Once.

Caminábamos por un sendero rodeado de arbustos florecidos. El sol iluminaba todo desde lo alto y el cielo estaba perfectamente azul. Mi mirada se detuvo en la espalda de Jimin que me precedía. Había olvidado la razón por la que nos encontrábamos allí. Estaba a punto de preguntárselo, pero él se giró hacia mí y me miró con su habitual sonrisa, tomándome de la mano. 

—¿Estás segura de que quieres verlo? 
—No sé de qué me hablas, Jimin.        
—Hablo de Tae. Te prometí que te lo presentaría.    
—¿Tae? Pero él está... —Antes de que pudiera expresar mi confusión, Jimin, sin mediar más palabras, se puso a caminar otra vez, jalándome para que apurara el paso. Supuse que mis dudas se verían resueltas en cuanto llegáramos a donde fuera que teníamos que llegar.

Al término del camino se extendía un prado enorme, con un solo árbol que dominaba la vista desde el centro. 

Continuamos caminando a través de la pradera. El viento agitaba el largo pasto dorado salpicado de flores a nuestros pies.

—Llegamos. —Dijo Jimin con seriedad una vez que nos encontramos junto al árbol. Se trataba de un enorme y viejo pino cuya sombra se alargaba varios metros. Rodeé el árbol, curiosa—. No te distraigas, Daphne, es aquí. 

Jimin señaló un punto en el suelo. Me acerqué a mirar y descubrí una losa de piedra rectangular apenas visible, rodeada de hierba y setas. Algo estaba escrito en ella. Acuclillándome, toqué las letras que estaban grabadas en la piedra. No se veían muy claras. Intenté descifrarlas, pero mi visión no las enfocaba. 

—¿Qué dice aquí, Jimin?
—Su nombre. —Me sentía sumamente frustrada al no poder leer lo que esas letras dirían, pero tampoco quise pedirle ayuda. Se veía ensimismado, casi perdido en sus pensamientos mientras se apoyaba en un pie y luego en el otro, observando la losa con una expresión ausente. Pese a lo pacífico del lugar, sentía que algo no estaba bien.    
—Jimin, vamos a casa.   
—Primero tienes que leer lo que dice ahí.      
—No puedo, Jimin, ayúdame.    

Jimin se acuclilló junto a mí y tomó mi mano, guiando mi índice por las hendiduras.

—T... E... —Mi mano seguía los trazos rectos y Jimin leía a medida que los pasábamos—. H...

De pronto cientos de aves descendieron desde el árbol y nos rodearon en una nube silenciosa. Intenté protegerme la cabeza con los brazos, pero no me hicieron daño. Cuando se dispersaron, busqué a Jimin. Había desaparecido. 

—¿Jimin? —Llamé, perpleja—. ¡Jimin! —Estaba comenzando a desesperarme. 

Nadie contestó. No había ningún sonido, ni siquiera un eco en aquel lugar. El prado se extendía por metros y metros, y el camino por el que habíamos llegado había desaparecido de mi vista. Volví a mirar la losa con desaliento. Ahora estaba totalmente vacía. Me arrodillé y la volví a tocar. Estaba cálida, como si un corazón latiera debajo. 

El sonido de mi celular bajo mi almohada me hizo abrir los ojos. ¿Qué...?

—¿Hola?
—¡Daphne! ¿te acuerdas de mí? —Una voz femenina resonó al otro lado de la línea. 
—Uhm...
—¡No puedo creer que no te acuerdes de mí! —La voz al otro lado del teléfono sonó falsamente ofendida— ¡Soy Jane! Tu mejor amiga en la primaria ¿recuerdas?
—¿Jane? ¿¡Esa Jane!? ¡Dios mío, Jane! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo conseguiste mi número?
—¡Me topé a tu hermana y a tus padres acá en Inglaterra! ¿Por qué no viniste con ellos?
—Verás... 
—Oh, bueno, me lo contó tu hermana. La beca estudiantil, no puedes posponerla. Lo entiendo. ¡Pero te llamaba para contarte algo!   
—¿Sí? ¿Qué es? —La verdad es que el entusiasmo de Jane siempre me había apabullado. Lo había olvidado.     
—¡Me voy de intercambio a Seúl!         
—Wow, eso es muy bueno... Lo pasarás muy bien acá. ¿Conoces el idioma?    
—No mucho, la verdad —Jane rio, encantadora como siempre— Pensé que tú podías ayudarme. He tomado algunos cursos, pero ya sabes, será por poco tiempo. Lo hago más que nada por viajar y conocer el mundo. 
—Ya veo...   
—¡Podríamos vernos en Seúl! —Mi estómago se retorció. La verdad recordaba con mucho cariño a Jane, pero esta Jane me resultaba una total desconocida. Habían pasado más de diez años desde que éramos amigas, y en todo este tiempo no había habido contacto entre nosotras. ¿Por qué llamarme entonces? — ¿Daphne? ¿Estás ahí? 
—Sí, aquí estoy...  
—Te decía que Anna me contó que vivías sola. Las fiestas que podemos armar allí serían é-pi-cas. ¡Incluso podría quedarme contigo!

Ahora entendía el repentino contacto. 

—La verdad Jane, no sé qué te dijo Anna, pero no dejé de ir a Inglaterra a causa de una beca estudiantil, sino porque acabo de estar hospitalizada y he tenido muchos problemas de salud recientemente. Así que no creo que sea buena idea lo de que te quedes aquí. Pero claro, siempre podemos vernos... 
—Oh... ya veo... Es que... verás, estoy a nada de irme a Corea, y la verdad es que tenía una familia que me iba a recibir en su casa, pero se retractaron y ahora no sé qué hacer... ¿Podría quedarme un par de días al menos contigo? —Jane sonaba realmente compungida. Rodé los ojos. No podía creer que me tuviera que enfrentar a esto ahora. Justo cuando estaba disfrutando de mi soledad estando en pijama hasta la hora que quisiera, sin preocuparme del ruido y del desorden que hiciera mi familia, cocinando lo que me apetecía y escuchando la música que quería. Qué desesperante.
—Jane, si quieres puedes quedarte por una noche, pero no más que eso. Te puedo ayudar a buscar un hotel.     
—¡Perfecto! Te lo agradecería mucho, Daphne.        
—¿Cuándo llegas? 
—¡La próxima semana! Yo te aviso por mensajería ¿está bien?    
—Sí... 
—Perfecto, Danna ¡eres un amor! ¡Gracias! —¿Me había dicho Danna?
—Daphne... —Corregí, pero ella ya había cortado la llamada.