Caminaba descalza sobre la áspera arena, sintiendo la suave y cálida brisa, mientras la fría agua acariciaba mis pies.
Y ahí estabas tú, sentado sobre aquellos granos amarillentos llamados arena, el céfiro movía tu hermoso cabello, negro como las noches; dejando ver la serena expresión que tenía tu bello rostro.
- ¿Qué haces aquí?
- Lo mismo que tú.
Tu voz sonó apenas audible, mientras tu mirada viajaba hasta mí. Tus ojos rasgados y grises como la Luna, me observaron fijamente durante unos segundos: segundos de rotundo silencio.
Después, paseaste tu vista de mí al vacío que se encontraba a tu lado. Viajé hasta llegar a aquel hueco y me sente en él. Apoyé mi cabeza sobre tu tonificado torso. Sentía los frenéticos latidos de tu corazón y las caricias que recibía de tus firmes y delicadas manos sobre mi ondulado y rubio cabello.
Podría decirte lo que me haces sentir en aquel mismo momento, mas prefería esconderlo bajo letras y versos, que guardaba en aquella gruesa y bonita libreta que me regalaste en mi último cumpleaños, que escribía en las noches de vela pensando en ti.
Tus cálidos dedos levantaron mi mentón uniendo nuestras miradas. Te veías malditamente perfecto, más que nunca. Resaltaba tu despeinado cabello, aquel que tantas veces había soñado acariciar y ver sobre el otro lado de la almohada en las mañanas; al alba.
Acercaste tu tez a la mía mientras tu fina y fuerte mano se posaba en mi mejilla, dando dulces caricias con tus dedos; tus manos eran terciopelo.
A la vez, el Sol se despedía e iba a descansar, dejando ver en ese momento el anaranjado cielo, al que eché un vistazo. Solo quedábamos tú, yo, y el sonido de las olas del mar; o esa impresión sentí en aquel momento: Todo a nuestro alrededor desapareció. Me sentía flotando sobre tus brazos, mientras los pajariilos cantaban.
Nuestros alientos se mezclaban, podía sentir el suave y dulce roce de tus labios sobre los míos y aquel barato perfume que siempre utilizabas. Tu olor me embriagaba.
- Corten - indicó el director - La escena ha quedado espectacular, buen trabajo chicos - nos halagó nuestro jef con una gran sonrisa en su rostro.
Obviamente demasiado cliché para ser real.