Del odio al amor es solo un paso

Tentaciones y desiciones

Iraide caminó por las calles desiertas, el eco de sus pasos resonando en la inquietud de la noche. A pesar de la brisa fría que acariciaba su rostro, no sentía el frío. No podía dejar de pensar en Asher. Sus palabras se repetían una y otra vez en su mente, como una melodía peligrosa, tentadora. Su oferta había sido directa, clara, pero también cargada de algo que la inquietaba profundamente.

"Tu librería tiene algo que otros negocios no tienen. Algo que no se compara ni se vende. Pero tú sabes que no puedes seguir así, ¿verdad?

**Lo sé** Era la respuesta que había querido darle en ese momento, pero no había podido. No quería reconocer lo que ya estaba claro para ella: su librería, su sueño, se desmoronaba lentamente. Las deudas, los pagos atrasados, la falta de clientes...todo estaba empeorando. Pero lo peor era saber que, de alguna manera, se había quedado sola. Y Asher parecía ser el único que veía algo en ella que ni siquiera ella misma lograba encontrar.

En su mente , la imagen de su librería apareció de nuevo: los estantes repletos de libros que había ido recogiendo con tanto cuidado a lo largo de los años. Cada rincón le era familiar, cada olor, cada rincón, todo estaba impregnado de su esfuerzo. Su pequeño refugio en un mundo que parecía cada vez más frío y sin alma.

Y luego estaba Asher. Siempre tan seguro, tan imponente, con esa mirada fría y calculadora, pero con algo...algo que desbordaba una extraña dulzura, como si hubiera una capa oculta tras la fachada de hombre de negocios. Esa misma capa que la desconcertaba, que la hacía dudar, que la atraía de una forma que odiaba, y a la vez, deseaba.

Cuando finalmente llegó a la puerta de su librería, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. No estaba lista para enfrentar la realidad de lo que estaba por suceder. Abrió la puerta, dejando que la luz de las farolas de la calle se filtraran en el interior del local. El ruido del viento se apagó al cerrar la puerta tras de sí. Las luces tenues del interior la recibieron con un abrazo silencioso.

Se acercó al escritorio. Las palabras dichas por el se clavaban en su mente, y la tentación de aceptar eran cada vez más fuertes.

El sonido de los pasos en el umbral la hizo levantar la vista. No era la brisa, ni algún cliente. Era Asher, de nuevo.

Iraide no se giró inmediatamente. En su interior, algo la retuvo. No quería que él la viera débil, vulnerables. No quería darle esa victoria. No ahora.

--Pensé que podría encontrarme contigo aquí-- dijo con su voz profunda, siempre tranquila y controlada. Sin apresurarse, Asher cruzó el umbral y se acercó a la mesa. Su presencia llenó el espacio con una comodidad inquietante.

Iraide suspiró y levantó finalmente la vista, sus ojos encontrándose con los de él. Asher parecía estar esperando lo que iba a decir, como si estuviera jugando un juego con ella.

--No te he respondido porque... no sé que decir-- respondió ella, su voz más dura de lo que quería que fuera.

Asher la miró en silencio por un momento. Luego, sus labios se curvaron en una ligera sonrisa, una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Algo había en ella, algo que no terminaba de ser completamente amable.

--¿Por qué no te decides de una vez, Iraide? No tienes que seguir fingiendo que puedes hacerlo todo tu sola.-- su tono no era una acusación, sino una constatación fría y lógica. Pero para Iraide, esas palabras se sintieron como una bofetada.

--No es que quiera hacerlo sola, Asher-- dijo, con los dientes apretados--. Es que no quiero que tu dinero, ni tu influencia, cambien lo que esta librería representa. Este lugar significa algo. No solo para mí, sino para quienes vienen aquí. No se puede medir todo en números.

Asher la observó, y por un momento, sus ojos parecieron suavizarse, como si por un instante entendiera lo que ella quería decir. Pero no lo hizo.

--Lo entiendo, Iraide. Pero las cosas están cambiando, y tu amor por este lugar no pagará las facturas ni salvará las paredes de la librería.-- hizo una pausa, acercándose un paso más--. No es solo dinero lo que ofrezco. Si aceptas mi propuesta, tú seguirás siendo la dueña, seguirás siendo la que decide que hacer con este lugar. Yo solo te ayudo a que sobreviva.

Esas palabras se clavaron en ella. **Tú seguirás siendo la dueña.** Eso era lo que más deseaba escuchar, lo que le daba la pequeña esperanza de que aún podía mantener el control. Pero al mismo tiempo, había algo en su tono que la hacía desconfiar. **¿Qué significa realmente "seguir siendo la dueña"?**

--¿Y si no lo hago?-- preguntó ella, desafiante, aunque su voz temblaba ligeramente. Sabía la respuesta, pero necesitaba escucharla.

--Entonces lo perderás-- respondió Asher, sin rodeos, sin compasión. Sus ojos brillaban con una intensidad que parecía arrastrarla, una que la invitaba a aceptar su oferta, a tomar la salida fácil. "Lo perderás", le había dicho, y esas palabras pesaban más que cualquier otra.

El silencio se alargó entre ellos, pesado y denso. Iraide quería gritarle, echarlo, pero al mismo tiempo, sentía el peso de la inevitabilidad. La idea de perder la librería, de dejarla caer sin hacer nada, la aterraba más que aceptar la ayuda de Asher. No sabía como se había metido en su vida, pero ahora estaba demasiado cerca para ignorarlo.

Finalmente, Asher dio un paso atrás, su figura alta y dominante quedándose al margen. Parecía que esperaba algo de ella, algo que ya no podía darle.

--Tómate tu tiempo, Iraide-- dijo, con una suavidad que casi la hizo querer confiar en él--. Pero no olvides que el tiempo juega en mi contra, no en la tuya.

Antes de irse, sus ojos se encontraron nuevamente, y en ese instante, algo pasó entre ellos. Una chispa, algo eléctrico. Iraide sintió una mezcla de odio y atracción, una lucha interna que la dejaba más desorientada que nunca.

--Este no será el último de nuestros encuentros-- dijo él, como una promesa, o quizás una advertencia, mientras se dirigía hacia la puerta.




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