Delta 4053

XV

El ejército andino había dinamitado la represa de Manuelote, un inmenso reservorio de agua dulce al pie de la sierra del Guasare. El General pensó que no podía decidir si su homólogo Martínez era estúpido o realmente audaz. El agua estaba generando destrozos en la infraestructura eléctrica, vías, instalaciones del ejército, cercados alrededor de los ríos; se estimaba que la inundación llegaría en un par de horas. Aún no se recuperaban de los destrozos del incendio de El Moján y poblados de otros municipios; parte de la base se inundaría. Era inevitable, al estar en la ribera del río; ya se había dado la voz de alarma. Miles de personas comenzaron a trasladarse a zonas más altas del estado y otras tantas decididas a no abandonar sus pertenencias, otros buscaban refugio en la base, en los edificios altos.

El General comenzó a sentir desesperación, caminaba nerviosamente en su oficina, González lo veía con preocupación desde la puerta; pensaba en todos sus años de duro trabajo, echados por la borda en unos pocos meses. ¿En qué momento se había confiado y había ocurrido todo ese complot en su contra? ¿Había iniciado a raíz de la relación de Zohe con Marcos o llevaba más tiempo? Esta era la peor crisis que había enfrentado en su vida, justo en el momento que creía que nada podía pasar.

Se maldijo a sí mismo por no haber matado a Marcos en su momento. Quizás hubiera filtrado información, pero no toda. De nada servía lamentarse, por ahora debía prepararse.

Contempló desde su oficina el rojizo atardecer de La Guajira. Hacía décadas, había llegado a esa tierra olvidada. Donde imperaba la delincuencia, la pobreza, la desidia. Bajo su mando había logrado que floreciera, y ahora todo ese esfuerzo sería destruido por una gran inundación.

Los seres humanos no aprendían, la codicia los seguía llevando a la autodestrucción. Esperaba al menos que Martínez tuviera los cojones de presentarse él mismo a tomar la base y si Vigilo debía morir, se llevaría a ese desgraciado con él.

Zohe se debatía entre la furia y el desespero al ver las turbias aguas rodeando todo, arrastrando remolinos de escombros, vegetación y cadáveres; muchos pobladores se encontraban acampando en la cabecera del puente, tardaría días antes de que el cauce del agua bajara y aún peor, ver el estado de deterioro en el quedarían sus viviendas, si aun tenían. Mientras tanto, los militares llevaban suministros en lanchas. Entre esos, Zohe.

En todo el resto del municipio, los planes de emergencias estaban operando. Se habían implementado refugios, se hacían barridos en helicóptero, buscando personas atrapadas, los aerodeslizadores surcaban las aguas poco profundas, ¡qué absoluta locura!

La amenaza constante de un ataque aéreo, era inminente.




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