Del hielo a la barra

Capítulo 3

—Voy a casarme con ella—anuncio nada más llegar. Alicia me mira sorprendida desde el sofá.

—¿Y ella lo sabe? —pregunta divertida.

—No… —contesto dubitativa—. Tampoco tiene que saberlo. —Me siento a su lado mientras ella ríe.

Saco el móvil rápidamente del bolsillo en cuanto lo noto vibrar. Liv me ha enviado las fotos acompañadas de un mensaje que dice «¿Cuándo es la próxima?». Mi corazón salta de alegría.

—Parece que tu «quedada» ha ido bien—comenta mirando por encima de mi hombro.

—Era una cita—le corrijo orgullosa. Ella me mira incrédula.

—¿Desde cuándo lo llamas así?

—Desde que ella lo ha hecho. —Le mando un mensaje dándole las gracias por las fotos y un «Cuando quieras» como respuesta a su pregunta.

—¡Carlos, hazte a la idea de que seremos cuatro para Nochevieja! —El mencionado no tarda en asomarse por la puerta.

—Genial, pregúntale qué tipo de pizza le gusta, pero como diga que con piña en esta casa no entra —Alicia se gira dramáticamente.

—No vamos a cenar pizza en Nochevieja—sentencia casi ofendida.

—Esto es un piso de estudiantes, da gracias por no cenar macarrones con tomate.

Su debate pasa a un segundo plano. ¿De qué sirve hablar de esto ahora cuando todavía faltan varias semanas? Me he dejado llevar por la emoción del momento cuando hemos quedado una vez y, aunque ha dicho que quiere volver a verme, lo más probable es que, de aquí a Nochevieja se haya olvidado de mí. Somos demasiado diferentes. Además, ¿por qué Liv querría pasar esa noche con nosotros? Seguro que ya tiene sus propios planes.

—Te alegrará saber que hemos llegado a un acuerdo—dice Alicia con una sonrisa triunfal—. El plato principal será pollo asado.

—¿Vas a cocinar? —pregunto incrédula con los brazos cruzados. La última vez que lo intentó casi nos desalojan los bomberos.

—Por supuesto que no. —Se cruza de brazos—. Voy de tardes y me da pereza cocinar. Lo compraremos.

No se nos escapa la mirada que le lanza Carlos.

—Estéticamente queda mejor el pollo en una mesa navideña que una pizza, aunque sea comprado—le argumenta indignada.

—Si tú lo dices…

Me río. Los veo tan convencidos que no me atrevo a romper la fantasía que se han montado. Con suerte se darán cuenta solos.

—¿Por qué no discutimos el menú en otro momento? —sugiero aguantando un bostezo—. Mañana es lunes y hay clase.

—Puta uni—farfulla Alicia dirigiéndose hacia nuestra habitación.

Mi amiga se duerme en cuanto toca la cama. Yo miro las fotos una última vez; me aterra imaginarme el final de esta historia porque al igual que todas las que he tenido, suele ser triste… para mí.

⛸️⛸️⛸️

Debería estar prestando atención en clase, pero en su lugar estoy respondiendo al WhatsApp de Liv. Cuando lo he visto casi me caigo de la silla. Podría haberle escrito yo primero. Sin embargo, prefería no arriesgarme a sentirme como una pringada si su mensaje de ayer no iba en serio. Ya he aprendido la lección.

Yo 10:00

No trabajas?

Liv 10:01

Voy de tardes.

Tú?

Yo 10:01

En clase

Liv 10:02

Qué haces con el móvil?

No te vas a enterar y luego me culparás

Yo 10:03

Ese es un problema para la Elena del futuro

Se me hace muy fácil hablar con ella. Debería tranquilizarme, pero por alguna razón solo consigue asustarme. Puedo oír la voz de mis amigos diciéndome que me lance, la de Alicia más bien. Carlos me diría algo como «Tú arriésgate, a ver qué pasa». También me sirve.

Yo 10:05

Quedamos a comer?

Su contestación no tarda en llegar. Son los segundos más angustiosos de mi vida.

Liv 10:05

Creo que ya sabes la respuesta

Te espero a las 14:00 en el árbol

Debo de llevar una sonrisa enorme dibujada en la cara porque la gente no para de recalcar lo contenta que parezco. Todo sería perfecto si los nervios me dejasen concentrarme el resto de la mañana.

«Es solo una comida, Elena, relájate. Ni que le hubieras pedido matrimonio».

Mando un mensaje al grupo que tengo con mis amigos y Alicia contesta al segundo con un animado «¡Me alegro por ti!». Para mí sorpresa Carlos comenta «¡Lo sabía! Alicia, me debes diez euros». Intento no reírme en voz alta y atender. Cuando vuelva a casa les pediré que me hablen sobre su apuesta y de mi indignación por haberme dejado fuera. Si van a ganar dinero con mi vida amorosa qué menos que incluirme.

⛸️⛸️⛸️

Vuelvo a llegar un poco pronto, aunque no tanto como ayer. En este caso he venido más rápido porque temía que la avalancha de estudiantes me retrasara. Al menos puedo entretenerme leyendo los nuevos deseos de la gente. Piden salud, dinero, amor… Hay alguno que ha dejado hasta su Instagram. No podrá decir que no lo ha intentado.

Si pudiese pedir un deseo, ¿cuál sería?

—Qué puntual—la voz de Liv me sobresalta—. ¿Qué deseo pedirías?

¿Me ha leído la mente?

—No sé, supongo que lo típico, salud, un buen trabajo… —medito no demasiado convencida—. ¿Tú?

—Si te lo digo no se cumplirá—contesta con una sonrisa ladeada—, pero ahora mismo, comer. Me muero de hambre.

La guío hasta el restaurante en el que he reservado. Me gusta la decoración sencilla del sitio y que no haya mucho ruido de fondo para poder hablar. Pedimos agua, la mejor opción teniendo en cuenta que ella luego trabaja y que yo necesito tener la cabeza despejada. Quiero que siga quedando conmigo, ¿verdad?

—¿Qué tal las clases? —pregunta mirando la carta.

—Agotadoras con tanto examen a la vuelta de vacaciones—contesto debatiéndome entre elegir pasta carbonara o risotto. Es una decisión difícil—. No puedo quejarme, podrían ser peor.

Me quedo con la pasta. Un risotto es fácil de arruinar, la pasta siempre es un acierto.



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En el texto hay: navidad, romcom, sáficas

Editado: 26.12.2025

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