Raúl y yo nos apresuramos para llegar a la hora de la comida... Como llegásemos impuntuales a algún sitio, mi madre nos reprendía. Y se nos había pegado la hora mientras ideábamos el plan para esta tarde: Raúl convencería a mis padres para visitar cualquiera de esos lugares que les habían recomendado el día del picnic de bienvenida. Yo, por otro lado, les comentaría que iba a asistir a un cumpleaños con mis nuevos amigos, pero sin comentar que sólo vendría Mario a recogerme.
Como era de esperar, mi madre nos regañó por las horas que eran, pero mi hermano estaba listo para echarme un cable:
— Mamá, no te enfades... Quería jugar con los niños del taller y Patri accedió a que me quedase un ratito más –dijo tan convincente como siempre.
— Está bien, pero sabéis que no me gusta que lleguéis tarde, se enfría la comida –dijo ya menos cabreada.
Comimos en familia en el jardín, y después descansamos junto al río. No paraba de mirar mi teléfono móvil, incluso mi padre se dio cuenta y me preguntó por ello. Ya les había explicado que Lucía me escribiría para concretarme la hora y que por eso lo comprobaba continuamente.
— Bueno cariño, ¿cuándo quieres que vayamos a visitar las ruinas de la montaña? –le preguntó mi padre a Raúl– No quiero que anochezca para volver a casa.
— Salimos en media hora, que aún me falta por preparar mi kit de supervivencia –acordó mi hermano.
Ya eran casi las seis, salí a despedir a mi familia y fijé la vista en mi móvil: ningún mensaje nuevo. Subí corriendo para empezar a prepararme, tenía que ducharme y lavarme el pelo para después arreglarme... Se me iría más de una hora fácilmente. Perdí casi veinte minutos en escoger qué me podría, me decanté por unos shorts de tiro alto y una camiseta ancha anudada a la cintura. De repente, recibí un mensaje de un número desconocido, debía ser Mario:
A las 20h paso a recogerte. Nos vemos "patito" ;-)
Eran casi las seis y media, tenía tiempo todavía pensé... Puff, pero era demasiado tarde, recé para que mis padres aún no hubiesen regresado para esa hora. Entré a la ducha, y a las siete y veinte ya estaba fuera. Me vestí y comencé a echarme mil productos en el pelo para que quedase perfecto, aún necesitaba secarlo con el difusor o mis rizos no quedarían bien definidos. Puse música, eso me alegraba siempre y me recargaba las pilas. Esta vez, elegí un tema de Aitana. Me encantaba la evolución de esta artista en su nuevo álbum "Alpha", y elegí mi canción preferida de "Los Ángeles". La puse a todo volumen, o no la escucharía con el ruido del secador.
★★★★★
Había quedado a las ocho con Patri, pero no aguantaba más tiempo sin verla, así que me acerqué hasta su casa con media hora de antelación. Me aproximé a la puerta de entrada y desde el exterior se escuchaba una canción:
Mientras no sabían
Yo te besaba a escondidas
Eso nadie te lo hacía
Me buscabas, me comías
"Los Ángeles" de Aitana, buena elección. Toqué el timbre varias veces, sin obtener respuesta alguna. Decidí acceder a través del jardín a la puerta que conectaba con la cocina. Estaba abierta, así que entré. Conforme me acercaba a las escaleras, la canción se escuchaba más fuerte y se mezclaba con una voz de fondo. Patri estaba cantándola, me entraron ganas de reír, pero seguí subiendo en silencio:
No importa que sea a escondidas
Se vive solo una vida
Porque aunque no estemos juntos
La gente ya lo sabía
Abrí la puerta de su cuarto sin hacer el menor ruido, allí estaba ella cantando mientras secaba su pelo:
Silencio en la biblioteca
Los ángeles también pecan
Me miras y no hay que decir más
Fui acercándome hacia ella...
Que cuando se encuentra a esa persona
Que cuando te toca...
— Te obsesiona –recité a la vez que acariciaba su hombro.
Patri se giró sorprendida, la invadía el miedo y el nerviosismo. Eso hizo que cantara esa parte de la canción con voz temblorosa.
— ¿Cómo has entrado? –fue lo único que me dijo después de reponerse del susto.
— He tocado el timbre, ví que nadie abría y me encontré que la puerta de la cocina estaba abierta. Decidí subir y darte una sorpresa –expliqué como si estuviese contando un cuento.
— Está bien, pero podías haberme llamado por teléfono antes de entrar a hurtadillas en mi casa –balbuceó Patri–. Me recojo el pelo y estoy lista.
– Déjalo suelto, estás preciosa así –le aconsejé mientras tiraba de uno de sus tirabuzones.
Patri elevó los hombros como si aceptase mi sugerencia... Pero, ¿le había dicho que estaba preciosa? ¡Qué estaba haciendo!
★★★★★
Después del susto de muerte que me había dado Mario, me llamó "preciosa". No supe que responderle, así que hice ademán de hacerle caso. La canción estaba terminando y definía lo que sentía en ese preciso instante:
No me importa qué dirán
Si a ti no te asusta, no me asusta
Yo quiero otra noche
Así que dejé mis rizos libres y nos fuimos a disfrutar de otra noche más los dos. Me vino bien que Mario se adelantara a la cita, o mejor dicho, quedada, así mis padres no me pillarían. Diez minutos más tarde estábamos en el chalet de Iván, un turista que recién llegaba a veranear, pero a diferencia de mí ya llevaba unos cuantos años más viniendo aquí. Fue muy amable, me presentó al resto de invitados y nos encontramos con Javi y Lucía que habían venido directos del café. Iván se acercó a nosotros cuatro y le preguntó a Mario por la fiesta del jueves. ¿Qué fiesta sería? Yo no sabía nada.
— Espero que montes el fiestón del siglo, que es tu cumpleaños –prosiguió contando el anfitrión de la noche.