Del Juego al Amor

Capítulo 9

Llegamos a casa. Casi era la hora de cenar, así que me duché rápidamente para sentarme en la mesa... Estos días estaban siendo agotadores, pues yo que no era mucho de salir, apenas ponía el pie en casa. Así que decidí ponerme mi pijama, y cómo no, mi madre me reprendió por hacerlo.


— ¿Qué haces así vestida? –preguntó furiosa–. ¡Habíamos quedado en que iríamos a tomarnos un helado al café!


— ¿Cómo que habíamos quedado? Es la primera noticia que escucho –sentencié.


— Mamá, se me olvidó decírselo –añadió Raúl con tono asustado–. Lo siento.


— Está bien, después de cenar me cambio –dije resignada.


Mis padres se interesaron sobre cómo había transcurrido la tarde. Mi hermano les contó que había estado jugando con Mario todo el rato y que yo había estado leyendo. ¡Menudo chiquitín! Vaya historias se montaba, y lo peor, mis padres lo creían a rajatabla. El resto, una conversación cotidiana. Después de cenar, subí y me puse mi falda-pantalón combinada con una camiseta con los hombros descubiertos. No me había arreglado así en todo lo que llevábamos de vacaciones, ¿a quién quería impresionar? Quité ese pensamiento de mi cabeza.


Llegamos al café, Javi estaba en su oficio tras la barra y Lucía estaba preparando unas guirnaldas conmemorativas del 25° aniversario. Se notaban que eran caseras, pero eso le daba un toque más bonito. Raúl corrió a saludarlos y se quedó para ayudar con los preparativos. Yo hice lo mismo. Mis padres se sentaron en una mesa al fondo, habían quedado con los padres de Javi. Se notaba que el ambiente no era el mismo que el del sábado, ahora era un aura más familiar.


Miré a ambos lados, no había rastro de Mario... También busqué a Lucas en su trono, pero el espacio estaba vacío. Media hora más tarde entró mi supuesto novio con su ex. A todos nos cambió la cara al verlos, incluso a mi hermano. Nada más verme, Mario se dirigió hacia nosotros y Nuria se sentó justo en la mesa de enfrente, supongo que a esperar al resto de "Las Víboras".


— ¿Qué hacías con esa "Víbora"? –lo acorraló Lucía.


— ¿Otra vez vas a caer en sus redes? –apostilló Javi.


Yo me quedé en silencio, total había gastado mis dos oportunidades de tarjeta amarilla y prometimos no inmiscuirnos en los asuntos del otro. Al final, ¿quién era yo para pedirle explicaciones?


— Nuria quería quedar en la puerta del café para hablar, yo me negué pero ella se presentó aquí para esperarme –respondió Mario–. Me ha pedido que la perdone, que me quiere todavía y que nos demos otra oportunidad. No le he contestado.


— ¿Pero y por qué no le has dicho directamente que no, tío? –dijo Javi furioso.


— No sé, he preferido ignorarla –concluyó él.


— Bueno, vamos a ver el lado positivo: no le ha dicho que sí –repuso Nuria en un tono más amigable.


— No me presioneis, por favor –finiquitó el temita Mario.


— Pero... ¿para qué quieres otra novia, si ya tienes una? –preguntó con curiosidad mi hermano.


— Por eso mismo campeón –le contestó Mario entre risas.


Mientras tanto, yo quería morirme. Si hubiese existido la posibilidad de excavar un túnel bajo tierra, lo habría hecho.


— ¿Raúl lo sabe? –preguntaron Javi y Lucía al unísono.


— Yo no sé nada, es un secreto –replicó Raúl a la vez que hacía un gesto con la mano a modo de cerrar la boca con una cremallera.


Todos rieron a la vez, y hasta a mí se me escapó la risa floja. Pero, ¿sería cierto lo que decía Mario? ¿No quería estar con otra chica porque ya estaba conmigo? Sería una excusa tonta para callar a mi hermano, seguro.

 

★★★★★

 

No estaba seguro. Si antes estaba en el cruce de dos caminos, olvidar o perdonar, ahora se añadía un tercero: un nuevo amor. Mientras aclaraba mis ideas, podía aprovechar este juego para seguir dándole celos a Nuria y para conocer a Patri. De modo que proseguí:


— ¿Jugamos? –dije dirigiendo mi mirada a Patri, al mismo tiempo que me sentaba junto a ella. Estaba en un ángulo muerto para sus padres y justo en frente de la mesa de Nuria, no había ningún problema.


— ¿Al Mentiroso verdad? –repuso ella con cierto sarcasmo dándome a entender que estaba molesta por lo sucedido.


— Podemos jugar a otras cosas también –añadí, posando mi mano sobre uno de sus muslos que quedaba expuesto debajo de su falda. La acaricié desde la parte más próxima a la rodilla hasta el borde de su falda. Su respuesta fue instantánea, paró mi mano en seco bruscamente al colocar la suya encima. Me miró cabreada y yo le respondí besando uno de sus hombros.


— ¿Haré como que no he visto nada? –apostilló mi hermano–. Pero esto tiene un precio: quiero volver a ir a tu casa a jugar a la videoconsola.


— Está bien, el miércoles cuando tu hermana venga a ayudarme a estudiar, la podrás acompañar. ¿Trato hecho? –propuse, a la vez que Raúl asentía.


— ¿"Estudiar"? –preguntó Lucía entrecomillando con los dedos–. Creo que nos estamos perdiendo algo Javi –añadió dirigiéndose a mi colega.


— Estudiar, sin más. Cómo os gusta rayaros las cabeza, ehh... –dije un poco molesto por el malentendido.


— Bueno vale, ¿queréis helado? –concluyó Javi.


Después, mi amigo se fue a servir los helados, y Lucía y Raúl estuvieron colocando las guirnaldas. Patri y yo nos quedamos a solas, era lo que deseaba desde que llegué:


— ¿Estás preparada para las clases de mañana? –le pregunté a mi supuesta novia–. Mañana te darás un buen chapuzón, "patito".


— Me niego, ya me metí ayer en el río y con eso he tenido suficiente. Además, lógicamente no he traído bañador –espetó aún recelosa.


— ¿En serio te vas a rajar ahora? Te dije que lo intentaríamos juntos y creo que ya me vas conociendo, no soy de los que da su brazo a torcer. Por el bañador no te preocupes, Lucía tiene montones –añadí.




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