Del Palacio al Corazón 2 La Boda Real

Capítulo 12

El despertador sonó con un estruendo suave pero insistente, seguido por los acordes inconfundibles de una canción de Avril Lavigne que comenzó a llenar la habitación con una mezcla de energía y nostalgia. La luz del sol se filtraba entre las finas cortinas blancas, tiñendo la estancia con un resplandor cálido y dorado. Leonor, aún adormilada, entreabrió los ojos y por un instante se quedó mirando el techo, intentando ubicarse. Después sonrió levemente al recordar: era un nuevo día, uno lleno de planes, ensayos y preparativos.

Mientras estiraba los brazos para desperezarse, el sonido de unos nudillos golpeando la puerta captó su atención. Luego, sin esperar respuesta, la puerta se abrió con suavidad. Apareció Kate, radiante, con su característico andar ligero y una amplia sonrisa dibujada en el rostro. Llevaba una bata de satén negra ceñida con un lazo a la cintura y un moño alto que dejaba ver su cuello estilizado. En sus manos traía una caja grande, envuelta con papel brillante color marfil y coronada con un moño rojo brillante que resaltaba como una cereza sobre un pastel.

—Buenos días, futura reina Leonor —dijo con un tono casi cantado, mientras caminaba hacia la cama.

La música seguía sonando de fondo. Al reconocer la canción, Kate dio un pequeño giro sobre sí misma, moviendo los brazos con gracia, aunque algo torpe.

—Esta canción me encanta —exclamó con entusiasmo—. ¡Lástima que no sé bailar! —rió, girando una vez más antes de sentarse con ligereza al borde de la cama, junto a Leonor.

Leonor la observaba en silencio, aún procesando la escena. Kate colocó la caja sobre su regazo y se la tendió.

—Mira, te he traído un regalo —dijo con voz más suave, casi dulce.

Leonor, aún con una sonrisa contenida, desató el lazo con cuidado, y luego retiró el papel. Al levantar la tapa, sus ojos se abrieron con asombro. Dentro, envuelto en papel de seda rosado, había un vestido de ensueño. Era de un tono rosa empolvado, con delicadas aplicaciones florales bordadas en hilo dorado que caían como una cascada desde el corpiño hasta la falda. Las mangas eran de tul transparente, y el escote discreto, elegante.

—¡Me encanta! —exclamó Leonor con auténtico entusiasmo—. Es hermoso… ¡me lo voy a poner en la fiesta de entrega de regalos para los novios! —añadió, alzando la mirada hacia Kate—. O sea, para la boda de Frederick y la mía.

La expresión de Kate se congeló por una fracción de segundo. Sus ojos se abrieron apenas más de lo normal, y una línea casi imperceptible de tensión se marcó en sus labios. Pero se recuperó con rapidez, forzando una sonrisa que trató de parecer natural.

—Muy buena idea —dijo, con una voz algo más aguda de lo usual—. Te quedará… hermoso.

Leonor, ajena al ligero cambio de tono, se levantó un poco y abrazó a Kate con cariño. La rodeó con ambos brazos, sin pensarlo, impulsada por la emoción del momento. Kate, sorprendida, tardó apenas un segundo en corresponder el abrazo, esta vez de manera efusiva, como si se aferrara a un papel que no podía soltar.

Por un instante, el cuarto se llenó de esa calidez ingenua, con la música sonando de fondo, los rayos del sol envolviendo la escena y el vestido rosa descansando entre ambas como un símbolo de sueños, expectativas… y rivalidades.

La mañana avanzaba con lentitud, los rayos del sol atravesaban los ventanales del palacio real, y Leonor caminaba por los pasillos con paso tranquilo pero su mente aún seguía atrapada en lo ocurrido la noche anterior. Vestía una blusa ligera color crema y unos pantalones de lino blanco, el cabello suelto y ligeramente ondulado por el sueño. Al girar en uno de los pasillos dorados, vio a su madre, la reina Letizia, de pie junto a una mesa donde había una taza de té recién servida.

Leonor, al verla, se acercó con un poco de timidez y bajó la mirada antes de hablar.

—Buenos días —dijo con una voz suave.

Letizia levantó los ojos de la taza y respondió con cortesía, aunque su tono no era tan cálido como de costumbre.

—Buenos días, Leonor.

Hubo un breve silencio entre ellas, cargado de tensión no dicha. Leonor, con cierta incomodidad, se atrevió a decir lo que había estado pensando desde que despertó.

—Lo siento… por lo de anoche. No quise decir eso. Se supone que debía decir que me gustaba el vestido que llevabas, no… lo otro —bajó la voz al recordar que, en danés, había llamado sin querer “mono verde” a la reina Letizia delante de todos.

Letizia la observó con atención, su expresión seguía serena, pero en sus ojos había una sombra de preocupación.

—Lo sé. Pero deberías tener cuidado con Kate.

Leonor frunció el ceño suavemente.

—¿Cuidado? —preguntó, confundida—. Ella me ayudó… practicamos juntas en la mañana. Me dijo cómo decirlo bien… no fue a propósito.

Letizia sostuvo la mirada de su hija por unos segundos.

—Lo entiendo, no pasa nada —dijo con calma—. Pero recuerda lo que te he dicho. Estás en una corte extranjera, y no todos tienen tus intereses en el corazón.

Leonor se quedó en silencio, procesando las palabras de su madre. Aún sentía que Kate había sido amable, incluso le había regalado un vestido hermoso esa mañana. Pero la duda comenzó a sembrarse en su mente.

—Kate se ha comportado tan bien conmigo… tal vez se equivocó —dijo en voz baja, como queriendo convencerse.

Letizia entrecerró los ojos apenas un poco y bebió un sorbo de su té antes de hablar.

—Es nativa de Dinamarca, Leonor. Conoce su idioma perfectamente. No se puede haber equivocado con algo tan básico como eso —dejó la taza sobre el platillo con cuidado, sin quitarle los ojos a su hija—. Y tú estabas confiando en ella, ¿no?

Leonor tragó saliva y desvió la mirada hacia el suelo. El silencio volvió a instalarse por un momento entre madre e hija. Letizia le acarició el brazo con delicadeza antes de volver su atención a los papeles sobre la mesa.

Leonor se despidió con un suave "hasta luego" y siguió caminando por el corredor. Pero ya no lo hacía con la misma tranquilidad. Iba más despacio, su mente repitiendo la escena de la cena, el rostro de Kate cuando ella habló en danés, la risa de Louis, la mirada de Frederick… y ese momento cuando Kate dijo: “yo la estoy ayudando”.




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