Había transcurrido más de media hora, y Mario y Patri aún no habían salido del reservado. No sabía si pensar que eso era buena o mala señal. El tiempo había pasado volando, casi era media noche y el trabajo había decaído considerablemente. Me acerqué a la mesa donde Lucía estaba haciendo los retoques finales de los panfletos de las fiestas patronales, mi chica era extraordinaria en todos los aspectos. Aún recuerdo el primer momento en el que noté que sentía algo por ella, fue poco después de que Mario se hubiese distanciado tajantemente de Lucas, y comenzásemos a ser buenos colegas. Por aquel entonces Mario aún salía con Nuria, y Lucía se sentía una "sujeta velas" con la parejita, así que decidió ayudarme a darle un toque más innovador al café pero manteniendo su esencia.
— Tengo que contarte algo –le dije a Lucía con el tono con el que un niño se referiría a sus padres cuando había hecho una trastada–. He metido a Mario en un buen lío, y ahora tendrá que salir con Patri de cara a la galería.
Lucía me miró desubicada y entonces le expliqué con todo lujo de detalles este "Juego del Amor".
— Ja ja ja, ¡menudo peliculón has montado! –respondió risueña–. Aunque no sé si mi hermano se tragará lo de que sólo es por joder al imbécil de Lucas, sabe que tú no das puntada sin hilo.
— ¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué deje a mi amigo pensando en volver con la víbora de Nuria? –repliqué elevando el tono de voz–. ¡Esa tía es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer! ¡Ya es hora de que ambos abran los ojos!
Lucía no tuvo tiempo de debatir mi discurso, simplemente señaló hacia el reservado: Mario y Patri salían cogidos de la mano. Y las caras de "Las Víboras" eran todo un poema.
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No estaba del todo seguro de que esto era un buen plan, pero lo cierto es que también me apetecía divertirme poniendo celosa a Nuria. Patri había guardado en su bolso su colección de posavasos con las normas del juego. La cogí de la mano y noté un cierto cosquilleo en mi interior, pensé que eso no podía estar pasando ni podría pasar. Patri estaba un poco nerviosa, me contuve para no llamarla "berenjenita" y ambos salimos del reservado.
Al fondo vi a mis amigos con cara de sorpresa, y después dí un barrido rápido para ver los ojos de rabia de Nuria y el resto de "Víboras". Unos segundos más tarde pasé frente a ellas, y apreté la mano de Patri con más fuerza. Su ligera expresión de dolor me hizo relajar la presión ejercida.
— Hola Mario, ¿no me vas a presentar a tu nueva amiguita? –inquirió Nuria obligándome a parar mis pies.
— Es Patri, una amiga –me apresuré a responder rápido para que no se alargase la conversación.
Patri saludó con la mano y conforme iniciemos nuestra marcha en dirección a donde estaban Javi y Lucía, Patri tiró de mi mano. Su vestido se había quedado enganchado en algo, en décimas de segundo se giró y un vaso de ron-cola le cayó por encima.
— Lo siento –se disculpó Nuria entre risas. Eso me sirvió para confirmar que era una de sus artimañas y no había sido un accidente.
Ninguno de los dos aceptó sus disculpas. Acto seguido, tiré de la mano de Patri y la acompañé a la pequeña habitación que había tras la barra a modo de despensa. Javi y Lucía corrieron hacia allí y empezaron a soltar sapos y culebras sobre "Las Víboras", a la vez que le ofrecían a Patri un paño para secar su piel. No fui capaz de articular palabra por la rabia que tenía contenida. Patri estaba conmocionada y se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo por reprimir sus lágrimas. Tras un rato haciendo mutis, les dije a los chicos que acompañaría a Patri a casa para que se diese una ducha. Ella continuaba en silencio asimilando la situación.
De nuevo, la cogí de la mano y salimos del local sin mirar atrás. Tenía la mano cálida y apenas ejercía presión para mantenernos de las manos, así que entrecrucé mis dedos con los suyos. Era un pueblo pequeñito, por lo que nos movíamos a pie a cualquier sitio. Mi casa estaba a escasos diez minutos, en otra zona más baja del río. Durante el trayecto, no abrió la boca. Ni siquiera fui consciente de que la llevé de la mano todo el camino, y a esas horas nadie nos podría ver. Solté su mano para sacar las llaves de casa, una vez en el interior la acompañé hasta el baño y le dije que podía tomarse una ducha. Le presté un albornoz y unas zapatillas y le ofrecí ropa de mi hermana.
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No podía creerlo, no podría soportar este juego. Eran unas víboras de cuidado, así que hablaría con Mario para poner fin a esta locura. Mientras me bañaba no podía reprimir más mis lágrimas, así que me tomé mi tiempo para salir al exterior ya más tranquila.
— Lo siento, abandono el juego –dije con voz temblorosa.
— No puedes hacerlo. ¿De verdad que vas a darle a esas arpías el placer de salirse con la suya? ¿Y qué hay de esa cita tan importante del sábado? –me reprendió Mario.
— Yo no soy así, ¿comprendes? No soy vengativa ni miento, y ni mucho menos voy haciendo esta clase de jueguecitos –repuse a la vez que una lágrima bajaba por mi mejilla.
— Si te prometo que nunca más te faltarán al respeto ni harán este tipo de gilipolleces, ¿seguirías con el juego? –dijo Mario a la vez que enjugaba mi lágrima con suma delicadeza.
No obtuvo una respuesta verbal, pero dió por hecho que el juego continuaba. No sabía bien cómo me había sentido, era algo raro. Se mostraba amable y delicado conmigo, supongo que sería parte de este teatro.
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No me reconocía, yo sí que no era así. Pero se me había partido el corazón al ver a esa chica llorar, en el fondo me recordaba a los sollozos de mi hermana Lucía cuando el capullo de Lucas intentó propasarse con ella. Además, ¿tan importante era devolvérsela a Lucas, y ahora a Nuria, para prometerle a Patri que no le volvería a pasar nada? Los nervios estaban floreciendo en mi interior, y en mi cabeza me repetía una y otra vez la palabra JUEGO.