—Entonces, para que yo me entere, ¿Liv nos acaba de invitar a una de las fiestas navideñas que celebran en el garito que trabaja? —resume Alicia con un vaso de leche caliente entre sus manos—. Las entradas llevan agotadas una semana.
—Me ha dicho que nos puede colar—contesto leyendo el mensaje que me ha mandado.
—¿Y no se arriesga a que le digan algo? —pregunta Carlos interesado—. Creo que no llevaba mucho tiempo, ¿no?
—Su tío es el dueño, está enterado. —Ambos tienen una expresión que dice «eso lo explica todo».
Todavía sigo asimilando que esté emparentada con el dueño de uno de nuestros bares favoritos. Zaragoza es un pañuelo.
—¿Vamos? Yo trabajo por la tarde, pero ceno algo rápido y estoy lista—trato de convencerlos. Los quiero conmigo.
—¡Claro que sí, es Navidad! —exclama Alicia emocionada—. Ya nos lamentaremos al día siguiente.
—Todavía no es Navidad—apostilla Carlos con una sonrisa.
—Hay luces en las calles y turrones en las tiendas, ¿cómo llamas a eso?
—Capitalismo. —Ahogo una carcajada ante la mirada asesina de mi amiga.
—Eres imposible—sentencia. Hace tiempo que dejó de entrar al trapo—. Lo importante aquí es que tenemos plan y que por fin conoceremos oficialmente a Liv.
—Por favor, no la sometas al tercer grado—pido en vano. Me temo lo peor.
—¿Cuándo he interrogado yo a alguien? —Se hace la sorprendida.
—¿Su ex? —Carlos me señala—. ¿Aquel chico que estuve conociendo? ¿La chica que conocí después? ¿Todas las que Elena te ha presentado? ¿Quieres que siga?
—¿Es que me lleváis la cuenta? —pregunta indignada.
—Por no mencionar tus propios ligues—continúa Carlos haciendo memoria.
—Me ha quedado claro. —Se termina su vaso de leche de un trago—. Perdón por preocuparme tanto.
—Y te lo agradecemos—intento tranquilizar la situación—. Es solo que… bueno, es un poco contradictorio que nos animes a salir con gente de la que no te fías.
—Yo os animo porque en esta vida hay que arriesgarse, pero eso no significa que debáis lanzaros a la piscina sin medir cuánto cubre—argumenta fregando su taza con brío—. No me pasaré de la raya, lo prometo. Aunque si noto la más mínima Red Flag te lo haré saber.
Abrazo a mí amiga con fuerza mientras ella deja la taza bocabajo para que se escurra.
—Tal vez debería dejar de buscar y casarme contigo—bromeó sin soltarla.
—Por mucho que te quiera seríamos una pareja terrible.
⛸️⛸️⛸️
—Estoy nerviosa—le comento a Carlos el sábado por la mañana—. ¿Debería estarlo?
—Depende, si es por ver a Liv… no. Si es por Alicia, entonces deberías estar aterrada—contesta recogiendo la ropa que tenía por en medio.
—Así no me ayudas—le reprocho pasándole una camiseta.
No he visto a Liv en toda la semana, pero no hemos dejado de hablar por WhatsApp. Tiene ganas de conocer a mis amigos y de verme, lo que me alegra y al mismo tiempo impide que me relaje. Me parece todo demasiado perfecto como para que salga bien.
—Se preocupa mucho por ti, no quiere que vuelvan a hacerte daño—sigue diciendo—. Ya sabes cómo es, la animadora número uno y al mismo tiempo la más precavida. Por eso ella te hizo la entrevista cuando entraste a vivir aquí.
—Carlos, tú solo me preguntaste que qué opinaba acerca del rumbo que estaba tomando Twitter—le recuerdo arqueando una ceja.
—Eso y si eras una persona normal—añade encogiéndose de hombros—. Yo no necesito más. —Sacudo la cabeza sonriente.
—Menos mal que contesté bien.
—Sí, aunque creo que en la segunda pregunta mentiste—bromea—. Menos mal que aquí la normalidad es algo relativo.
Carlos termina de guardar la ropa en los cajones en silencio hasta que, de la nada, me pregunta:
—Liv te gusta mucho, ¿verdad? —A juzgar por su tono va en serio.
—Sí—musito—. Sé que acabamos de conocernos, pero estoy muy cómoda a su lado. Siento que puedo contarle lo que sea, como si nos conociéramos de toda la vida y no solo de hace una semana. Es extraño, ¿no?
—Más bien poco habitual—medita—. Me pasó algo parecido cuando conocí a Alicia, y aquí seguimos. Solo asegúrate de que ambas vais en la misma dirección.
Debo de tener la duda escrita en la cara porque no pasa ni un segundo antes de que Carlos añada:
—Porque… ya habéis hablado de lo que buscáis, ¿no? —Mi expresión vuelve a responder—. Elena, por lo menos dime que sabes si le gustan las chicas.
Sonrío nerviosa. Llamó «cita» a nuestra primera quedada, eso debería significar algo, ¿no?
—La madre que te parió, Elena—dice palmeando su frente—. Eres incorregible. Eso era lo primero que deberíais haber hablado.
—¡No es tan fácil! Suficiente que conseguí formular más de una oración—me excuso aunque sé que lleva razón—. He decidido hacerle caso a mi instinto.
—¿El mismo instinto que te llevó a pillarte de chicas hetero que solo te querían como amiga? —inquiere arqueando una ceja.
—En mi defensa diré que me enviaban mensajes contradictorios. —No como Liv, espero—. Estoy intentando haceros caso, ser más positiva con este asunto a pesar de que mi cabeza dice lo contrario. Ya me toca acertar.
—Nadie te dice lo contrario. Tan solo nos preocupamos por ti —Carlos coloca una mano en el hombro—. Además, no tengas prisa por emparejarte. Eres muy joven, aprovecha para estudiar el mercado.
—¿Por eso tienes Tinder? —cuestionó mirándolo—. ¿Para estudiar el «mercado»?
—El amor de tu vida no aparecerá en la puerta por arte de magia. Además, así tengo contenido que subir a las redes—afirma orgulloso—. Yo no me escondo. Con un poco de suerte me hago famoso y me contrata Netflix. Ya sabes cómo funcionan las cosas en este país—bromea, aunque también sé que podría hablar en serio.
—Primero termina la formación y luego haces planes de futuro.
—Y tú deja de agobiarte por esta noche, irá bien. Tengo un buen presentimiento.
⛸️⛸️⛸️