a la Tierra (#1 Almas Perdidas).

Capítulo 1.

Tranquilidad.

Era la palabra perfecta para definir lo vivido en el palacio. Después del pequeño incidente en la habitación de los bebes hace ya varias lunas, el palacio volvió a la normalidad junto a todos los que vivían en él, pero la única excepción de cambio fueron las decisiones de Atena. Sentía como el miedo recorría cada parte de sus poros al recordar como su viejo contrincante sostenía al pequeño que antes ella cargaba entre sus brazos, entonces la intranquilidad la inundo. Sabía que no los podría cuidar toda la vida, así que, tomando cartas en el asunto, decidió enviar a seis de ellos a la tierra. No solamente era por mero aprendizaje, sino también, por la seguridad de todos.

Luego de un largo tiempo, ellos volverían.

—¡Libra! ¡Géminis! Ya llegaron, llegaron por fin— Grito la más pequeña de las tres, con una gran alegría incrustada en el rostro. Entro corriendo a la estancia donde se encontraban la castaña y la pelinegra estudiando pacíficamente, siguiendo su horario.

—Acuario ¿De que estas hablando? — Respondió con cierto fastidio la castaña dejando de lado su libro de matemáticas clase N°5. Inexplicablemente, el libro estaba levitando. Tan solo con decir una palabra las cosas podían volar desde la otra habitación hasta la persona que lo estaba llamando, algo muy práctico, pero a la vez muy perezoso. En este caso, ella lo utilizaba para leer mientras bebía una taza de néctar purificado. — Ellos no llegan hasta dentro de cinco noches y apenas han pasado veinte de ellas desde que nos contaron sobre su llegada.

—Géminis tiene razón. Es mejor que vengas con nosotras a leer un poco e informarte para cuando partamos o simplemente siempre tienes la opción de ir con los demás por clases de como sostener un vaso y tu mejor que nadie sabe lo tedioso que llega a ser. — Acompañaba Libra tratando de controlar la situación. Acuario a veces solía ser un poco impulsiva ante las cosas que veía o sentía. Libra, al ser una de las más jóvenes, era una niña muy seria, además de estar siempre atenta a saber un poco más que la persona que tiene en frente. — También quiero que ellos estén aquí y hablo por todos al decirte que a les falta un poco más por llegar al fin a este lug…

Las palabras de la pequeña pelinegra quedaron atoradas en su garganta al escuchar un gran alarido de… ¿Felicidad? Y risas provenientes de fuera de la habitación acompañadas de pisadas fuertes y suaves a la vez. Con los ojos casi fuera de sus orbitas las más grandes se observaron atónitas. La pequeña Acuario tenía razón.

Algo muy extraño, casi irreal.

—Yo no quiero decirlo, pero se los dije. — Se defendía con una sonrisa socarrona en los labios.

Riendo por los aires de grandeza de la pequeña morena, salieron de la gran habitación cual rayo en busca de sus fieles compañeros de toda la vida. Haciendo que los libros que estaban levitando caigan estruendosamente al frío piso de mármol gris. Hace ya muchas lunas su contacto ha sido casi nulo y por fin, después de tanto, los doce estarían reunidos por una misma casusa.

Ellas bajaron corriendo las escaleras a empujones y trompicones, visualizando a los tres jóvenes que nunca se fueron. Daban gracias a su Diosa por dejarlos aquí. Entre los seis se otorgaban apoyo incondicional.

Virgo, Sagitario y Tauro, las esperaban firmes y rectos en sus respectivos lugares. Con los ojos fijos en ellas, sus miradas se suavizaron mientras la tranquilidad los inundaba.

Al recorrer la entrada principal con la mirada, se dieron cuenta de que ellos no estaban solos, sino estaban junto a ella.

Una gran sorpresa inundo sus rostros, ya que la Diosa solamente se presentaba antes ellos cada cambio lunar. Eso era dentro de treinta noches más.

Atena, su gran y bondadosa Diosa toda poderosa que los entrenaba juiciosamente cada día. Los cuido como si fueran su todo al igual que los mortales que ella custodiaba y daba protección. Muy pronto, en un futuro no muy lejano ese sería el trabajo de los que ahora son niños.

Apenas habiendo tocado el último escalón, las tres se posicionaron de mayor a menor entre los otros tres jovencitos: Tauro, Géminis, Virgo, Libra, Sagitario y Acuario. Ese era el orden (casi incorrecto por la falta de los otros seis) en que se encontraban de lado izquierdo de la imponente mujer que tenían al frente. Joven, como si las lunas le pasasen por encima, el tiempo era relativo, los únicos que podían crecer eran las almas dóciles e inocentes de los doce jóvenes que se observaban entre sí.

Quién lo diría, son más diferentes de lo que imaginaba.

Como si de telepatía se tratase (algo común) pensaron lo mismo al examinarles de pies a cabeza. Algo que tenían claro era que no importase que tan jóvenes eran, la perspicacia y la astucia los hacían lucir más de lo que aparentaban. La superioridad natural los convertía en enemigos naturales. Como a un ciervo y a un león, pero claro está, todos eran leones.

Aries, Cáncer, Leo, Escorpio, Capricornio y Picis. Eran los seis niños que Atena había enviado a la tierra para que aprendieran a entender su cultura y como socializarse con ellos al momento de bajar, para poder ayudarlos a ser más felices, sin importar la adversidad. Ellos también instruirían al resto de cómo funcionan las cosas en la tierra.

—Queridos míos, es un verdadero placer tenerlos aquí nuevamente, espero que su estancia en la tierra sea tan placentera al igual que su estancia aquí en mis dominios. De ante mano les doy mis disculpas por no poder quedarme, pero doy gracias al ver que están sanos y salvos. Esperando a que se adapten rápidamente a su entorno les doy la bienvenida a Palacio, un lugar magnifico donde vivirán los próximos once años junto a mis demás aprendices. — Señalaba a los jóvenes vestidos con ropas elegantes, como si fueran a ir a un gran banquete. Parecían príncipes y princesas, algo que a los demás les intrigaba. — Ellos les mostraran los rincones más inhóspitos del palacio y cuál es la función de cada cosa junto a los horarios que les corresponderán, en cambio ustedes les enseñaran todo lo aprendido en la tierra. ¿Quedo claro? — Todos los presentes hicieron una leve reverencia en afirmación a sus palabras, a excepción de los seis niños que solo se limitaron a asentir con la cabeza. Peter, los reprendió con la mirada, pero antes de poder hacer otra cosa, ella se había marchado. Ya hablaría con el después.




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