XIII

Después que Zohe le contara al General el encuentro con Marcos, los detalles lúcidos que tenía sobre su relación con este, el cómo y cuándo habían iniciado, el semblante del General ardía con ira. No podía creer que todo aquello hubiera iniciado de esa forma, con semejante “descuido”, aunque comenzaba a atar cabos y considerar que la inteligencia de ese momento sobre Marcos, también había sido falsa.

Toda esa situación llevaba mucho tiempo tramándose y habían usado a su hija para eso.

—¿Ese hijo de puta te reconoció? —preguntó.

—Considero que no; con la máscara militar y la ropa que llevaba no creo que mi figura me delatara, no vi signos de reconocimiento. De igual forma, no podemos darlo por sentado. Ya vemos que es muy bueno, actuando.

—Maldito, ¡debí haberlo abierto desde la ingle hasta el cuello!

—Pediría perdón por esto, padre, pero, a efectos prácticos, no sirve ya para nada.

El General la miró detenidamente, bajo ese semblante aparentemente calmo, podía ver dolor, su hija había amado a ese pedazo de mierda y se sentía afectada por eso.

—Si te interesa la venganza como a mí, cuando demos con ese maldito puedes disponer de él si tienes las agallas.

Zohe sonrió, por supuesto que quería “disponer” de Marcos.

Zohe, la bella hija del General; la única. Nació y creció en una época de caos y convulsión, la antigua república ardía por falta de agua, la gente mataba por unos litros, el estado se esforzaba en fingir que nada pasaba. Los militares vieron en la ineficiencia su oportunidad y derrocaron el gobierno centralizado. En una reunión histórica, decidieron dividir los territorios que contaban con los recursos hídricos para subsistir; la región del occidente desde la cuenca del Lago de Maracaibo, Zona Andina, la Gran Sabana y, el hasta ese momento olvidado Delta del Orinoco, que podría considerarse una zona de ríos y pantanos. Básicamente todo el centro del país migró hacia esa zona. Y así, Venezuela pasó de ser una república centralizada, a una nación con regiones privilegiadas independientes. Con los regímenes militares se terminó la anarquía y los recursos pudieron dividirse de forma que no sobraba, pero tampoco faltaba, garantizaba la vida en un mundo que se había vuelto una mierda.

Cuando su padre ascendió al poder, a Zohe se le hinchaba el pecho de saber que su padre fungía poco más como un líder salvador. Al pasar del tiempo decidió seguir la vida militar, allí sin dejar de admirar lo que su padre logró, entendió que no era tan amado como ella pensaba y que las políticas eran duras, pero necesarias. Vio cómo se construía la enorme base en el delta del Río Limón. Donde antes había un pequeño puesto de control de migración y un destacamento de la antigua Guardia Nacional, se irguió un enorme complejo militar con una pista de aterrizaje, el antiguo puente fue modificado, hasta convertirse en una inmensa estructura de concreto y metal. Era impresionante lo que lograba la disciplina y organización. En un mundo donde las fronteras estaban cerradas para el que carecía de poder, y las comunicaciones eran más cerradas que nunca, creció Zohe.

Su compañía más cercana y a la misma vez rival, era González. Fuera de tener los anhelos de experimentar el amor romántico, había disfrutado su vida. Se volvió militar, hasta llegar al punto donde aconteció su drama con Marcos, y cómo había sido usada por este, de eso no había duda. Pero ahora se sentía fuerte, a pesar de que las primeras semanas experimentó los fuertes efectos del síndrome de abstinencia, pero su padre tenía razón, si algo le sobraba era voluntad y lo había conseguido; no volvería atrás.

Zohe pensaba en todo esto, mientras se preparaba para volar un dron de vigilancia, sobre toda la zona donde se encontraban, al elevar el pequeño y sofisticado aparato contempló toda la zona de manglares, el río, las islas de La Barra, la enorme base, y pensó que no permitiría que el régimen de su padre cayera, ella haría lo necesario para que se mantuviera en el poder, y quizás, algún día sería su turno de gobernar.