Las semanas pasaron con una velocidad inesperada. La librería de Iraide continuó siendo un refugio de tranquilidad para los amantes de los libros, pero su vida personal había cambiado profundamente desde la noche de la cita con Asher. Su relación con él comenzó a tomar forma de una manera natural, casi como si hubiera estado destinada a suceder. Pasaron mucho tiempo juntos, compartiendo café y largas charlas sobre sueños y miedos, sobre el futuro y lo que podría ser. A menudo, hablaban de sus pasiones: ella le contaba sobre sus escritos y él sobre su sueño de abrir la galería de arte.
Ambos comenzaron a tomar más riesgos, más decisiones que antes les parecían imposibles. Asher le ofreció un espacio en su nueva galería, donde Iraide podría exponer sus escritos, no como una simple actividad, sino como una forma de llevar sus palabras al mundo. Iraide, por su parte, apoyó su proyecto, ayudándole con la organización, y sugiriendo nombres y enfoques para la galería que pudieran atraer a un público más amplio. Era como si, poco a poco, ambos estuvieran construyendo juntos un futuro que ni siquiera se habían atrevido a imaginar en sus miedos más profundos.
Una tarde, después de una de sus reuniones sobre la galería, Iraide y Asher paseaban por un parque cercano. El aire fresco del atardecer parecía envolverlos en una burbuja de calma, y mientras caminaban, Asher tomó su mano de una manera natural, sin pretensiones. Iraide lo miró, sonriendo suavemente.
—Nunca pensé que estaríamos aquí —dijo ella, sin quitar la mirada de su rostro.
Asher sonrió de vuelta, su mirada llena de complicidad.
—¿Por qué no? —preguntó, entrecerrando los ojos con una sonrisa juguetona.
—Porque siempre creí que mis sueños eran demasiado grandes, demasiado improbables —confesó Iraide, su voz llena de una vulnerabilidad que solo Asher podía sacar de ella—. Pero ahora... ahora siento que tal vez no son tan imposibles después de todo.
Asher la miró, su expresión suavizándose.
—Quizá no son imposibles. Quizá solo necesitaban el momento adecuado para empezar.
Iraide asintió, dándose cuenta de que, a pesar de los temores y las inseguridades que aún podía sentir, ya no estaba sola. Asher había sido el primer paso hacia un futuro lleno de nuevas posibilidades, y juntos, seguían caminando en esa dirección.
Al día siguiente, Iraide se encontraba en su escritorio, mirando un manuscrito en su computadora. Era uno de sus primeros relatos completos que había decidido enviar a una revista literaria. Nunca se imaginó que tendría la valentía de hacerlo, pero había dado el paso. Por fin.
Su teléfono vibró sobre la mesa, y al ver el mensaje de Asher, su sonrisa se amplió: “Hoy es otro buen día para soñar, ¿verdad?”
Iraide respondió con rapidez, sintiendo una calidez invadirla.
“Sí, lo es. Gracias por ayudarme a recordarlo.”
El mensaje era breve, pero estaba lleno de todo lo que necesitaba para seguir adelante. Con Asher a su lado, ella ya no tenía miedo de soñar.
Editado: 01.06.2025