Del Juego al Amor

Capítulo 7

— ¿Qué fue lo que te pasó para tenerle ese miedo atroz al agua? –rompí el silencio que nos embargaba. No podía quedarme con la duda de por qué tenía ese trauma, y abarqué la conversación de forma tajante.


— ¿No dijimos que nada de temas personales? –replicó Patri pasando de su expresión de felicidad a miedo rotundo por afrontar este tema tan delicado.


— No es nada personal, es sólo a nivel profesional. ¿Fue eso lo que te llevó a estudiar psicología? –proseguí con el interrogatorio.


— Sí, hasta ahora nadie había podido ayudarme. Así que decidí dedicarme a ello e intentar comprender cómo podía superar mi trauma. Además, quería ayudar a otras personas a superar sus miedos, eso me motivó aún más –dijo Patri en tono reflexivo.


— A mí siempre me había llamado la atención cualquier profesión que servía de ayuda a la gente, pero le tengo pánico a la sangre. Así que descarté la opción de la rama sanitaria, y opté por este camino –añadí, esperando que con mi confesión ella terminase de abrirse a mí.


— Fue cuando tenía 5 años, estaba en la playa con mis padres. No sabía nadar, de hecho no sé nadar y aunque llevaba manguitos, vino una ola y me cubrió completa. Apenas podía respirar cuando llegó la siguiente ola. Mis padres corrieron para sacarme del agua, aún así tuvieron que administrarme oxígeno por ser tan pequeñita y temí que me volviera a suceder en un futuro. Nunca más me acerqué al agua, ni playa ni piscina ni río –expuso con voz temblorosa.


— Lo has conseguido, "patito" –fue lo más reconfortante que se me ocurrió, quitándole hierro al asunto con ese apodo que sé que no le gustaría.


— Gracias a ti –dijo sonriente.


Esta ya no era la chica que había conocido. Estaba feliz, y yo también lo estaba de verla. La acerqué a la orilla y la ayudé a subir. Después, salí yo del agua. El resto de jóvenes seguían en la parte más alta del río y "Las Víboras" no nos quitaban los ojos de encima, por lo que decidí pasar mi brazo sobre los hombros de Patri, a la vez que entrecruzaba mi mano con la suya. Ella me miró con gesto de ¡allá vamos, qué continúe esta telenovela! La guié hasta el tronco de un árbol y  dejé que su espalda descansase sobre él. Posé mis manos en sus caderas y recliné mi cabeza hacia la suya.


— ¿Te importa que te bese? –pregunté dudoso–. Prometo no incumplir las reglas del juego –añadí para que Patri no malinterpretara las cosas.


— Está bien, es sólo un juego –se repitió hacia ella misma en voz alta.


Comencé con un beso suave en el cuello, y fui trasladando mis labios recorriendo desde la parte alta de la mandíbula hasta llegar a la barbilla. Mis labios habían recorrido su rostro sin apenas darme cuenta, pero con toda la delicadeza del mundo. Noté como Patri se tensaba y se entrecortaba su respiración, no quería agobiarla. Paré en ese preciso instante. Me separé despacio de su cuerpo y pude contemplar cómo aún mantenía sus ojos cerrados.


— Espero no haberte agobiado –rompí el silencio, a la vez que acariciaba su mejilla.


— No, es sólo un juego –respondió ladeando su cara sonrosada de vergüenza.


No podía negarlo, había disfrutado del momento. Me gustó sentir su piel y escuchar los latidos acelerados de su corazón. No podía ser, pero creo que yo estaba cayendo en mi propio JUEGO.


— Estás mojada, creo que deberías irte a casa, o te costiparás "patito" –dije en tono sobreprotector.


— Llevas razón, tú también podrías resfriarte –contestó algo más fría de lo habitual.

 

★★★★★

 

Llevaba razón de verdad, estaba mojada, muy mojada. Mi corazón se había enloquecido al sentir sus labios en mi piel, incluso habría deseado que no hubiese parado. Y mi cuerpo también había respondido a estos estímulos. No paraba de repetir que esto era sólo un juego, pero ahora me estaba dando cuenta de lo que significaba el Juego del Amor.
Mario me acompañó a casa como venía siendo habitual. Aunque al inicio del trayecto fuimos caminando en silencio, esta vez fui yo la que rompió el tenso momento interesándome sobre sus intenciones con este juego.


— ¿Fue por Nuria por la que aceptaste este juego? –pregunté con cierta seriedad.


— ¿No dijimos que nada de temas personales? –repuso él con el mismo tono que yo había hecho la pregunta con anterioridad.


— Vale, llevas razón... Pero te recuerdo que "relaciones personales" era tarjeta amarilla, dos oportunidades y a la tercera Game Over, tú lo dijiste –contesté sin saber muy bien cómo reaccionaría.


— Dicen que quién hace la ley, hace la trampa. ¡Qué lista eres "patito"! –inquirió Mario sin darme respuesta alguna.


— ¿Y bien? –insistí golpeando su brazo con mi puño para presionarlo.


— Sí, fue por Nuria –masculló Mario.


— ¿Y qué fue lo que pasó entre vosotros? –proseguí con mi interrogatorio.


— Esta es tu segunda oportunidad, a la tercera Game Over –musitó recordando mis palabras–. Rompimos por un capullo que decía ser mi mejor amigo, el muy cabrón la sedujo y se enrollaron a mis espaldas. Luego llegó a mis oídos, y corté con ella –explicó Mario.


— ¿Y tú ahora quieres ponerla celosa y conseguir que vuelva contigo, no? Muy típico, de películas vamos –supuse al realizar mis preguntas con tono asertivo.


— No sé bien lo que quiero, sé que no debería perdonar a Nuria. Mi novia y mi mejor amigo... Me rompieron el corazón, joder. Yo estaba pillado hasta las trancas por ella, y ¡zas! –se sinceró Mario agregando una mezcla de nostalgia y resentimiento en su voz.


Tardé unos segundos en continuar con la conversación, me acababa de abrir su corazón, a su manera, pero me había confesado sus sentimientos.


— El resentimiento no te llevará a ningún sitio –proseguí metiéndome en mi papel de psicóloga– y la rabia tampoco. Hay dos caminos, olvidar y pasar página o perdonar y seguir escribiendo la historia. Pero eso ya depende de tí.




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