¿Qué hacía Nuria en la fiesta? ¿Y cómo se le ocurría venir a felicitarme como si nada hubiese pasado? No quise entrar en su juego, así que pensé que lo mejor era salir de allí y que desapareciera de mi vista. Me fui a la zona arbolada que se encontraba en la parte trasera de la casa, posé mi vista en el firmamento. Era una noche oscura, sólo brillaba una estrella en el cielo, y mi mente recordó la vez en la que Patri me mostró el mensaje de su madre llamándola "cielito".
Estuve treinta minutos de reloj mirando el cielo, en soledad, recordándola. Entonces decidí regresar a la fiesta, pensé en acceder a través de la puerta de la entrada pues no me apetecía tener que interactuar con cualquiera que me encontrase a mi paso. Sólo quería verla a ella. Al entrar al vestíbulo me llamó la atención un paquete embalado con papel de periódico, ponía mi nombre y por la caligrafía descubrí su remitente al instante: Patri. Lo cogí y subí a mi habitación para abrirlo. Quizá debería haber esperado a que ella misma me lo entregase, pero no pude contenerme.
Quité el envoltorio y una carpeta con varios separadores quedó a la vista. En la portada se leía "El Juego del Amor. Parte 2". Fui abriendo cada uno de los apartados, donde se divisaba un posavasos de color al igual que los que Patri utilizó el primer día de esta aventura. Estas reglas parecían ser algo distintas a las anteriores, y eso me llenó de alegría. Procedí a leerlas una a una:
1) Apodos cariñosos, siempre precedidos de "mi"
Por mi cabeza pasaron todos los nombres con los que me había referido a ella: "calabacita", "tomatito", "berenjenita", "cielito", "patito"... Mi "patito", ese era mi favorito.
2) Contacto físico, sin restricciones
Eso me llevó a imaginar todas las cosas que había querido hacerle y que por esa maldita norma no había podido. Ahora ya no me reprimiría nunca más. Corrí a leer la siguiente regla que tanto deseaba hacer y que a punto había estado de incumplir esa misma mañana.
3) Besos con lengua, sin lengua, en la boca, en el cuello, en la cara, y en otros sitios que no quiero mencionar
¡Cómo me gustó esa idea! No dejaría ningún rincón de su cuerpo sin besar, me volví loco solo de pensarlo. O pasaba rápido a la siguiente, o mi cabeza no cesaría en imaginar cómo mis labios rozaban cada zona de su cuerpo.
4) Hacer todo lo que queramos hacer, JUNTOS
Lo que más me impresionó de esta norma fue la palabra "juntos". Hasta ahora no habíamos pasado tiempo juntos más allá de hacer cualquier cosa con la excusa del juego. Así que ahora podríamos hacer todo lo que nos apeteciese sin pretexto alguno. Además era tarjeta roja, no ponerla en práctica conllevaría el fin de lo nuestro.
5) Conocernos mejor: ahora hay un NOSOTROS
"Nosotros". Volví a repetir esa palabra en mi mente. Sólo había logrado descubrir su trauma con el agua con la excusa de mi profesión, pero había miles de dudas y curiosidades que quería conocer de Patri: su color favorito, su comida preferida, sus hobbies... Ahora había un "nosotros". Dije esto último en voz alta, a la vez que la puerta de mi dormitorio se abría y alguien apagaba la luz.
Debía de ser Patri, quería completar la sorpresa... Y esperaba que pusiera en práctica todas y cada una de las normas adaptadas del juego. La chica avanzó hacia la orilla de la cama donde yo estaba sentado, colocó su mano en mi pecho y me empujó hacia atrás. Yo retrocedí de modo que quedé tendido sobre la cama mientras que ella se aproximaba y se colocaba sobre mí. Comenzó a desabotonarme la camisa, sus actos demostraban pasión y fervor. Sus labios recorrieron mi pecho y subieron por mi cuello hasta la zona sensible detrás de mi oreja. Esos besos no venían de mi "patito", ahora sabía que no era ella. No había sentido ese fuego en mi interior que estos últimos días notaba con el tacto de su piel ni el calor de sus labios. Era la víbora de Nuria. De repente escuché mucho jaleo en el jardín, presentí que algo malo le había sucedido a Patri. Mi cuerpo reaccionó, ladeé a Nuria y salí corriendo, ni siquiera la reprendí por sus actos.
Mis pasos me llevaron a apartar a toda la gente que se agolpaba frente a la piscina. Mi cara palideció al ver a mi "patito", estaba mojada, tumbada en el césped y sin apenas aliento. Sus ojos se iluminaron al ver mi rostro, pero a los pocos segundos me miraron con indiferencia. Yo hice caso omiso a su expresión, la cogí en brazos y la llevé a mi dormitorio. Con cuidado la dejé reposar sobre mi cama, me senté a su lado y acaricié su mejilla como siempre hacía cada vez que una lágrima la recorría.
— ¿Estás bien? ¿Cómo ha pasado esto? –pregunté preocupado.
— Qué más da, si tú no estabas allí –respondió sumida en su tristeza.
— Eso es lo que más me duele, no debía haberte dejado sola –continué disculpándome.
— Ya veo que estabas entretenido, bastante entretenido –dijo Patri cortando mi discurso.
— No ha pasado nada, te lo prometo –repuse rápidamente–. Todo ha sido un malentendido, de verdad.
— No me mientas, ya sé que no puedo pedirte explicaciones, pero me duele tanto –expresó ella sollozando.
— Te lo explicaré todo: cogí tu regalo, lo abrí en mi habitación y comencé a leer todas tus anotaciones. De repente alguien entró en el cuarto, creía que eras tú, te juro que pensaba que eras tú, y todo estaba oscuro... Yo no quería, en serio créeme, Nuria se abalanzó sobre mí... –traté de justificarme.
— No sigas, ¿y esas marcas de pintalabios que recorren tu cuerpo? ¿Tampoco sabías lo que estaba haciendo? –me reprendió.
— Oí un ruido abajo y corrí hasta allí. Quería ayudarte... –continué diciendo.
— ¡Mientras tú estabas enrollándote con tu ex, una de sus amiguitas me empujó a la piscina! –gritó entre llantos–. Y no estabas ahí para ayudarme, ¿sabes cómo me he sentido? –agregó rota de dolor.