Demencia delirante

 ಇ Capítulo IV - Somos reales

 

「Demencia delirante」

 

 Capítulo IV: Somos reales.

«El mundo es por supuesto, nada excepto nuestra concepción del mismo.»

—Anton Chekhov.

 

༺ ৎ୭ ༻

 

Las clases por fin terminaron, solo tuvimos tres horas de estudio así que fue un día medio flojo. Son las dos de la tarde con dieciocho minutos y estamos en la parada del transporte público que está en la esquina de la universidad.

En todas las clases me la pasé distraído, los profesores lo notaron mas no emitieron ningun comentario al respecto. Lo mismo ocurrió con Arleth, aunque de vez en cuando se acercaba a mí para confirmar que todo estuviera bien.

Normalmente le pregunto si quiere ir a algún sitio después de clases, esta vez fue la excepción, pues la lleve directo al autobús de regreso a casa. Era evidente que tal hecho se le haría extraño, pero como era de esperarse, no objeto ni mucho menos se inmutó.

Bajamos del vehículo tomados de la mano y entramos a casa.

Madre nos vio pasmada, seguro porque no esperaba vernos hasta las cinco y algo.

—Miren nada más, los milagros existen, ¿a qué se debe verlos tan temorano? —preguntó sin dejar su asombro de lado.

—Solo quisimos regresar antes — mentí, y regresando a ver a Arly pensé que iba a refutar, no lo hizo, igual que siempre.

—Oh... —examinó la situación para decir—: Supongo que se irán a tu habitación, ¿cierto Arath?

—No, en realidad...estoy un poco cansado. Quiero acostarme un rato—madre se sorprendió aún más—. Arly, discúlpame nada más quiero estar a solas por un momento —me excusé.

Fue su turno para quedar anonadada, alcanzando solo a asentir, quedándose parada entre que me iba a mi cuarto.

Ya en la alcoba me saqué el reloj y la cartera, poniéndolos en el buró. Me senté en la cama para retirarme mis zapatos junto con los tines y los aventé en algún sitio de la habilitación, terminé por tumbarme en la cama.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas, desde la mañana no había dejado de pensar, hacer conjeturas y tratar de atar cabos sueltos.

¿Por qué Arleth no habla?

Allí fue cuando caí en cuenta que nunca me había cuestionado eso antes y quizas, si no estuviera teniendo estos sueños que me dejan patidifuso, continuaría ignorando ese factor.

Algo que tenía claro es que ella hablaba antes, mi madre y esos sueños me lo confirmaban, podía hablar perfectamente bien el problema es que no quería volver a hacerlo.

¿Cuál será la razón por la que dejó de pronuciar palabras?

Cierro mis ojos con fuerza tratando de aclarar mi mente, de repente muchas imágenes circulan por mi cerebro.

Un sin fin de ideas atraviesan mi ser, me pregunto por qué me afecta tanto este tema.

Antes estaba bien, antes no necesitaba respuestas.

Antes ignoraba todas estas interrogantes.

Por mi bien tal vez, o por ella...

—Tks, qué molestia.— murmuro enfadado, todo esto me irrita, giro el cuerpo y me acomodo en el colchón disponiéndome a dormir.

Tanto pensar y teorizar me dejó agotado, lo mejor será dormir y esperar a que cuando despierte mi mente se haya aclarado.

—Arleth...—bisbiseo somnoliento.

Ella siempre ha sido mi último pensamiento antes de dormir, sin embargo, nunca imaginé que provocaría tantos estragos en mí.

 

༺ ৎ୭ ༻

 

Arleth y Arath 7 años:

Un manto blanquecino cubría todo el panorama donde entre montañas y pinos se encontraba una cabaña la cual lucía rústica por fuera, pero acogedora y elegante por dentro. Se podría vislumbrar humo desde la chimenea, producto de comida que estaba siendo cocinada.

Dentro de la cabaña yacía una familia de cinco integrantes. La madre, como era común estaba haciendo la cena, el padre leía ensimismado el periódico mientras fumaba un puro enfrente de la chimenea y tres niños estaban en una de las tantas alcobas jugando. Los tres de tez blanca, ojos verdes y cabellos amielados. La diferencia que se les podría notar sería que uno de ellos parecía notablemente mayor, y los otros parecían clones, solo que uno era mujer.

Aunque las diferencias poco importaban, debido a que los chicos se veían muy felcias y entretenidos conviviendo juntos.

—Hermano Nacho — llamó la única fémina al mayor en la sala—, Dolly está triste—. expresó con preocupación sosteniendo una muñeca algo desaliñada.

—¿En serio?, y me puedes decir por qué está triste la pequeña Dolly —indagó el infante, quien pese a su catoce años de edad, era tan inteligente como un adulto. Por eso dedujó que su hermanita utilizaba a su muñeca como portavoz.

—Bu-bueno...pues...—la pequeña fluctuaba entre palabras, le era muy vergonzoso admitir su estado y la razón del mismo.

—Es porque papá prometió que este verano nos iba a enseñar a esquiar, pero hemos estado encerrados aquí desde que llegamos —ese fue el otro gemelo, quien expuso con firmeza la queja que ambos tenían.

El mayor de la sala los observó atento, su hermanita se veía apenada sosteniendo con fuerza su muñeca, inflando sus mofletes que destilaban un rubor rosa mientras que su vista se clavaba fijamente en el suelo. Por otra parte, su hermanito lo encaraba decidido, con valentía en su ojos de jade y sus dos bracitos cruzados en el pecho tratando de verse imponente.

El joven suspiró con gracia, aun le era imposible creer que eran hermanos, y más que nada gemelos.

—Padre tiene asuntos pendientes que atender, en cuanto termine con ellos estoy seguro que... —no pudo terminar su oración ya que fue interrumpido por su hermano menor quien harto de las prerrogativas dadas por su hermano espetó:




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