Del odio al amor es solo un paso

El Peso de las Palabras No Dicha

El aire entre ellos se volvió denso, como si el tiempo se hubiera detenido en el instante en que Asher dio ese paso hacia ella. Iraide sintió la presión en su pecho, como si estuviera atrapada entre la emoción de su propio corazón y el miedo a lo que pudiera significar la cercanía de Asher.

Él la miraba con una intensidad que no había mostrado antes. Sus ojos, normalmente tan calculadores, ahora se llenaban de una vulnerabilidad que Iraide no sabía cómo manejar. Había algo en su manera de mirarla, una mezcla de incertidumbre y deseo, que la desarmaba más de lo que le gustaría admitir.

—¿Qué es lo que quieres, Asher? —su voz salió más suave de lo que había planeado, como si estuviera temerosa de la respuesta.

Asher suspiró, como si llevara mucho tiempo conteniendo algo dentro de él. Dio un paso atrás, apartándose de ella solo un poco, pero sin dejar de mirarla fijamente. Iraide no sabía si su espacio personal se había visto invadido o si el que él se apartara significaba algo más.

—Lo que quiero... —comenzó, dudando por un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas—. Lo que quiero es que esto, lo que hemos estado construyendo aquí, siga adelante. Pero también quiero que sepas que… no solo me refiero a la librería.

Iraide sintió que algo se le cerraba en el estómago. Lo miró de frente, intentando entender, pero sintiendo como si su mente estuviera nublada. Las palabras de Asher la alcanzaban, pero no lograba comprenderlas completamente.

—¿A qué te refieres con "no solo la librería"? —preguntó, con un suspiro que no podía contener.

El silencio se alargó, pero Asher no apartó la mirada. Estaba en guerra consigo mismo, parecía como si luchara contra sus propios sentimientos, pero Iraide no podía negar que lo sentía. Ella también lo sentía. Era como si el aire a su alrededor estuviera cargado de algo más, algo que ninguno de los dos podía eludir por más tiempo.

—A ti —dijo finalmente, su voz suave pero clara, como una confesión que llevaba tiempo guardada—. No sé desde cuándo empezó, pero desde que entré en esta librería, he tenido problemas para dejar de pensar en ti. En lo que piensas, en lo que haces, en cómo ves el mundo. No solo en la mujer que dirige esta librería, sino en ti. Iraide, no puedo seguir ignorando lo que siento.

Iraide sintió que el suelo debajo de ella se desmoronaba, como si todo lo que había estado construyendo en su mente, todas las barreras que había levantado para proteger su corazón, ahora estuvieran cayendo una por una. En ese instante, su mundo parecía girar en torno a una sola pregunta.

**¿Qué iba a hacer con esto?**

Asher dio otro paso hacia ella, su respiración más pesada. La distancia entre ellos era mínima, y el calor de su cuerpo comenzó a envolverla. Iraide sentía la tensión entre ellos, como si las palabras que no se decían fueran mucho más poderosas que las que se habían pronunciado.

—Esto no es un juego, Iraide —continuó Asher, casi como si quisiera asegurarse de que lo entendiera—. No estoy hablando de una idea pasajera o de algo superficial. Lo que siento por ti no tiene nada que ver con la librería o con los negocios. Tiene que ver con nosotros. Con lo que compartimos, con lo que estamos construyendo juntos, con todo esto que va más allá de los números y las decisiones profesionales.

Iraide se quedó en silencio, su mente corriendo a mil por hora. Por una parte, sentía que había algo profundo en sus palabras, algo que no podía ignorar. Pero por otro lado, la confusión la invadía. **¿Estaba preparada para esto?** **¿Estaba lista para enfrentarse a sus propios sentimientos?**

Había sido tan cautelosa con su vida emocional. Había puesto todas sus energías en la librería, en salvarla, en proteger lo que había construido. Y ahora, Asher, con su sinceridad desconcertante, estaba desmoronando todas esas barreras.

—Asher, no… —comenzó a decir, pero no pudo continuar. Las palabras se le atoraron en la garganta. No sabía si estaba intentando rechazar lo que él sentía o si, por el contrario, estaba tratando de encontrar una forma de aceptarlo.

Él no la interrumpió. Solo la miró, esperando, como si supiera que las palabras vendrían cuando estuviera lista para decirlas. Era entonces cuando Iraide comprendió algo.

**Asher estaba siendo vulnerable con ella, y eso era lo que más la aterraba.**

En todos los años que había pasado gestionando la librería, Iraide había aprendido a protegerse de las emociones que no podía controlar. Había aprendido a tomar decisiones con la cabeza, a ser racional, a mantener su distancia emocional. Pero ahora, frente a Asher, todo eso parecía desmoronarse.

Iraide levantó la cabeza, mirándolo con una mezcla de confusión y desconfianza, pero también con algo más, algo que ni ella misma reconocía.

—Esto no es fácil —dijo finalmente, en un susurro—. No estoy preparada para esto, Asher. No puedo... —su voz vaciló, y por un momento, se sintió perdida—. No sé si te estoy viendo como tú me ves, ni si lo que sientes es lo que yo debería sentir. Todo esto es demasiado nuevo.

Asher no pareció decepcionado. Más bien, sus ojos se suavizaron, como si hubiera entendido exactamente lo que ella quería decir. Se acercó un poco más, sin presionar, como si esperara a que ella diera el siguiente paso.

—Lo entiendo, Iraide. No estoy esperando que respondas ahora. Solo quiero que sepas lo que siento. No quiero que te sientas presionada. Solo quiero que seas honesta conmigo, como siempre has sido. Y yo... no sé qué va a pasar con todo esto, pero sé que no quiero perder lo que tenemos, ya sea como socios, como amigos, o como algo más.




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