Demasiado Tarde

PARTE UNICA

 

El horroroso sonido de las sirenas de la ambulancia me despertó alarmada. Mi primer pensamiento fue que había ocurrido lo que más temíamos que ocurriera, lo que todos sabíamos que iba a ocurrir.

 

Me levanté de la cama y abrí la puerta apresuradamente, cuando salí, lo primero que vi fue a los médicos llevando en la camilla a mi hermana y a mis papás llorando abrazados, desconsoladamente.

 

-¡Mamá!, ¡papá!, ¿Qué le pasó a Camila?. - Grité y cuando vieron que me dirigí a donde tenían a mi hermana me detuvieron, subieron ambos a la ambulancia e intenté subirme con ellos.

 

-¡También quiero ir!, ¡También quiero ir!. -Dije desesperadamente y con lágrimas en los ojos y me permitieron subirme a la ambulancia con ellos, no me dejaron sola en la casa.

 

Pasamos unos eternos minutos sentados en la sala de espera. Estar ahí era como una ruleta rusa, los médicos llevaban las buenas o las malas noticias, no podías decidir que te tocaba. Hasta que nos tocó nuestro turno, que lastimosamente fue el premiado. Aquella madrugada mi hermana nos había dejado para siempre, a mis papás con el corazón roto y a mí, con el terrible “dolor psíquico” de la culpa.

 

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-¡Niñaaas!, ¡la comida está servida!. –Oí la voz de mi mamá, que venía desde la cocina, mi hermana y yo estabamos cada una en nuestro cuarto.

 

-¡Ya voy mami!. -Grité como respuesta y salí al comedor y empecé a comer. 

 

Mi hermana tardó en salir y mi madre volvió a llamarla, hasta que salió con mala cara de su habitación y se sentó a comer, sin decir ninguna palabra.

 

-Me serviste muy poco mami, quiero más. -Dijo mi hermana acabando de comer, yo apenas iba por la mitad del plato, mi hermana se comió todo muy rápido.

 

El plato de Camila tenía una porción racional, no era para repetir, pero tampoco era exagerado. La cantidad de comida que mi mamá me servía a mí era más poca, pues al ser menor, comía en menor cantidad.

 

-Camila, ¿no te has visto en el espejo?. Has engordado estos últimos días, no quiero una hija gorda, dañaría mi imagen, recuerda que trabajo en “Social Prestige”. -Dijo a mi hermana y la chica se fué a su cuarto sin decir ni una sola palabra, dejando en la mesa su plato sucio.

 

“Social Prestige” es donde trabajaba mi mamá, nunca nos ha explicó exactamente qué hacía ahí, solo sabíamos que la invitaban a muchos eventos, y teníamos que ir toda la familia a cenas elegantes con personas que no conocíamos.

 

Mi papá también estaba asociado con la empresa, pero casi nunca se mantenía en el país, nos visitaba mínimo una vez por mes, siempre nos traía regalos.  Para mí el mejor regalo era verlo. Los días que venía mi hermana se veía muy feliz.

 

Hace unos días mi mamá empezó de nuevo a decirle a mi hermana que estaba subiendo de peso, cosa que era real, pero yo no lo veía de forma negativa, en mi opinión Camila estaba delgada; no se veía mal, pero aumentar unos kilos no era nada malo.

 

Lo que pasaba a la hora de la comida se volvió rutinario, mi mamá y mi hermana discutiendo por la cantidad de comida que Camila tenía que comer, y mi madre siempre balbuceando “Social Prestige”, “Social Prestige”. Era lo único que le importaba a mi mamá, “la empresa y su imagen”. De seguro si trabajara en otro lado no reprocharia lo que Camila comía, ni como se veía.

 

Pasaron varios días y noté que las porciones de mi comida también bajaban la cantidad normal, no dije nada pero quedaba con un poco de hambre, todo por no oir a mi mamá diciéndome algo de su empresa “Social Prestige”. 

 

Se acercaba la fecha en la que mi papá nos visitaba en el mes, no podía imaginar que iba a ocurrir a la hora de la cena, si mi mamá iba a fastidiar a mi hermana o la dejaría comer las cantidades que ella quisiera, Camila no estaba abusando en cantidad, fue mas bien mi mamá abusando por lo poco que quería hacernos comer.

 

Mi papá venía siempre con regalos, por lo general con ropa muy bonita para nosotras, con todo lo que mi hermana le pidiera en el transcurso de los días que él no estaba. Llegaba con muchas maletas, todas con cosas que le daba a ella, yo no era mucho de pedir, solo pedía máximo unas cuatro cosas, y no es que no quisiera nada, sino que no soy una persona muy materialista y me estresaba tener tantas cosas innecesarias.

 

Llegó el día de la visita de mi padre, las tres decoramos para su llegada. Eran dos meses sin haberlo visto, el mes anterior había tenido problemas en el aeropuerto y no había podido viajar. 

 

-¡Papiiii!. -Grité de emoción cuando vi a mi papá entrar por la puerta principal. Seguidamente mi hermana gritó y se le tiró casi encima de la emoción. Camila iba  a cumplir quince años, medía aproximadamente metro y medio, ya era un poco grande para mi papá que rondaba en los cuarenta años al igual que mi madre.

 

Después de que Camila terminara de saludar a mi papá, mi papá me levantó con sus brazos y me abrazó, me cogió con tal facilidad como si no pesara nada, tenía ya diez años y mi mamá regañaba a mi papa por el esfuerzo físico que estaba haciendo, pues sabía que a su edad una hernia podría ser terrible. 



#3256 en Joven Adulto

En el texto hay: problemas, adolescente, muerte

Editado: 10.06.2022

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