Patri me estaba besando, con la excusa de complacer a su hermano, pero lo estaba haciendo. Lo cierto es que me pilló de imprevisto, pero supe disfrutar del momento en el instante en el que fui consciente de su acto. Ella apartó su boca despacio, como si quisiera alargar el momento y el aura que nos rodeaba perduró hasta que Raúl nos interrumpió:
— Ya es muy tarde, será mejor que me vaya a la cama... ¿O acaso no habéis visto que es demasiado tarde para que un niño de siete años esté despierto? –musitó el ingenioso de Raúl.
— ¡Ay hermanito! Siempre estás en todo –le contestó Patri– ¡Te acompaño a tu cama!
Raúl corrió hacia mí y me susurró al oído una frase que me hizo sonreír por dentro:
— Aprovecha y sube a la habitación de mi hermana. Este es el momento de darle un beso y hacer ruiditos en su cama –dijo con un tono de voz tan bajo que era imposible que Patri lo escuchara–. ¿Prometido? –añadió en voz alta.
— Prometido –respondí muriéndome de ganas por empezar a cumplir mi promesa.
Patri acompañó a su hermano y lo acostó. A los diez minutos regresó y observó cómo yo palpaba mis magulladuras del abdomen al tiempo que hacía muescas de dolor. Enseguida se interesó por mí y me rogó que la siguiese. Noté cierta timidez en su voz, me recordó a la Patri que conocí el primer día. Hice caso a lo que me dijo y fui tras ella. Me guió hasta su habitación y entré dentro.
— No quiero hacerte sufrir más –confesó Patri abriéndome su corazón.
— Yo sí que no quiero hacerte sufrir más —revelé con tono amoroso.
— ¿Qué tal si olvidamos lo malo y prometemos cuidar el uno del otro? –preguntó dándole un matiz afirmativo.
— Prometido –dije a la vez que cogía el colgante con mi inicial que había dejado sobre el tocador y lo colocaba sobre su cuello.
— ¿Cuál es la promesa que le has hecho antes a mi hermano? –cuestionó con curiosidad.
— No se puede decir, es un secreto –repliqué.
— Vamos, dímelo por favor —me rogó Patri mientras me hacía cosquillas y yo me quejaba por los moratones recordándome la pelea de esa noche— Perdón, ¿me dejas que vea? –añadió subiéndome la camiseta con delicadeza para quitarla completamente segundos después.
— Son heridas de guerra, pero estas no son las peores. No tenerte me partía el corazón, nosotros estábamos avanzando... –repuse hasta que Patri me cortó.
— Ahora hay un "nosotros". Acepto tu perdón y espero que tú también puedas perdonarme por no haberte hecho caso –expresó ella disipando mis dudas.
— Claro que te perdono, sé que juntos lograremos salir hacia delante –dije sonriendo y frunciendo el ceño tras olvidar mi magulladura de la comisura labial.
Patri me cogió de la mano y me llevó a su cama, invitándome a que me tumbase en ella. Por primera vez me sentía nervioso, y eso que yo siempre había llevado las riendas de esta situación. La parte positiva era que al fin habíamos dado un paso hacia delante y nuestros tropiezos habían fortalecido la relación que pronto iniciaríamos.
★★★★★
Escuchar de sus labios las palabras "nosotros" y "juntos" me hizo darme cuenta que este era el momento que estaba esperando. Sabía que era el momento indicado, con el chico indicado. Y estaba lista para dejarme llevar. Comencé a acariciar sus moratones del abdomen y entre risas recité el "Sana, Sanita" seguido de un ardiente beso. Repetí el procedimiento en cada uno de ellos y enseguida noté que a Mario le estaba gustando.
— ¿Te sientes así mejor? –pregunté a sabiendas de que su respuesta era afirmativa.
— Sí, pero no del todo. Aún me sigue doliendo este de aquí –comentó señalando la comisura de su labio.
De modo que volví a repetir la misma maniobra pero esta vez besando sus labios con cierta sutileza pero con un toque de pasión.
— Te quiero –fue lo que Mario pronunció a escasos centímetros de mi boca.
— Yo también te quiero –verbalicé sabiendo que la última vez que me preguntó le respondí con un simple "sí".
Proseguimos con un nuevo beso, esta vez más ardiente. Acaricié parte de su pecho, al tiempo que él hacía lo mismo bajando su mano por mi espalda hasta tocar una de las partes prohibidas en nuestras viejas reglas del juego.
— ¿Y cuándo vamos a poner en práctica las nuevas reglas, es decir, cuándo puedo disfrutar de mi regalo de cumpleaños? –preguntó Mario con tono juguetón.
— Ya mismo... ¿O no te has dado cuenta de dónde tienes puesta la mano ahora mismo? –dije siguiendo su juego–. ¿Quieres que te bese otra vez para recordarte otra de las normas?
— Claro que quiero. Además, tengo que cumplir una promesa que le he hecho a un pequeñín –repuso con cierta risa maliciosa.
— ¿Qué? –inquirí sin darle tiempo a responder besando sus labios.
— Mi "patito", cuánto te he extrañado.
Entonces Mario alargó su brazo, cogió el móvil que había sobre la mesilla y puso una canción para amenizar la que sería la mejor noche de mi vida hasta ahora... "Miamor" de Aitana. Comenzó cantando el inicio de la canción:
Da-ra-ri, da-ra-ra
Da-ra-ri, da-ra-ra
Y una risilla traviesa se escapó de mi boca. A partir de ahí dimos rienda suelta a NUESTRO AMOR, JUNTOS...
¿Cómo explicarte lo que ayer me pasó?
Él primero me dio like, pero después me escribió
Sabes que no soy así, normalmente yo paso
Pero esta vez lo sentí, respondí
Y terminó bailando encima de mí, mí
Pasamos toda la noche jugando
Y cuando terminamos lo volvió a repetir, yeah
Un beso en el cuello y empezamos, sus labios mojados
Y ella encima de mí, encima de mí
Encima de mí, encima de mí
Yeah, yeah