Llegó el sábado, y mis padres a primera hora entraron a nuestras habitaciones y se despidieron de nosotros, pues aún estábamos en la cama. Me alegré de que no estuvieran aquí durante todo el día, regresarían a la mañana siguiente para evitarse un largo trayecto nocturno. De esa forma, contaba con un día más para recuperarme definitivamente, o por lo menos de cara a la galería.
Raúl y yo desayunamos en el sofá, ser los anfitriones de la casa ahora tenía sus ventajas. Mi hermano se acercó a mí, me abrazó y eso me dió fuerzas para afrontar la jornada. No pronunció palabra alguna sobre lo sucedido, en el fondo su madurez era superior a la de un niño de siete años. Había aceptado que Mario no volvería a ser su cuñado.
A eso de media mañana recibimos una visita inesperada: Javi tocó al timbre y nos agasajó con unas empanadas especiales que había preparado por el 25° aniversario del café. Agradecí su ofrecimiento, puesto que en realidad no tenía nada personal contra Javi y seguía siendo mi amigo.
— Javi, siento no haber respondido a vuestros mensajes, o sea, de Lucía y de tí –aclaré para que no me malinterpretara al pensar que también incluía a Mario en el grupo.
— No te preocupes, te entiendo –respondió Javi–. Pero no he venido aquí a hablar de ese tema –prosiguió haciendo sembrar la duda.
— ¿Y de qué se trata? –expuse forzando el tono de mi voz para no parecer preocupada, a la vez que esperaba que la palabra "Mario" y "reconciliación" no saliesen de su boca.
— He pasado por aquí para invitar a este chiquitín a la jornada infantil que hemos preparado dentro del programa de nuestro aniversario –concluyó él dirigiéndose hacia mi hermano–. Es esta tarde a las cuatro, y solo durará un par de horas como mucho.
— Está bien, pero... –balbuceé pausando mi frase al mismo tiempo que Javi me interrumpía.
— No es necesario que vengas a traerlo. Yo estaré algo liado, pero Lucía se pasará a recogerlo –añadió como si ya estuviera todo planeado.
— De acuerdo. Si Raúl quiere ir, por mí no hay problema –repuse con cierta resignación. De esa forma, ni mi hermano estaría para acompañarme a pasar este mal rato.
— ¡Sí! ¡Por supuesto que quiero ir! Así veo a mis nuevos amigos. Dile a Lucía que la espero esta tarde –respondió Raúl la mar de contento.
— ¡Claro que irán! –dijo Javi con tono victorioso–. Por cierto Patri, me ha dicho mi chica que si aún tienes el bañador que te prestó.
— Lo había olvidado, lo tengo arriba en el dormitorio. ¡Voy a buscarlo! –exclamé dirigiéndome hacía allí.
Bajé en un par de minutos, le devolví la prenda a Javi y nos despedimos. La verdad que esta visita nos había hecho desconectar durante un tiempo, y tampoco quería arrastrar a Raúl a la desolada tarde que me esperaba. Sabía que a mi hermanito esto le había alegrado el día, y verlo tan feliz me hizo sonreír.
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Estaba impaciente, abría el chat del grupo continuamente pero Javi aún no se había manifestado. Las agujas del reloj parecían no avanzar y me estaba volviendo loco. Media hora más tarde, el sonido de una notificación de mi móvil puso fin a esta agonía:
Plan P: ~ Javi: Todo en marcha...
Plan P: ~ Javi: Raúl vendrá a la fiesta infantil de esta tarde, he quedado que Lucía lo recogería antes de las 16h.
Plan P: ~ Javi: Próximo paso, Lucía a las 15:30h en el chalet de P.
Plan P: ~ Javi: PD: Raúl se apunta al plan, y le manda saludos a su cuñado.
Tomé aire, de momento todo iba sobre ruedas. Prometí no darle vueltas al coco todo lo que quedaba de tiempo hasta la siguiente maniobra.
Mis padres habían preparado multitud de platos con motivo de la celebración de mi cumpleaños para el siguiente día. No pude soportar la tentación y piqué de varios de ellos, hasta que recibí un manotazo de mi madre como respuesta. Lucía no vendría a comer, prefería ultimar los preparativos y picotear algo en el local. Así que mis padres y yo nos sentamos frente a la mesa y nos dispusimos a saciar nuestro hambre. Me mantuve inmerso en una de esas conversaciones cotidianas que te hacen olvidar lo rápido que pasa el tiempo, y cuando me percaté casi era la hora de que siguiera la jugada. Le deseé suerte a mi hermana.
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Me apresuré a recoger los platos antes de que Lucía llegase a por Raúl. En cuanto a mi hermano, bastó con decirle una vez que se preparara, algo a lo que me tenía muy poco acostumbrada. No le dí importancia, sabía que mis amigos no me presionarían con el tema y eso me aliviaba.
Eran las tres y media del mediodía cuando Lucía llamó a la puerta. Raúl estaba en el sofá, dió un salto y se apresuró a abrir llegando segundos antes que yo hasta el vestíbulo.
— Buenas tardes, ya veo que Raúl estaba esperándome –refirió Lucía al percatarse de que el niño llevaba hasta la mochila puesta.
— Hola Lucía. Puedes pasar si quieres, estaba recogiendo la mesa –expresé para avisarla del desorden del que pronto sería partícipe.
— Ven, pasa por aquí –la guió mi hermano hasta el salón–. Voy a coger un par de cosas para mi kit de "Cómo pasar una tarde genial". Espera un segundo –agregó con su tono guasón.
— Está bien, no hay prisa. He venido con tiempo –apostilló ella a la vez que se dirigía hacia la cocina donde yo estaba fregando los platos.
— Menuda tarde me espera –fue lo único que se me ocurrió decir.
— ¿En serio piensas quedarte aquí todo el día? ¿No ibas a quedar con alguien esta noche? –repuso Lucía sin mencionar nada de que ese era el objetivo del juego.
— Ya, hace una semana eso era lo que pensaba hacer. Pero ni me había acordado después de... lo de Mario –titubée al expresar su nombre en voz alta.