Del Juego al Amor

Capítulo 15

Desayuné volando, me había despertado demasiado tarde después de la noche de insomnio que había pasado pensado en mi dulce "patito". Si no tomaba algo rápido, no podría hacer la digestión a tiempo para seguir con nuestras clases de natación. ¿Quién me iba a decir que hace un mes, o mejor dicho, tan solo cinco días atrás habría recuperado las ganas de sonreír, de enamorarme? Patri había aparecido para poner patas arriba todo mi mundo, este último mes sólo me rodeaba la melancolía y la ira. Esos sentimientos se habían desvanecido a medida que conocía a esta inolvidable chica.


Me encontré en casa sólo. Sabía que mis padres estarían fuera trabajando, me habían prometido que el domingo tendrían el día completo libre y celebraríamos mi cumpleaños. De modo que hoy sería como un día cualquiera, pero acompañado de la mejor forma posible y eso ya era suficiente para mí. Me bastaba tener la presencia de Patri para ser feliz... ¡Menudas idioteces se pasaban por mi mente desde que estaba enamorado!


Patri apareció por la puerta y corrió hacía mí como si llevásemos días sin vernos:


— ¡Felicidades! –exclamó a la vez que me abrazaba y besaba con suavidad mi mejilla.


— ¡Gracias "patito"! –repuse correspondiendo su gesto y besando su otra mejilla–. No todos los días se tienen tres "patitos" –añadí a colación del mensaje que le envié la noche anterior.


— ¡Qué bobo! –replicó Patri con tono amoroso–. ¿Seguimos con la clase?


— Claro, pasa al baño y cámbiate. Te espero aquí –inquirí tal y como hizo en nuestra clase anterior.


— Hoy traigo el biquini puesto –pronunció mientras subía su vestido y se lo quitaba.


Me quedé embelesado mirando su cuerpo, era un biquini sencillo pero en ella todo se veía sexi. Era muy atractiva, no había visto su cuerpo tan descubierto desde la noche en la que Lucas tiró de su camiseta. Joder, Lucas. Me cabreé por un instante, pero deseché ese pensamiento segundos más tarde. No dejaría que ese cabrón me impidiese disfrutar del momento, además no pude percatarme del cuerpo de Patri esa noche por la rabia que me corroía.


— ¡Todo te sienta bien! –aplaudí sin querer soltar algún comentario indebido que pasaba por mi mente.


— ¡Vamos al agua! –prosiguió ella al tiempo que se metía en la piscina.


— ¡Quién te ha visto y quién te ve! –emití ante mi asombro–. ¡Cómo se nota que tienes el mejor profesor!


— ¡Venga, vamos! –dijo Patri entre risas y chapoteando a la vez que me mojaba a mí que aún estaba en el borde de la piscina.


— ¡Voy, voy! –repliqué.


Esa mañana aprovechamos la clase de natación para que empezase, con mi ayuda, a aprender a nadar. La sostuve a la vez que movía sus brazos y piernas como un renacuajo hacía para nadar en su charca. Patri estaba pletórica, radiaba felicidad por sus poros y el miedo había quedado atrás. Me dispuse a soltarla lentamente para que no se percatase de ello y continuase nadando sola. Lo había logrado, pensé después de ver mi objetivo cumplido.

 

★★★★★

 

Por supuesto que Mario era el mejor profesor del mundo, y el mejor amigo... Me apoyaba y siempre estaba para mí, ¿a quién quería engañar? Estaba perdida dentro de nuestro propio juego, y no sabía cómo expresarlo. De repente me dí cuenta de que no me estaba sujetando y que me encontraba sola nadando en la parte más profunda de la piscina.


— ¡Mírame Mario! ¡Tu "patito" está nadando sola! –grité llena de alegría.


— ¡Sabía que lo conseguirías! –me respondió tan sonriente como yo estaba en ese momento–. ¡Ven hacia aquí!


Asentí y me dispuse a llegar hasta donde Mario se encontraba. Lo habíamos conseguido, juntos, esa era la clave. Me armé de valor y nadé hasta él. Mario se encontraba en el otro extremo de la piscina, de espaldas a la entrada del jardín. De forma que decidí aprovechar la ocasión para demostrarle que mis dotes de mentirosa habían mejorado. Me acerqué hasta él, llegué un poco cansada por el sobreesfuerzo que me generaba nadar yo sola. Posé mis brazos sobre sus hombros y rodeé con mis piernas su torneado cuerpo:


— Mierda, Nuria está entrando –comencé con mi mentirijilla.


— ¿Y qué hace aquí? –repuso Mario extrañado.


— Ni idea... ¡Será mejor que sigamos con el juego! –agregué mientras comenzaba a depositar pequeños besos desde su hombro hasta su cuello. Mario respondió sujetándome por la parte baja de mis muslos para acercarme más a su cuerpo.


Puse todo mi empeño en que mis actos demostraran la misma delicadeza que los suyos. Fui subiendo desde su cuello hasta la parte trasera de su oreja, justo en ese momento Mario tiró de mis piernas enroscadas en su tronco hacia arriba haciendo que yo jadeara.


— Patri –susurró de placer al mismo tiempo que yo lo besaba tras el lóbulo de la oreja.

 

★★★★★

 

No podía expresar el placer que Patri estaba despertando en mí a la vez que me besaba. Tanto fue así que tuve que elevar sus piernas para que no notara mi excitación, que aumentó con su jadeo. Quería que esto nunca acabase, justo cuando besó la parte sensible detrás de mi oreja no pude contenerme y gemí su nombre. Patri se detuvo, noté su respiración agitada y, por mi bien, puse tierra de por medio, mejor dicho, agua de por medio.


— Lo siento –expuso en tono de súplica.


— No te preocupes, sé que era por Nuria –repuse yo para poner fin al incómodo momento–. ¿Dónde está Nuria?


— Lo siento –repitió Patri de nuevo–. ¿He mejorado diciendo mentirijillas, no? –agregó un poco asustada.


— ¿Cómo que mentirijillas? –pregunté a modo de respuesta.


— Sí, pensé que sería buena idea demostrarte que también había aprendido a mentir –dijo temerosa.


¿Qué esto se trataba de una mentira? Pero, ¿por qué había hecho eso? Me estaba enfadando y la expresión de Patri cada vez mostraba más temor. Decidí relajarme y no tomarla con ella, solo se me ocurrió una manera de hacérselas pagar:




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