Demencia delirante

 ಇ Capítulo V -Yendo con Pandora

 

Demencia delirante

 
 

Capítulo V: Yendo con Pandora.

«Inténtalo de nuevo. Falla de nuevo. Falla mejor.»

—Samuel Beckett.

 

༺ ৎ୭ ༻

 

Los rayos del sol cubren mis ojos obligándome a abrirlos, la cabeza me da vueltas y me punza un par de veces. Entrecierro los ojos tratando de adaptarme a la luz, dejo pasar unos segundo hasta que me doy cuenta de algo: estoy en mi cama.

Con rigidez trato de levantarme apoyándome en el colchón, ¿Cómo es que llegue hasta aquí?

Lo último que recuerdo es que anoche Arleth y yo nos habíamos besado, en su habitación.

Tch.

Mis dientes crujen al momento que la ira se apodera de mí cuando viene a mi mente el estado de su cuarto. Sin embargo, otra incógnita aparece en mi mente, ¿y si todo fue solo una pesadilla?

Parte de mi desea creerlo, ya que eso significaría que lo de Arleth no es verdad, que todo está bien; que ambos estamos bien.

Y podría encajar, pues dudo que mi madre me haya cargado hasta mi habitación, así que...

—Todo fue un sueño —pronuncio en voz alta, intentando convencerme.

Observó el reloj de la pared, siete con cincuenta y ocho minutos de la mañana, aun es temprano y hoy no tengo clases.

Podría volver a dormir, pero ciertamente es lo último que deseo hacer. Salgo de la cama y al instante mis músculos se contraen, parece como si me hubieran golpeado fuerte o terminara de correr un maratón. Con cuidado llego al baño y procedo a abrir la regadera para que el agua caliente me relaje un poco.

 

༺ ৎ୭ ༻

 

Ya aseado y con una cambia puesta voy hacia el comedor, madre es amante de las mañanas por lo que es seguro que tendrá listo el desayuno.

Al salir me topé con Arleth en el pasillo y mi cuerpo se paralizó.

Ella me mira con un sonrojo en las mejillas, nos quedamos así un rato. Me dedico a examinar su complexión pequeña pero bien proporcionada, cabello largo dorado con pequeñas ondas hacia los bordes, piel nívea con un ligero bronceado caramelo, rasgos finos en cara y cuerpo: una belleza encantadora. Mis ojos destilan devoción al admirarla, mas uso todo mi autocontrol para detenerme y localizarme en su rostro.

Sus labios, parecidos a algodóm de azúcar, tiemblan ligeramente y en su boca se forma un puchero, sigo subiendo mi vista y los veo: dos luceros, tan bellos y profundos como la extensa oscuridad...

Un momento, Arleth tiene los ojos verdes. Verdes cual esmeraldas. Igual a los míos.

Parpadeó extrañado acercándome letargo.

La tomo por el mentón jalándola con suavidad hacia mí, esto hace que sus ojos se abran aún más por la sorpresa.

—Ónix —musito despacio y ella me mira confundida inclinando ligeramente la cabeza a un costado.

—Tus ojos —apunto—¿no deberían ser verdes?—pregunto extrañado.

Con brusquedad Arleth aleja mi mano de su mentón y huye con dirección a su cuarto.

Mis ojos siguen el camino por donde se fue y, pese a que quiero perseguirla y preguntarle sobre lo sucedió y así como otras incógnitas que azotan mi mente, mis piernas están congeladas, clavadas en el suelo. Como si mi cuerpo se negase a descubrir la verdad.

El dolor de cabeza regresa y mis extremidades tiemblan.

"No otra vez.", me repito mentalmente.

Inhalo y exhalo para intentar calmarme.

Está claro que no iré tras Arleth, no puedo. Al menos no por ahora. Y mientras intento que mi cuerpo comprenda eso, madre aparece como si hubiese me estado esperando.

—¿Estás bien? —inquiere tocándome la frente—. Pareces un poco constipado, ven, te daré algo para el resfriado.

Nada más puedo asentir dejando que me tomara del brazo y me llevara rumbo a la sala.
 

༺ ৎ୭ ༻

 

Sentado en el sofá veo como mi madre saca un frasco de pastillas de las gavetas en la alacena. Con sumo cuidado extrae un par y mira el frasco, lo aprieta ligeramente y regresa a verme.

Al instante me giro simulando que estaba buscando algo, para después tomar el control de la televisión encendiéndola en el proceso, no obstante, de reojo la vuelvo a espiar, apreciando que de nuevo mete las pastillas.

Algo aquí huele mal.

Madre regresa y me extiende un vaso de agua junto con la pastilla, sentándose a mi lado. Noto algo de culpa en sus ojos que, temblorosos, lloriquean un poco. Inclina más sus manos hacia mí incitándome a tomar las cosas, pero mi desconfianza no se puede esconder y ella lo sabe mejor que nadie.

—Por favor —comienza—, confía en tu mamá —pide casi como suplica—. Jamás te daría algo que te hiciera daño. Creeme cariño.

Padre siempre dice que madre es la mejor para convencer a los demás, aún si estos no quieren. Cada que está en medio de acuerdos algo complicados con otros empresarios, bromea diciendo que desearía poder llevarla, pues con ella sería más fácil cerrar el trato.

Por esa razón, no puedo hacer más que aceptar el vaso y el medicamento. Al momento bebo el agua con todo y pastilla.

—Madre, necesito respuestas —digo de pronto sin mirarla, enfocándome en el vaso que ahora está vacío.

—¿Respuesta sobre qué, cielo? —pregunta con fingida extrañeza, pues conoce muy bien de qué va.

—Madre... —amonesto despacio y la miro en forma penetrante.

Mi progenitora calla, con la vista al suelo por varios minutos jugando con sus pulgares, parece esperar algo.

—¿Qué quieres saber? —gimió con pesar.




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