Delirio Infantil

Sábado 26 de Octubre

Ella solo quería que él le diera una razón de su ausencia, puesto muchas fueron las noches en las que se preguntó dónde él estaría.

Había sido hace más de un año, cuando padre y madre se vieron en una riña. Recuerda poco de aquello. O, dicho más precisamente: poco fue lo que entendió de lo que ocurrió aquella vez, solo que su papá atacó a su mamá a puño limpio, y la sangre que manaba del rostro de su madre.

Emilia quería a ambos, lo sigue haciendo, así que, ¿por qué no puede estar con ambos?, ¿qué es lo impide? Desde entonces todo lo que ha querido es que le den una razón, del por qué ha estado durmiendo sola a partir de ese día, del por qué su madre no le quiere explicar cosa alguna más allá de un breve «Así es la vida»

Todo lo que quería era escuchar la voz de papá una vez más, recordar aquellos fuertes abrazos que siempre recibía con los ojos cerrados en las noches antes de dormir.

—Deberías empezar a buscar a tu verdadero padre —y eso había sido todo lo dicho antes de que escuchara el tono de colgado en el teléfono. Tono irritante y repetitivo que escuchó, tal vez, por unos cinco eternos minutos.

¿Qué quería decir aquello? ¿No que él siempre había sido su padre? Entonces no había nada que buscar porque la respuesta era obvia, ¿o lo que él quería decir era que ella podría empezar a buscar una manera de llegar a él por sus propios medios? En ese caso… no había caso. Una niña sin más conocimientos que el primer año de secundaria no sabría como sonsacar información de ese estilo, y de saberlo de alguna manera, el paradero de su papá, ¿cómo llegaría a él de todos modos? Las personas son crueles, y cobrarán dinero sin importar la situación, dinero que no tiene.

Aquello le dio rabia, tanta que empezó a llorar. ¿Qué esperaban que ella hiciera siendo solo una pequeña? Sinsentido, incongruente, un disparate.

Mientras caminaba de vuelta a su cuarto, una sensación de fuego le carcomía desde dentro, en tanto que derramaba lágrimas silenciosas a sabiendas que, de hacer ruido, sería regañada, puesto su madre le advirtió que esto ocurriría.

En ese momento, aprendió algo: no rendirse.

Porque, si ella, Emilia, no iba a recibir ayuda para encontrar a papá y lo tenía más que claro, entonces debía explotar la única vía que tenía para hacerlo.

Sí, esa era la respuesta, ser vehemente; mostrar la más alta de las resiliencias, era su único modo de afrontarlo todo.

Solo debe esperar al siguiente sábado.

La pobre entonces comenzó a escribir un pequeño monólogo en hojas de cuaderno sobre las cosas que debía decir a su padre, aspirando a demostrarle con palabras simples lo mucho que lo quería, lo mucho que ella podría lograr junto a él, dejándose llevar por su delirio infantil.




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