Y en mi sueño de nuevo aparecía juzgándome tu sombra, caminaba de un lado a otro jactándose de su poderío sobre mí, riendo malignamente por el reflejo de aquel espejo roto que tiraste con desprecio en mi rostro, aquel que se desfiguró con los puñales y dagas que metiste en mi espalda.
La ira e impotencia se mezcló con dolor, tu burla se hizo muda ante mí, y aunque escuchaba tu voz, ya nada valía, pues tú, ser egoísta y endemoniado, carbonizaste mis alas con ansiedad y en medio de tal maldad, solo pude enterrar ese cuchillo en tu corazón, que se llevara todo aquello que nos aniquilaba a los dos.