No me esperaba que mi colega y mi hermana interrumpieran lo que más deseaba hacer desde que había conocido a Patri. Pero lo que menos me esperaba era que la chica a la que había estado a punto de besar se había alejado de mí para ir con ellos y gritar "sorpresa". ¿En serio estaba ocurriendo esto? No me quedaba otra que resignarme y agradecerles el detalle que habían tenido por este día tan especial. Me acerqué a ellos y los rodeé con mis brazos:
— Sois los mejores del mundo –expresé–. Mi hermana, mi mejor amigo y... mi "patito". Muchísimas gracias por la sorpresa, no pensaba que haría nada especial para celebrarlo y... me he emocionado.
— Eso no es todo, ¿crees que con unos cuantos globitos lo celebraríamos como mereces? –aclaró Javi.
— Vamos dentro hermanito, ¡a ver si te gusta lo que hemos preparado! –musitó Lucía.
Dejé que la pareja pasara primero y yo aproveché para apoyar mi mano sobre la espalda de Patri haciendo ademán de que los siguiese delante de mí.
— ¡Eres todo un caballero! –repuso cariñosamente.
Los chicos habían decorado todo el salón. Ahora entendía el ruido que había escuchado mientras estaba enfrascado en chinchar a Patri, estaban haciendo de las suyas. Guirnaldas de luces rodeaban la estancia y la pared principal estaba repleta de globos a los que se sumaron los que llevaban ellos sujetando.
— Creía que estabas demasiado ocupada con los preparativos del café –le dije a Lucía–. Además, ¿qué hay de tí? ¿Acaso no cumples años tú también?
— Pues claro que lo sé, tonto. Pero como llevabas un tiempo de bajón, no quería quitarte el protagonismo –refunfuñó.
— Ven a mis brazos –le dije mientras besaba su cabello pelirrojo–. ¡Felicidades para tí también! ¡Te quiero!
Yo nunca había sido tan expresivo en cuanto al tema de mis sentimientos, ahora me apetecía decirle a todos mis seres queridos lo importantes que eran para mí. Se podía decir que con la llegada de Patri mis emociones habían aflorado y no las reprimiría nunca más.
– Javi, tío, a tí también te quiero –agregué casi con lágrimas en los ojos, dando una cachetada en la cara de mi colega.
— ¡Y encima me he librado del curro hoy! Otro motivo más para celebrar –dijo Javi entre risas.
— ¡Ven a la cocina! ¡Todo esto es obra de Patri! –recitó Lucía.
Entré a la cocina, y vi todo repleto de tentempiés salados y dulces. En la nevera había un pastel de chocolate enorme con mi nombre y el de Lucía rodeado de veintidós velas. No había tiempo material para que Patri hubiese podido preparar todo esto sola.
— ¿Cómo has podido prepararlo todo en tan poco tiempo? –pregunté asombrado.
— Raúl me ha ayudado –confesó alabada.
— ¡Qué bueno es mi cuñadito! –exclamé–. ¡Cómo no voy a quererlo!
— ¿Y qué hay de mí? –replicó Patri, ya que había sido la única a la que no había expresado públicamente mis sentimientos.
— ¿De tí, "patito"? –inquirí alargando el espacio de tiempo antes de dar paso a mi siguiente intervención–. A tí es a la que más quiero –le susurré junto a su oído–. ¿El sentimiento es mutuo?
— Sí –contestó de forma tajante. Aunque prefería un "yo también te quiero", me conformé con su afirmación.
Estuvimos charlando amenamente mientras degustábamos la infinidad de platos que Patri y Raúl habían preparado. Todo estaba de rechupete, esta chica tenía un don. Aún no había descubierto ningún defecto en ella, era perfecta. Nada más con mirarla se me caía la baba de contemplar sus gestos, su forma de hablar, cómo se sonrojaba con cualquier alabo hacia ella. Me dispuse a sacar la tarta del frigorífico, pero los chicos se negaron a que lo hiciese. Esa sorpresa no había sido la única.
— Tenemos preparada una fiesta para esta noche... Así que dejad algo para los demás –ordenó Javi al tiempo que me daba un manotazo para que dejase ya de comer.
— ¡A sus órdenes mi capitán! –repliqué generando las risas del resto.
★★★★★
La tarde continuó repleta de historias graciosas que Javi había vivido en el café, de las nuevas ideas que Lucía tenía para reformar el local este año, de las aventuras acuáticas de Mario con los niños de natación y de los líos en los que Raúl me había metido. Los cuatro formábamos el equipo perfecto, no me arrepentía de nuestro destino de vacaciones, ni de que mi hermano se hiciese pis y mis padres me obligasen a acompañarlo. Todo había desembocado en conocer a los que ahora se habían convertido en las personas más especiales de mi vida, sobre todo Mario.
Sin darnos apenas cuenta llegó la noche y comenzaron a llegar amigos de ambos hermanos. Esta fiesta de cumpleaños estaba más animada que la de su amigo Iván y también esperaba que terminase de mejor forma. Mario y Lucía se dispusieron alrededor del pastel de cumpleaños y soplaron las velas rodeados por la ovación de todos los asistentes, que cantaban animosamente el himno de "Cumpleaños feliz".
Estuve dándole vueltas a la cabeza, ¿qué me faltaba? Darle el regalo a Mario. El hecho de estar en un pueblecito incomunicado no me ayudó mucho en ese aspecto. La tarde anterior mientras organizábamos la fiesta, a Lucía le gustó un brazalete étnico que llevaba, así que se lo entregué como regalo. En cuanto al obsequio de Mario, era un poco diferente.
Entre los papeles de mi padre había encontrado un dossier con separadores, de forma que decidí apropiármelo y escribí en unos posavasos del café una modificación de las reglas de nuestro juego y los introduje en cada apartado. Lo envolví con papel de periódico y lo dejé en la entrada principal de su casa, que no se solía utilizar ya que al menos en verano todos accedían a través de la puerta del jardín que daba al salón. De esa manera, era menos probable que se percatara de su existencia. Fui a por mi presente, a la vez que vi cómo Nuria se bajaba de una moto de gran cilindrada muy parecida a la de Lucas... ¿A cuento de qué venía a la fiesta?