Hicimos caso a lo que ordenó Nuria, nos sentamos en el centro del salón y alguien sacó una baraja de cartas. La partida comenzó como siempre, hasta que en la primera ronda, una "Víbora" le levantó las cartas a Iván:
— ¡Mentiroso! –exclamó con voz juguetona mientras el chico se reía–. ¿Verdad o reto?
— Reto –eligió él.
No podía creerme que esto se hubiese convertido en una especie de "Juego de la botella". Y encima, con lo mala mentirosa que yo era. Esto no acabaría nada bien, lo sabía.
— ¡Quítate los pantalones! –le dijo ella con su tono juguetón característico, y él lo hizo.
El juego siguió avanzando, un par de chicos se habían besado y otros tantos habían realizado retos absurdos. Finalmente, otra "Víbora" levantó mis cartas y me llamó mentirosa... Acertó, y me realizó la misma pregunta que había formulado su amiguita:
— Verdad –comenté nerviosa, mientras me abucheaban por mi elección.
— ¿Te ha besado Mario? –preguntó inquietante.
— Sí –contesté. Al fin y al cabo no mentía, me había besado en otras partes del cuerpo aunque no en la boca.
— ¿Has estado en su habitación? –sugirió con tono malicioso.
— Sí –dije la verdad. No habíamos hecho nada, pero sí que había entrado a su cuarto.
— ¡Qué sorpresa! –soltó Nuria a la vez que yo me ponía colorada.
Prueba superada pensé. El juego siguió y otro chico le levantó las cartas a Nuria, mentía y, cómo no, eligió reto.
— ¡Dale un buen morreo a Mario! –ordenó él, mientras Nuria se relamía los labios.
Y así fue, me convertí en una espectadora del burdo teatro que Nuria montó para cumplir el reto. Fue repugnante ver cómo besaba a mi supuesto novio, y encima Mario no dijo nada. Pero no podía inmiscuirme en sus asuntos, era una regla del juego.
Después, volvió a mi turno. ¿Por qué "Las Víboras" me la tenían jurada? Otra vez me pillaron en mi mentira y repetí la jugada anterior:
— Verdad –proclamé.
— ¿Con cuántos chicos has estado antes? –inquirió como si la repuesta fuera obvia, y estaba en lo cierto.
— Con ninguno –repuse en voz baja mientras Nuria se reía de mi contestación.
— No vale, sólo se puede elegir la opción de "Verdad" una sola vez –expuso Nuria tras finiquitar su exagerada risa–. Esta vez no te salvas del reto, "turista".
Mi cara indescriptible lo decía todo, las muy cabritas habían aprovechado la ocasión para hacerme otra pregunta, y ahora anular mi elección. Al mismo tiempo llegó Lucas al chalé, con su entrada triunfal habitual.
— Y ahora tendrás un castigo, no serás tú quien haga el reto, sino quién lo reciba –añadió la idiota de Nuria a la vez que señalaba a Lucas y proseguía con su plan–. ¡Quítale la camiseta!
A Lucas se le encendieron los ojos de euforia, a Mario de rabia. Sin darme cuenta, Lucas había tirado de mí, llevándome a la mesa del salón. Me sentó en ella y abrió ligeramente mis piernas para aproximarse a mi cuerpo. Comenzó soltando el nudo que llevaba mi camiseta en la cintura, y acto seguido me la quitó de un tirón. Vi el fuego en su mirada, me cogió de la cintura al mismo tiempo que me bajaba al suelo y me susurraba al oído:
— El sábado te veo, guapa –con tono ardiente en su voz.
Volví al mundo real, estaba en sujetador delante de todos. Me sonrojé y corrí hacia el baño. Lo que más deseaba había pasado, estar junto a Lucas, sentir sus manos en mi piel y su cuerpo junto al mío. Eran dos sensaciones totalmente distintas si lo comparaba con la primera vez que Mario me había tocado. Era la lujuria contra la delicadeza, no había sentido lo mismo.
Lucía corrió tras de mí, y abajo el juego se dió por terminado. Mi amiga me aconsejó que no debía de haberle dejado hacer eso si yo no quería, y menos que fuese el imbécil de Lucas el encargado del reto. Ahora todos sabían que esto era completamente nuevo para mí, eso me puso aún más nerviosa. Me puse la camiseta y accedí de nuevo al salón, pero ahora cada uno estaba a su rollo y las parejitas habían desaparecido. Javi se acercó a preguntarme si estaba bien y le sugirió a Lucía que ya era hora de irse. Me despedí de ambos, mientras Mario sólo me observaba en silencio. Ya repuesta fui yo la que rompí el hielo:
— ¿Qué? ¿No vas a decir nada? –pregunté algo furiosa por ser el único que no se había interesado por mí.
— ¿Por qué lo has hecho? –respondió él un poco dolido.
— ¿A qué te refieres? Si es por lo de que me habías besado y había estado en tu habitación, era verdad. No con el tono en el que ellas decían, pero sí –repuse yo rápidamente.
— No me refiero a eso, sino a que nunca antes has estado con nadie –aclaró con voz rota.
— ¿Y qué querías que hiciera? Si me avergüenza decirlo –solté frustrada–. Además que dijimos que nada de relaciones personales.
— Joder, pero te he tocado... Te he acariciado... Te he besado... Y te merecías que todas tus primeras veces fueran con alguien a quien tú amaras –replicó con tono serio–. Ahora entiendo todas las limitaciones de este juego, si lo hubiera sabido te habría ayudado con tu hermano sin necesidad de que sufrieras así –prosiguió.
— ¿Qué pretendes? ¿Terminar el juego? –apostillé–. Fuiste tú el que me convenciste de seguir con él para hacérselas pagar a Nuria. Además, no quiero que acabe este juego –concluí mientras una lágrima recorría mi mejilla.
★★★★★
¿No quería terminar con el juego? No entendía por qué. Pero ver su lágrima caer hizo encender mi instinto sobreprotector. Acerqué mi mano a su mejilla, pero la retiré antes de que enjugase su lágrima. Entonces Patri abrió su bolso e hizo ademán de sacar un pañuelo, vi los posavasos con las normas del juego que seguía guardando en su interior. Cogí el rojo:
— "No hacer nada que la otra persona no quiera hacer" –leí–. Esta regla debes aplicarla a la vida en general, no permitas que nadie haga algo sin tu consentimiento.