González solía pasar la mayoría del tiempo en la base, hasta los inusuales días que tenía libres. A Zohe le sorprendió enterarse de que tenía una casa en medio del bosque de manglares que rodeaba la base.
Una vista idílica, la casa se levantaba sobre pilotes, para aislarla del agua, cual palafito, con una caminería que comenzaba donde se dejaba el vehículo en "tierra firme”; no era más de 200 metros de recorrido. Construida con hormigón prefabricado, como la mayor parte de la base, combinaba armoniosamente con sus colores gris y crema, y unos enormes ventanales.
Vaya. Hasta buen gusto tenía González.
—¿Cómo padre dejó construir esto aquí? —preguntó un tanto perpleja.
—Tiene su propósito —le respondió González.
—Como este.
—Por ejemplo.
La puerta se abrió de forma biométrica.
Una corriente de aire frío, la recorrió al entrar. Contaba con climatización la casa. Excelente.
Necesitaba una de esas, pensó con gracia Zohe.
Dejaron al muchacho en una pequeña habitación sin ventanas, con una cama, un pequeño baño y lo más importante, sólo podía abrirse con sensor biométrico desde afuera. Tenía todos los juguetes la casa.
El muchacho aún seguía drogado, pero debía dejar que pasara el efecto.
Su padre pronto estaría allí.
Regresaron a la sala principal y como sacado de su pensamiento, el General estaba cruzando el umbral de la puerta.
—Señor —González y Zohe emitieron el saludo al mismo tiempo.
—Bien, ¿dónde está?
—En el cuarto de seguridad —respondió González.
El General se encaminó a la habitación. Tras un instante, giró sobre sí y regresó donde se encontraban Zohe y González.
—Muy bien hecho muchachos. Misión cumplida.
Palmeó en los hombros a ambos y les dedicó una sonrisa genuina.
El General, solía usar la fuerza para conseguir información de sus enemigos, pero en este caso, sería menos invasivo (aunque el secuestro ya lo era, pensó con ironía). Había enviado a Zohe y González a secuestrar al hijo menor del General Martínez, su (hasta hace poco) aliado en la Región. Las investigaciones de González y los interrogatorios, habían dado como fruto que Martínez intentaba socavar desde dentro el régimen de Vigilo, ya que, tenía por interés, no sólo los recursos hídricos del Estado, sino una salida fácil al mar. Al parecer intentaba comerciar el agua a una pequeña colonia de ricos que aún sobrevivían en el Caribe.
El General se pregunto porque no tomar una vía mas lejana y así mantener la paz con quien había sido su aliado, Martínez era un tonto.
Sabía, por haber nacido en la región Andina, lo difícil que sería llevar un ataque hasta esa zona, la cordillera les daba ventaja. Tendría que presionar con un rehén, y sabía que ese muchacho escuálido, era el favorito del Martínez.
Allí tenía su ventaja.
El muchacho llamado Edward, se mostró altanero y pedante. Amenazó, de forma elegante; le agradó a Vigilo. Evidentemente se sentía confiado de la autoridad de su padre. Sólo cuando el General le recordó que estaba muy lejos de su casa, fue que su semblante decayó, pero rápidamente se recompuso.
—Mi padre es un hombre muy poderoso y apasionado, hará lo necesario para recuperarme.
—Lo sé, muchacho y allí está también su debilidad.
El muchacho lo miró con ojos de odio.
—¿Cómo pudo hacerle esto? Eran aliados —le reprochó al General.
—Estoy seguro que por tu juventud no participas en los consejos de guerra de tu padre, pero él me traiciono a mí. A mí —respondió el General con rostro ensombrecido— quién lo recomendó para ocupar ese lugar fui yo, cuando el anterior General murió por causas naturales, me pidieron volver a la Región Andina por ser nativo de allí y yo decidí quedarme, de igual forma pude haber unificado la zona, pero consideré que lo mejor era mantener el sistema tal cual estaba.
«Espero muchacho, tu padre muestre prudencia y acceda a negociar, sino no importa cómo o cuándo: lo destruiré, no quedará nada de él, hasta su legado será borrado.»
El General terminó la conversación deseándole una buena estadía. Le proporcionaría buena alimentación, y un poco de entretenimiento, pero que no creyera que algún dispositivo con acceso a internet caería en sus manos.
Al volver a la sala, Zohe y González, conversaban quedamente entre ellos. Sentados, bastante cerca para su costumbre, le extrañó la escena al General.
—González.
—Señor —respondió el aludido mientras se colocaba en pie.
—Informe sobre los detalles de la misión.
—Sí, Señor, aunque considero que Zohe debería ser quien diera los detalles.
Esta lo miró con su conocida mirada matadora.
Esa situación se ponía más extraña a cada momento, pensó el General.
—¿Hija?
—Padre. Hay algo muy importante que debo decir.
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Editado: 28.07.2025