En la vida una de las cosas más importantes es el dinero, y debe ser conseguido a toda costa, ¿qué importa que tu hija tenga una fiebre de treinta y nueve grados y no puede mantenerse en pie mucho rato?, no puedes faltar a la ofician, mucho menos siendo hoy martes, cuando el trabajo solo está a medio empezar después del lunes. Si no vas y terminas lo que empezaste, significa que eres una parte inútil para la empresa, una ameba social, no mereces estar ahí, por lo tanto se te puede despedir. No, eso no puede suceder; necesitas el dinero, necesitas el trabajo, no puedes fallarle a la sociedad ni tampoco a ti mismo.
Claramente, un tema tan importante y complejo no es comprendido por una niña de nueve años. De momento Emilia puede cuidarse sola, con unos huevos y arroz debería ser más que suficiente. Con que su madre llame por teléfono exponiendo el caso de su hija actualmente enferma, que por tal motivo no podrá asistir a la escuela, debería bastar.
Hiperventilando, Emilia cierra todas las persianas de la casa, porque sabe que esa cosa sigue ahí, afuera, esperándola, acechando, procurando darle una probadita. El dolor de cabeza, pulsátil, apenas deja que ella se mueva. Tiritando en fiebre, aunada a la pesadez de la fatiga por el insomnio prolongado, decir que Emilia se sentía mal era quedarse corto.
Entonces le surgió la necesidad de tomar una siesta. Hoy tampoco había podido dormir, puesto que, tan pronto cerraba los ojos, sus pensamientos se veían repletos de imágenes de aquella bestia sin forma definida, gigantesca, atacándola dormida, matándola mientras duerme. No, resulta demasiado aterrador, dormir no era una opción. Debe permanecer en vigilia constante, debido a que en las sombras él está, siempre a su espalda, respirándole cerca de la nuca, pasando por las esquinas, explayando su inmensa sombra cada tanto por las ventanas, debe estar apercibida y huir cuando sea necesario.
Aún así…
—Quiero dormir —musitó—. Quiero dormir —rogó—. ¡Quiero dormir! —Se quejó—. ¡¡Quiero dormir!! —Gritó.
Ahí, revolcándose en el suelo, con las fuentes de sus ojos abiertas, sintiéndose miserable, realmente prefiere que así sea, a quedarse dormida y no poder lamentarlo después. Es mejor prevenir que curar, ¿no es así? En ese caso, no importa si es o no un delirio infantil.