Del Rojo Al Carmesí

I

Ya era de noche, el frío colándose por mi piel me lo indica de la forma menos sutil. La luna lucía hermosa, o al menos así me lo ha comentado mi hermana al llegar a casa hace un par de horas. No me encontraba segura de salir. Tengo miedo. Tiempo ha pasado de que no doy un paso fuera de esta habitación. De mis 17 años, los últimos 8 los he pasado únicamente en este cuarto.

Intento por lo que más quiero, no pensar en los sucesos que me llevaron a estar enclaustrada en estas cuatro paredes, trato, lo intento, pero todo es en vano. El maldito recuerdo me atormenta, tener memoria para mí es un maldito suplicio. El terror y las ganas de gritar siempre aparecen llevándome a una desesperación que se aferra a mí con uñas y dientes, como una bestia gustosa de saborear mi desconsuelo arrastrándome hasta el más profundo agujero. Y, aun así, toda esta mierda sólo ocurre en mi cabeza, siempre en mi cabeza.

Sin embargo, a pesar del dolor que siento al recordar, es la única forma de no olvidar su promesa, esa promesa que sigue vigente en mi cabeza, en mi mente, en mi memoria. Él prometió que vendría por mí, y yo creo en su palabra. Nunca me falló, no hay razón para creer lo contrario.

Suaves golpes en la puerta me despiertan del le tardo en el que me encontraba. Obviamente no podrían ser de otra persona, conozco perfectamente el arrepentimiento y la culpabilidad que hay detrás de esos delicados golpes.

  • Entra – De la puerta se asoma esa cabellera rojiza que en un tiempo amé y aprecié - ¿Qué quieres?
  • ¿Cómo estás?
  • Hija - Suspira cansada.
  • Si te vas a quedar ahí parada sin decir nada, prefiero que te vayas.
  • Me preocupas, Tera – La odio, a ella, a esa mujer que ni siquiera es capaz de levantar su vista para mirarme. La detesto. – Debes salir, ya han pasado años. Tera, él no volverá…
  • ¡Cállate! Lo que haga o no haga no es asunto tuyo ¡Lárgate! ¡Sal de mi habitación! Él volverá, sé que lo hará. – mi voz comenzó a romperse y mis ojos a nublarse con lágrimas que amenazaban con caer – No sabes nada, solo vives para ti. Asquerosa egoísta…

Me aviento sobre ella para obligarla a salir. Estaba enojada, ella no puede hablar de esa forma. No, simplemente no debería de hablar, su sola voz llegaba a molestar como el infierno.

Previno mis intenciones, y antes de lograr poner una mano sobre ella, cerró la puerta ocultándose detrás de esta, sabiendo que no la abriré por mi cuenta, sabiendo que no me atrevería a pasar ni una punta de mi cabello por el umbral.

Respiro hondo. Apoyo mis manos en la puerta de madera, e intento controlar la rabia que me provocó.

Me separo bruscamente de la tabla, y atravieso lentamente la fría y oscura habitación hasta llegar a la ventana cubierta por las cortinas. Con la punta de mis dedos toco la textura descuidada de la tela y corriéndola cuidadosamente, frente a mis ojos se abre paso la vista directa a la luna. Efectivamente, está hermosa, tal cual lo dijo Sara. Tan brillante e imponente por encima de nuestras cabezas, iluminando el camino profético del perdido, reflejando luz para aquel que quiera ser salvado o para aquel que desea ver su fin. Y, aun así, para mí solo sirve como un foco de luz natural que me permite ver el desastre de habitación a mi alrededor.

Pego mi frente al frío vidrio de la ventana junto con mis manos a los costados de mi rostro. No pasa un segundo cuando el calor de mi cuerpo es traspasado a aquel frío sólido transparente. El vidrio se empaña alrededor de mis manos lentamente, contrario a mi respiración que logra empañar una parte mucho mayor y con gran rapidez, casi cortándome la vista por completo al exterior.

<< Debes salir, ya han pasado años >>

Cierro mis ojos y suspiro al escuchar la voz molesta de esa mujer en mis pensamientos. Era una estupidez. Ocho años no son suficientes para salvar una vida, no quiero que él muera, quiero que regrese estando vivo. Y la única forma de que así sea es quedarme aquí, esperando por él. No puedo salir, no debo. Lo quiero de vuelta, lo quiero tanto que esperaría el resto de mi vida por él, la persona más importante y la que nunca me ha fallado.

Es una decisión que tomé a muy temprana edad, sin embargo, nada ha cambiado. No saldré, no haré que muera por mi egoísmo tal como lo quiere esa infeliz. No le daré el gusto de librarse de él. Ella es la estúpida idiota que ciega sus ojos ante la verdad, que me tienta a creer que él está muerto. Es una mujer egoísta en la que no se debe confiar. Y Sara, ella le cree y le da su lealtad. No puedo confiar en nadie, ni creer en ellas. Amo a Sara, es mi hermana, pero no puedo caer en la tentación de sus deseos por sacarme de aquí.



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En el texto hay: misterio, amor y magia, inferno

Editado: 19.01.2019

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