Delirios de grandeza (cuentos medievales 1)

Capítulo 1

  Un hombre de unos 48 años caminaba con paso lento hacia un pequeño bar. Traía consigo un abultado abrigo azul para cubrirse del intenso frío.

 

-Bienvenido Et ¿lo de siempre?

-Lo de siempre.


  Cada día Et iba a ese bar y pedía un sólo trago de ron y después de conversar un poco se iba. Ya se le había hecho una costumbre de muchos años. Los clientes habituales lo conocían y lo saludaban.

 

 Un joven con un abrigo marrón con capucha entró al local muerto de frío, ya se acercaba el invierno y la brisa se había vuelto muy fría.  

 

  El joven se acercó a la barra. De su cintura colgaba una espada que aparentemente era nueva. 

 

-Un vaso de wisky -dijo y colocó su sobrero sobre la barra.

 

  El hombre se lo sirvió al momento y se lo colocó en frente.  El joven se lo bebió de un trago -Otro.

-Nunca te había visto por aquí -le dice Et al joven.

-Acabo de llegar al pueblo e venido al torneo que ha organizado el rey, señor.

-¿Eres un gladiador? 

-Me he entrenado para eso, señor -respondió el joven confiado.

-Por tu acento puedo adivinar que eres de las costas rocosas.

-Ha adivinado muy bien, señor.

-Hace años las costas rocosas era un reino separado de Dialey -comento Et pensativo moviendo su vaso con el poco de ron que le quedaba. 

-No estaba enterado de eso, señor.

-Sucedió hace 23 años ¿Que edad tienes joven?

-Acabo de cumplir mis 19 años, señor -respondió el joven. 

-No habías nacido en esa época.

-¿Qué fue lo que sucedió? Ha despertado mi curiosidad, señor. 

-Es una historia algo larga -dijo Et.

-Tengo todo el tiempo del mundo.

-Si así lo deseas. Déjame recordar como iniciaba. Hace años que no lo cuento.

 

  Et quedó pensativo un rato hasta que recordó como iniciaba. 

 

-"Hace 23 años el reino de Dialey no había conquistado todavía las costas rocosas que pertenecía al reino de Drim.  Drim dejó de ser un reino y pasó a manos de Dialey.

 

  El príncipe estaba próximo a tomar el trono y ser coronado rey por su padre que se encontraba en suma vejez. El príncipe poseía un mejor amigo que pertenecía a una familia noble.

 

  En una fiesta real su amigo llegó acompañado de una hermosa mujer noble con la piel como porcelana fina, un cabello negro largo que le caía como cascada hasta sus caderas y unos brillantes ojos marrones que destacaba su gran belleza. El príncipe quedó atrapado por la hermosura de esa mujer y juró que sería su pertenencia, pero su amigo le contó que era su prometida y que en unos pocos meses se llevaría a cabo el matrimonio.

 

 El príncipe que estaba acostumbrado a obtener siempre lo que deseaba no soportó la idea de no tomar a esa mujer como suya.  Sin que su amigo se diera cuenta intentó cortejarla, la llenó de obsequios valiosos, pero la mujer fielmente a su prometido rechazo tales obsequios. El príncipe estaba eufórico por la negativa y el rechazo de la mujer.  

 

  Al poco tiempo fue coronado rey y su ambición aumentó considerablemente. Su obsesión por la mujer era inmensa. Con su poder obligó a la familia de la mujer que cancelara el compromiso con su amigo. La mujer se negó rotundamente, ella amaba a su prometido con toda su alma. Pero no se pudo hacer nada, era una orden real.

 

  El amigo se enteró de lo sucedido y le reclamó muy furioso a el ahora rey a quien creía amigo y como un hermano.  No esperaba esa traición de su parte. El ahora rey se burló de él y lo echó del castillo con sus guardias sin piedad alguna. El amigo sentía una gran ira y decepción. 




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