Del Juego al Amor

Capítulo 4

Me quedé con cara desconcertante. Esa no era la idea que tenía en mente sobre cómo afrontar esta situación. Es más, ¿qué ganaría yo con eso? ¿Acaso no era más fácil encontrar a cualquier persona que pudiese cuidar a mi hermano una única noche? No debía ser tarea difícil, el mayor problema era ocultarle esa mentirijilla a mis padres. Yo, la chica buena e inocente, leal y justa, encubriendo una mentira en un pueblo dónde nada se podía ocultar.


— No creo que sea buena idea –contesté segundos más tarde tras barajar en mi mente las posibles alternativas.


— ¿A quién crees que vas a encontrar para cuidar a tu hermano en pleno comienzo de las fiestas patronales? –expuso Javi, leyéndome el pensamiento–. Cualquier chico estará pensando en la tremenda fiesta que se pegará, y un adulto no aceptaría antes de hablar con otro adulto sobre el tema, lo que implica poner a tus padres de por medio. 


— ¡De ninguna manera aceptaré tu plan! –repuse con aire autoritario. Me sorprendí de cómo con tan sólo unas horas en el pueblo, había logrado desenvolverme tanto.


— Está bien, tú misma. Pero ve anulando tu cita con ese imbécil, o ¿planeas traerte a tu hermano a que te acompañe? –respondió Javi desafiante.


Me encontraba ante un camino sin salida, no podía creer lo que iba a decir:


— Acepto... Y bien, ¿quién será el afortunado enamorado?


— Mario –contestó Javi con cierto retintín.
No podía ser verdad, ¿es que no había más chicos solteros en este lugar? Y, ¿cómo conseguiría que él también aceptase?


Ante mi prolongado asombro, Javi prosiguió con su plan, y me aconsejó que esperara en la zona más privada del local, el reservado con biombos.


— En un par de minutos llegaré con Mario, y no te preocupes por Lucas. Desde su trono no se puede ver quien accede al reservado –añadió Javi para tranquilizarme, algo imposible en ese momento.

 

★★★★★

 

Patri sería la pieza clave para acabar con el maldito desamor de mi amigo. De esa forma, Mario le devolvería la jugada a Lucas: si él fue el culpable de que acabase su relación con Nuria, ¿por qué no joderle su futuro rollo de verano con Patri? Además Nuria abriría los ojos y se daría cuenta de que habría perdido a Mario para siempre y dejaría su tira y afloja. Y a su vez, beneficiaría a Patri con el tema de quedarse con su hermano, si para esa fecha aún quería salir con Lucas... ¿Y si Patri y Mario se enamoraban de verdad y dejaban fuera de este juego a Lucas y Nuria? Lucas no le convenía nada a Patri, y Nuria nunca había sido santo de mi devoción. El plan podía funcionar, sólo quedaba meter a Mario en este lío y las copas que llevaba de más en este caso sí que ayudarían.


Me acerqué a la mesa donde antes estaba toda la pandilla, pero las parejas habían desaparecido probablemente dando rienda suelta a su amor. Ya solo quedaban Lucía y Mario. Mi chica estaba con los preparativos de las fiestas, había organizado multitud de actividades y estaba finiquitando el diseño de los panfletos publicitarios. Mientras, Mario se encontraba ahogando sus penas.


—Ey tío, ¿qué darías por hacérselas pagar a Lucas? –esbocé de sopetón–. Tengo el plan perfecto.


Mario me miró intrigado y comencé a contarle el plan que había trazado, obviando la parte en la que Patri saldría el sábado con su mayor enemigo. Le conté cómo sería el "juego": hasta el sábado Patri se haría pasar por su chica, restregándoselo a Lucas y Nuria, y esa noche tendría que quedarse al cuidado de Raúl, su hermano. Siete días. Ese era el trato.


— Pero, ¿y tú crees que la "turista" aceptará? ¿Tan importante es su cita del sábado? –replicó Mario sin dar respuesta a mi propuesta.


— Ya está todo acordado, te espera en el reservado –respondí a la vez que tiraba de él hacia el lugar.
En realidad no había obtenido una contestación clara. Mario no sabría que la cita de Patri era con Lucas, y Patri por ahora no sabía que el susodicho había sido el causante de la ruptura de este con Nuria.


Llegamos al reservado, Patri había vuelto a ser la chica tímida de esta mañana y por primera vez veía a Mario un poco nervioso. Hice alusión a que tenía mucho trabajo, y con esa excusa los dejé a solas. Mi parte del plan estaba cumplida.

 

★★★★★

 

— Vayamos al grano: te harás pasar por mi ligue hasta el sábado, y yo a cambio cuidaré de tu hermano esa noche –concluyó Mario en tono serio.


— Está bien, estableceremos las reglas del juego. Si incumples alguna, tu juego se acabará y ganaré la partida –repliqué en voz baja para que nadie me escuchase.


— Lo mismo digo "turista" –dijo en tono guasón–. Si traspasas los límites, serás tú quien cuide a tu querido hermanito. Y si los dos cumplimos nuestra palabra, ambos saldremos ganando. 


Cogí mi San Francisco y me lo bebí casi de una, enseguida noté mis mejillas sonrosadas y el efecto del alcohol. Necesitaba estar más relajada para establecer bien las normas, o el listillo de Mario aprovecharía la ocasión. Me quedé mirando los posavasos de colores que había junto al servilletero, no era muy común encontrarlos en los cafés de la ciudad.


— Regla número 1, nada de apodos malsonantes ni, por supuesto, "turista" –dije seriamente.


— Está bien, apodos cariñosos entonces. ¿Te parece bien "calabacita"?


Uff, ya me estaba arrepintiendo y el juego aún ni había comenzado. Me resigné a sacar un bolígrafo de mi bolso y cogí uno de los posavasos para anotar la primera norma:

 

1) Apodos cariñosos comunes (nada de "turista" ni "calabacita")

 

— Está bien, no te enfades "tomatito" –soltó mi querido Mario, nótese la ironía–. ¿Qué pasa si has pasado de tener las mejillas sonrosadas a estar completamente enrojecida? –añadió a la vez que acariciaba mi mejilla.




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