Todo lo que había pasado hoy había sido demasiado raro, la visita de Javi, la de Lucía, y ahora Mario. Estaban todos conchabados, incluido mi hermano pequeño. No sabía cómo, pero habían tramado un plan. Y yo era el objetivo. ¿Tan difícil era que Mario aprovechase que había vuelto con Nuria, y me dejase en paz? ¿Decía la verdad y nos seguía queriendo, como había dicho segundos antes?
Traté de sosegarme y concentrarme en terminar de prepararme para mi cita con Lucas. Se hicieron casi las ocho y yo aún seguía dándole vueltas. Antes tenía claro que Mario ya no formaría parte de mi vida pero estaba arrepentido, o eso decía. Además, las reglas del juego eran sencillas y el objetivo estaba claro: Mario recuperaría a Nuria y yo tendría la noche del sábado libre para salir con Lucas.
Me temblaban las manos, cogí y dejé caer el vestido sobre mi cuerpo. Maldije la cremallera del dichoso vestido, no lograba subirla, estaba atascada y necesitaba ayuda. Pensé en llamar a mi hermano, aunque era pequeño era muy mañoso y conseguiría arreglarla a la primera:
— Raúl, ven y ayúdame con una cosilla... Por favor –supliqué mientras insistía incesantemente en desatascarla yo misma.
Escuché el ruido de unos zapatos subiendo las escaleras, y respiré aliviada. Aún así proseguí a abrocharme las hebillas de las cuñas. Maldita mi suerte, pronuncié las palabras mágicas y mis deseos se cumplieron:
— ¡Rápido, ayúdame a subir la cremallera de mi vestido!
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Necesitaba otra oportunidad, pero como la cagase esta vez, no habría más intentos. Raúl estaba aburrido, sin su hermana el silencio se había adueñado del ambiente. Decidí dejarle mi teléfono móvil para que jugase a algún juego. Y así hice. El niño adoraba la tecnología, y parecía que sólo la utilizaba en las ocasiones que yo se lo permitía. De repente escuché la voz de Patri y aproveché que Raúl estaba enfrascado en la partida para ser yo quién brindara mi ayuda.
Entré en su dormitorio, al tiempo que ella pedía que su hermanito desatascase la cremallera del vestido que llevaba. En silencio y sin abrir la boca, me dispuse a poner fin a su problema. Estaba agachada, abrochándose los zapatos cuando bajé con suavidad la cremallera y repetí el mismo movimiento en sentido contrario. Rocé su piel a la vez que la subía, prolongué mi caricia hasta llegar a la zona descubierta de su espalda y pasé a abotonar la pequeña parte del vestido que tapaba su cuello. Su reacción fue instantánea, se puso erguida, cerró los ojos como solía hacer en estos momentos y su cuerpo se volvió a tensar como las primeras veces, lejos quedaba su actitud relajada de los últimos días.
Busqué alguna otra reacción de su cuerpo que me confirmase que aún había esperanzas. Solté su pelo que se mantenía cogido por un coletero y aproximé mi barbilla a la zona media entre su cuello y su hombro. La respiración de Patri se aceleró y continué moviendo lentamente mi barbilla a la vez que le cantaba al oído:
Mientras no sabían
Yo te besaba a escondidas
Eso nadie te lo hacía
Me buscabas, me comías
Desperté la respuesta que buscaba en Patri, su piel de gallina y la sonrisa en sus labios la delataron. Sabía que "Los Ángeles" de Aitana conseguiría reavivar nuestro primer encuentro a solas, fuera del juego. Por aquel entonces aún no eran claros nuestros sentimientos, pero ahora no los podíamos esconder.
Besé su piel desnuda recreándome para saborear el momento, y proseguí con mis susurros:
Me arrepiento de haber cogido tu regalo sin dejar que tú me lo entregases.
Me arrepiento de subir a mi cuarto y abrirlo sin dejar que tú me lo leyeses.
Me arrepiento de que no fueras tú quien entrase esa noche en mi habitación.
Pero sobre todo me arrepiento de haberte fallado y no haber estado para ayudarte.
Si no quieres estar conmigo lo aceptaré, pero al menos acepta mi perdón.
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Mi cuerpo no podía negar lo que sentía, mis emociones estaban despertando de nuevo y no pude decirle que parara. Anhelaba este momento desde que nos habíamos peleado. Sus caricias, sus besos, su voz... Estaba arrepentido, muy arrepentido. Casi pronuncio la palabra "perdón", pero debía saber lo ocurrido antes.
— ¿De verdad te arrepientes de lo de Nuria? –pregunté asustada–. Al fin y al cabo era lo que querías...
— No pasó nada entre nosotros, Nuria se abalanzó sobre mí e intentó besarme. ¿Crees que no podría reconocer tus caricias tan puras entre un millón? –preguntó en tono afirmativo.
— Me asusté al caer a la piscina y no verte –fue lo único que pude decir–. Una de "Las Víboras" me empujó pero antes de eso me dijo que estabas con esa arpía, ¡y cómo me dolió!
— Lo siento, no me cansaré de decirlo. Estoy enamorado de tí, hace tiempo que para mí esto pasó del Juego al Amor –expresó roto de dolor.
— Necesito tiempo. Yo también estoy enamorada de tí pero después de lo que pasó no sé si puedo perdonarte tan rápido –comenté afligida.
Era la primera vez que habíamos expresado verbalmente lo que sentíamos. Era amor, los dos lo sabíamos. El tiempo sería el que decidiera si había un "juntos" y un "nosotros". Ahora ya no era una negativa, sino una posibilidad.
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Aunque no era la respuesta que deseaba, la duda sembraba posibilidad y la posibilidad podía jugar a mi favor. No la presionaría más, ambos nos amábamos, era recíproco. El tiempo lo diría, y yo esperaría todo lo necesario. La prisa no era buena consejera.
— Esperaré a que con tranquilidad tomes una decisión –confesé–. Será mejor que baje con tu hermano y termines de prepararte para tu cita.
— Te lo agradezco Mario –pronunció más relajada.
Me dirigí hacia la puerta con el propósito de salir de su vista, pero la incertidumbre me estaba matando. Me volví hacia ella y le formulé una última pregunta con el corazón en un puño: