Y trate de protegerte aún de mi propia familia, escondiendote en mis brazos para no ver caer tus lagrimas, en aquella plaza pedí misericordia al cielo para lograr el perdón que un segundo creí que merecías...
Tantas preguntas sin respuesta, tanto amor desperdiciado, tantas mentiras, tanto descuido, tanto dolor...
Tantas mascaras desconocidas donde solo concordaba tu culpa.
Si esa culpa no se hubiera disfrazado de aquel amor que entre sueños difusos juramos tener, tal vez y solo tal vez, tus lagrimas hoy significarían perdón y no sueños perturbadores donde noche tras noche te observo a ti, caminando desolado junto aquella chica que un día llamaste tu Ángel, y sin más, tus lagrimas se quedaron cortas por las explicaciones sin sentido, donde ni el odio ni el amor tomaron lugar, donde aquella tarde oscura aunque juraste cambiar, solo el dolor pudo hablar.