Al final solo había dejado que su corazón se volcase en las letras, en aquel papel, derramando sobre este todos sus sentimientos y todas sus lagrimas. Durante toda la noche, estuvo nada más imaginando todo cuanto podía decirle a aquel padre que un día simplemente la dejó. No se había percatado de lo avanzaba que estaba la noche, de las penumbras espesas posadas en todos lados.
Un golpeteo en la ventana.
Emilia alzó la vista, con los ojos aún anegados de lágrimas e irritados. Su más agudo sentido del peligro se puso alerta. Se mantuvo buen rato mirando inmóvil la ventana, tratando dilucidar el origen de aquel ruido que fue similar al golpe de una pequeña piedra en el marco metálico de la ventana.
La atención de Emilia estaba en su totalidad en la oscuridad inescrutable que se mantenía silenciosa pegada a su ventana. Nuevamente un sentimiento ominoso le recorrió la espalda. Pudo sentir como el miedo le rasgaba el ser, el pulso acelerado y la cara ardiente. Con todo, se levantó y se acercó reticente a la ventana, con los ojos bien abiertos, ofuscados por el sueño y el cansancio que hasta el momento ha ignorado.
Pues no había nada allí, solo que en la calle, en algunas casas, ya se veían algunas decoraciones del día de las brujas. Pronto será halloween.
«¿Cómo les puede gustar ese día?».
Se percató que la ventana estaba un poco abierta, por lo que la cerró con llave; se le había olvidado asegurarla. Justo entonces se dio cuenta de algo: ¿por qué su madre no la había mandado a dormir? Su reloj naranja sobre la mesita de noche al lado de su cama marca las dos de la mañana. Ya es muy tarde, es extraño el hecho de que su mamá no la haya ido a ver.
Probablemente no sería nada, mas de cualquier manera quería estar segura. Salió por lo tanto de su estancia, y al momento se arrepintió. Todo afuera estaba oscuro, sumido en alguna clase de oscuridad más profunda de lo habitual. Tal vez esto solo fuese producto de su imaginación, resultante de la extenuación a la que su cuerpo infante se ha visto expuesto.
Y mientras se debatía entre ir al cuarto de su madre o no, escuchó algo proveniente de abajo de las escaleras, movimiento en la cocina.
No lo pensó dos veces y de manera inmediata cerró la puerta de su habitación con llave.
¿Qué razón hay para esto? ¿No sería lo más probable que su madre esté abajo tomando agua o algo de esa índole? Sí, es lo más seguro. Pero, no importa para Emilia, ella tiene miedo, ahogándose en su sobrealiento no es capaz de ir y enfrentarse a lo que sea que esté allá afuera.
Pasos… pesados pasos, subiendo por las escaleras...
El pomo de la puerta giró brevemente, pero el seguro ya estaba puesto y la puerta no cedió.
Pasos... pesados pasos, bajando por las escaleras...
Lo mejor sería irse a dormir e ignorarlo todo, no le queda mucho tiempo para descansar hasta que su madre la despierte como es costumbre a las ocho de la mañana, y aquello seguramente solo era su imaginación, efecto de la fatíga, su propio delirio infantil.