Asher llegó a la librería como todas las mañanas, con su sonrisa habitual, pero algo en su mirada esta vez parecía diferente. Iraide, que estaba organizando unos libros en el estante cercano, levantó la vista al escuchar la campanita sobre la puerta anunciar su entrada. La luz de la mañana entraba por las grandes ventanas de la librería, bañando el espacio en una suavidad cálida.
Asher caminó hacia el mostrador con su paso tranquilo, pero algo en su actitud parecía anticipar que el día de hoy no sería como los demás. Iraide le ofreció una sonrisa amistosa, como siempre lo hacía, aunque un pequeño nudo se formó en su estómago al notar la intensidad de su mirada.
—Buenos días, Iraide —saludó él, su voz cargada de algo más que la cordialidad cotidiana.
—Hola, Asher. ¿Cómo estás? —preguntó ella, sin dejar de ordenar los libros. Sin embargo, al hacerlo, no pudo evitar mirarlo, sintiendo que algo estaba a punto de cambiar.
Él se quedó en silencio por un momento, sus ojos fijos en ella. Iraide dejó de mover los libros y, con el ceño ligeramente fruncido, se cruzó de brazos, esperando alguna respuesta.
—¿Asher? —inquirió, ahora más curiosa.
Él dio un paso hacia adelante, su expresión algo más seria que de costumbre.
—Quiero pedirte algo, Iraide —dijo, y su voz adquirió un tono más suave, casi un susurro. Ella frunció el ceño, no sabiendo qué esperar, pero el latido de su corazón empezó a acelerarse. Asher nunca había sido tan directo, ni siquiera cuando le ofrecía su compañía en situaciones cotidianas.
—¿Qué pasa? —preguntó, un poco más cautelosa, dejando de lado su postura relajada.
Asher miró hacia la puerta de la librería, asegurándose de que no hubiera nadie más cerca. Era como si estuviera reuniendo el valor para lo que iba a decir a continuación.
—Me gustaría… invitarte a una cita —declaró finalmente, sin rodeos. Las palabras flotaron en el aire como una revelación. Iraide, sorprendida, le sostuvo la mirada, procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Una cita? —repitió ella, como si necesitara confirmar que había entendido bien. Su mente parecía no captar del todo la idea, el concepto de una cita con Asher, algo más allá de la rutina diaria entre ellos.
Asher asintió, su rostro relajándose en una sonrisa tímida pero sincera.
—Sí, una cita. Quiero llevarte a un lugar que te guste, o donde tú quieras, y que sea solo nosotros dos. No quiero esperar más. No quiero seguir pensando si debería o no hacer algo, si esto es lo que quiero. Ya lo sé.
Iraide se quedó en silencio, sintiendo cómo la sorpresa se convertía lentamente en algo cálido que subía por su pecho. Miró a Asher, buscando en sus ojos la certeza que necesitaba, esa conexión que habían compartido, pero que ahora se sentía transformada.
—¿Y por qué hoy? —preguntó, casi en un susurro, tratando de comprender lo que estaba pasando.
Asher se encogió de hombros ligeramente, como si la respuesta fuera simple, casi obvia.
—Porque hoy siento que es el momento. Porque sé que hay algo entre nosotros, algo que no se puede ignorar más. Y si tenemos miedo, si seguimos temiendo lo que vendrá, nunca sabremos lo que podría ser.
Iraide tragó con dificultad. Por un lado, sentía una mezcla de alegría y ansiedad, una emoción que no sabía cómo gestionar. Pero, por otro, una parte de ella sentía que había llegado el momento, el momento de dejar de temer al futuro y empezar a caminar hacia él.
—Lo que propongo es sencillo —continuó Asher, dando un paso más cerca de ella, su tono ahora más bajo, pero lleno de calidez—. Pasemos un día juntos, sin presiones, solo explorando la posibilidad de algo más. No hay promesas, solo un paso hacia lo que pueda ser.
El aire entre ellos estaba cargado de una tensión suave, como si todo pudiera cambiar en un solo paso. Iraide lo miró fijamente, sus labios curvándose ligeramente en una sonrisa nerviosa. Quizá no estaba lista para tener todas las respuestas, pero lo que sí sabía era que había algo especial en la propuesta, en el hecho de que Asher estuviera dispuesto a dar ese paso hacia ella.
—Está bien —respondió ella finalmente, sin dudar. Un pequeño suspiro escapó de sus labios, como si se hubiera liberado de un peso que no había sabido que llevaba encima.
Asher sonrió, un brillo de satisfacción y alivio cruzando su rostro.
—Entonces, ¿te gustaría salir esta noche? A las siete. Yo elijo el lugar, ¿está bien?
Iraide asintió, sin necesidad de pensarlo demasiado. Tal vez la incertidumbre seguía presente, pero también había algo reconfortante en el hecho de que, por fin, iban a comenzar a caminar hacia ese futuro incierto, pero prometedor.
—Está bien —repitió, su voz un poco más firme ahora.
Y así, con un paso sencillo, pero cargado de significado, Asher y Iraide dieron el primer paso hacia algo que ninguno de los dos sabía exactamente qué sería, pero ambos sabían que valía la pena arriesgarse.
Editado: 01.06.2025