「Demencia delirante」
Capítulo III: Duda vienen a mí.
«Eres libre y por eso estas perdido.»
—Franz Kafka.
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Arath y Arleth 6 años.
—Hermanita, no llores —un chiquillo de cinco años se encontraba en la guardería, consolando a una niña parecida a él, la cual lloraba descontrolada sosteniendo una muñeca rota.
—E-es qu-que...y-yo... —balbucea la pobre infante incapaz articular palabra por su incesante llanto.
—Ya, ya —su hermano mayor le acarició la cabeza—. No llores, le diré a mamá que te compre una nueva.
—P-pero... ¡Yo quiero a mi Dolly!—exclamó angustiada.
—Lo sé, pero está rota —decía tratando de hacerla entrar en razón.
—No...—la pequeña susurro aterrorizada.
Viendo la actitud de su gemela, el niño no pudo más que suspirar resignado:
—Sale, entonces no queda de otra que arreglarla —tomando a la muñeca con una mano y la mano de su hermanita con la otra, las llevó a unas mesas con diversos utiles escolares.
En medio de risas, descuidos y errores. Los infantes trataron de reparar el juguete de la menor.
Parece ser que el par se emocionó demasiado, ya que terminaron cubiertos de pegamento, cinta adhesiva y otros componentes para unir cosas, logrando que sus vestimentas inmaculadas se volvieran un desastre; al final, en medio de tijeras, cinta, adhesiva, resistol y pegamento: la muñeca que trataron de arreglar, quedó pegada, empero desfigurada.
El niño al darse cuenta de tal hecho se horrorizó pensando que a su hermanita no le agradaría el resultado de su "intervención".
Sin embargo, notó con asombro como la niña sonreía mientras colocaba cuidadosamente la muñeca en un estante para que se secara.
— ¿Te gustó como quedó, Arly? —cuestionó temeroso.
—P-por supuesto Arthy —sus mejillas adquiriendo un tono carmesí, asemejándose a dos tomates maduros—M-más porque fue mi hermano quien me ayudó a arreglar a mi querida Dolly.
—Que bueno —el niño sonrió feliz al saber que pudo ayudar a querida hermana menor.
— ¡Arthy, Arly, ¿Qué hicieron?! —la profesora había entrado al salón de clases ya que justo había sonado la alarma que indicaba el fin del recrep, y no le había gustado para nada el desastre que los gemelos habían ocasionado arreglando a la muñeca Dolly.
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La creciente luz que se asomaba por la ventana molestaba mi cara ocasionando que despertara de mala gana. Miré a mi lado encontrándome nada más con una almohada, cosa rara porque allí se suponía que debía estar mi hermana.
Suspiré fustrado.
Seguro que fue al baño o algo parecido y de ahí a su cuarto a arreglarse. Arleth es muy quisquillosa en cuanto a verla recién levantada se refiere.
Me incorporo sentándome en la cama para luego realizar algunos estiramientos y despabilarme por completo.
Salgo de mi cama con dirección al baño, no sin antes revisar mi reloj de techo y darme cuenta que ya son las 09:48 am.
Maldita sea.
Se supone que Arleth y yo tenemos que estar antes de las once en la universidad.
Con un pasos más apresurados entró a la regadera.
Quince minutos después salgo con una toalla enredada a la cadera y otra secándome en el cabello.
Abro mi guardarropa y saco unos jeans azul marino junto con una playera a rayas blanco y gris. Me pongo un bóxer y después las prendas que acabo de sacar, para finalmente colocarme unos tines y mis vans negros.
Me peino como siempre, coloco un poco de colonia en mi pecho, tomo mi cartera y me abrocho un reloj negro en mi muñeca derecha para luego salir directo al comedor.
Mi madre y Arleth están desayunando, tomo asiento junto a la segunda y me sirvo un poco de fruta.
—Buenos días cariño —saluda mi madre.
—Buenos días madre —contesto y llevo un pedazo de melón a mi boca.
—¿Dormiste bien? —me pregunta dándole un sorbo a su te.
Mi Arly voltea a verme dejando su cereal de lado.
—Sí, lo hice —digo seguro mandando una mirada tranquilizadora a mi hermanita—. Es más, soñé con algo que parece ser un recuerdo de mi infancia —mi madre y hermana me miran extrañadas.
— ¿Cómo? —interroga la primera—. ¿Qué soñaste? —agrega siendo secundada por mi amada gemela.
—Primero tuve un sueño...desagradable— mi gemela me miró inquieta ante lo dicho—. Pero posteriormente soñé con un recuerdo, creo.
— ¿Ah sí? —pareciera que he dicho algo sorprendente ergo los ojos de mi progenitora se iluminaron.
—Si... —vacilé un poco—. Estábamos Arleth y yo de niños en la primaria. A ella se le había roto su muñeca favorita, Dolly, creo. Y lloraba por eso, trataba de consolarla diciéndole que le comprarías una nueva. Sin embargo ella decía que no quería otra solo a su Dolly. Así que entre los dos con algo de pegamento y otras cosas tratamos de componerla, y lo logramos; solamente que quedó deforme. Pensé que Arly se iba a enojar, pero eso no ocurrió. Contrario a todo, ella sonrió y dijo que estaba feliz porque le ayude. Al último, la profesora entró al salón y nos regañó por el desastre que ocasionamos —termine, y pude ver como el rostro de mi madre irradiaba de felicidad.
— ¡¿En serio?! —chillo contenta— ¡Si, eso realmente pasó!—continuo—. Mi querida Arly estaba muy apegada a esa muñeca aun después de ese accidente, fue un regalo de mi madre, Dolores. De hecho ella bautisó a la muñeca así en honor a la abuela.