Iraide no pudo quitarse la sensación de desasosiego. Los días posteriores a la visita de Elena pasaron lentamente, como si el tiempo estuviera tomando su propio ritmo, más lento, más pesado. Asher había intentado tranquilizarla, asegurándole que no había nada que temer, que su relación con Elena era solo parte del pasado. Pero la incertidumbre seguía anidando en su pecho, como un pájaro que no dejaba de revolotear.
Cada vez que veía a Asher, algo en su mirada, en sus gestos, parecía no encajar. La misma sonrisa cálida que había conocido y amado ahora parecía forzada, como si estuviera ocultando algo. Iraide había intentado hablar con él varias veces, pero siempre encontraba alguna excusa para evitar la conversación. La distancia entre ellos, aunque sutil, era cada vez más palpable.
Una tarde, mientras Iraide organizaba algunos libros nuevos en la librería, la puerta se abrió. El sonido familiar de la campanilla la hizo mirar hacia arriba, y allí estaba Asher, de pie en el umbral. Su rostro mostraba una expresión que Iraide no había visto en mucho tiempo: una mezcla de preocupación y de algo que parecía un remordimiento.
—Iraide... —dijo con un tono bajo, casi como si temiera que sus palabras pudieran romper algo irremediable entre ellos.
Ella dejó los libros y se acercó lentamente, el corazón latiendo más rápido. Sabía que la conversación que había estado evitando debía ocurrir en algún momento, pero no sabía si estaba lista para enfrentarla.
—Asher, tenemos que hablar —dijo ella, intentando mantener la calma. La incertidumbre, el miedo a la verdad, la estaban invadiendo, pero se obligó a respirar profundamente.
Él asintió, caminando hacia ella con pasos lentos. En sus ojos había una mezcla de amor y algo más, algo que Iraide no podía identificar.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, su voz tensa. — ¿Por qué te sientes tan distante últimamente? Elena… ella sigue apareciendo, y yo… —suspiró, buscando las palabras adecuadas—. No sé qué pensar, Asher. Estoy empezando a dudar de lo que realmente compartimos.
Asher la miró fijamente, como si cada palabra le costara salir. Finalmente, se sentó en una de las sillas cerca del mostrador, y le hizo una señal a Iraide para que se sentara junto a él.
—Iraide, sé que lo que estás sintiendo es doloroso, y lamento mucho que no te lo haya contado antes. Hay algo que… no he sido completamente honesto contigo, y eso me está carcomiendo por dentro —dijo, su voz grave y sincera.
El corazón de Iraide dio un vuelco. Las palabras de Asher, esa franqueza inesperada, la hicieron sentirse vulnerable, como si estuviera en el borde de un precipicio emocional.
—¿Qué no me has contado? —preguntó, casi en un susurro. El miedo a la verdad la envolvía, pero sabía que debía escuchar lo que tenía que decir.
Asher cerró los ojos por un momento, como si estuviera buscando la manera de expresar lo que tanto tiempo había guardado.
—Mi relación con Elena… no terminó de la manera en que te he contado. No fue solo el hecho de que nos distanciamos por la vida, por las circunstancias. Hubo algo más, algo que he estado tratando de olvidar, algo que no quería que afectara lo que tenemos tú y yo.
Iraide sintió que el aire se le escapaba del cuerpo. Asher parecía estar a punto de confesar algo que podría cambiarlo todo.
—¿Qué fue? —preguntó con voz quebrada, sintiendo el nudo en su garganta.
Asher la miró con una tristeza que la desconcertó.
—Después de nuestra ruptura, Elena no aceptó bien que yo decidiera seguir adelante. Fue… complicado. Y antes de que lo digas, no, no pasó nada entre nosotros después de eso. Pero hubo un tiempo en que yo la apoyé mucho más de lo que debía. La situación se volvió confusa, y no supe cómo manejarlo. Lo que siento por ella es solo gratitud, porque fue una parte importante de mi vida, pero lo que tengo contigo es lo real. Lo único que realmente quiero.
Iraide lo observó en silencio, sus pensamientos revueltos. Cada palabra que Asher le decía era una carga más sobre sus hombros, un peso que se sumaba a las inseguridades que ya la acosaban.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó, su voz temblando. La rabia y la tristeza se mezclaban en su interior, como si todo el amor que sentía por él ahora estuviera cuestionado por las sombras del pasado.
Asher bajó la cabeza, avergonzado.
—Porque no quería que pensaras que seguía atado a ella. Porque temía que no me confiaras. Quería que todo lo que compartimos fuera puro, sin dudas, sin sombra de lo que sucedió antes. Pero ahora veo que, al esconderlo, lo que he logrado es lo contrario.
Iraide cerró los ojos, tratando de procesar todo lo que estaba escuchando. Las palabras de Asher la habían herido, pero lo que más la lastimaba era la sensación de traición. No por la relación que él había tenido con Elena, sino por el hecho de que él no le hubiera sido completamente honesto. Había ocultado una parte de sí mismo, y eso erosionaba la base sobre la que habían construido su amor.
—No sé si puedo seguir ignorando esto, Asher. Si no me hubieras ocultado esta parte de ti, tal vez habría sido diferente. Pero ahora todo se siente… inestable.
Asher la miró, sus ojos llenos de arrepentimiento.
—Te prometo que lo que siento por ti es real, Iraide. Más que cualquier otra cosa. Pero sé que te he fallado, y eso no puedo cambiarlo. Si no puedes perdonarme, lo entenderé. Solo quiero que sepas que te amo, y que haré todo lo que esté a mi alcance para demostrarte que lo que más quiero en el mundo es estar contigo.
Las palabras de Asher flotaban en el aire, y a pesar de la sinceridad que sentía en su voz, Iraide no podía evitar la duda que se había instalado en su corazón. Las sombras del pasado de Asher no parecían desvanecerse tan fácilmente, y aunque el amor seguía allí, la confianza había quedado quebrada, como un vidrio que no podría pegarse de nuevo.
—No sé qué hacer ahora, Asher —susurró, sin poder mirarlo directamente a los ojos—. Todo esto me duele más de lo que pensaba.
Editado: 01.06.2025