Demencia delirante

Historia secreta: Rodrigo Méndez.

 

 

 

Demencia delirante
 

 

Historia secreta: Rodrigo Méndez.

 

" Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes.
—Vanessa Bauche

 

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—Haré mi especialización en psiquiatría —anuncie calmado a los miembros de mi familia desatando una oleada de vítores y aplausos.

 

Provengo de una familia constituida por profesionales en el área de la salud: doctores, farmacéuticos, elementos institucionales, entre otros.

 

Mi madre es miembro distinguido del Consejo Nacional de Salud del país y participante activo en el intercambio con otras naciones, mi padre un médico investigador enfocado en la epidemiología y enfermedades crónicas, director del Sistema Nacional de Investigadores y figura pública internacional debido a sus aportes a la ciencia junto con patentes médicas.

 

—Buena elección, hace falta que los Mendéz se expandan en ese rubro —menciona Octavio, mi progenitor, alzando su copa de vino tinto.

 

—Como se esperaba de un Huarte, expandiendo tus horizontes hacia nuevas conquistas —recitó poética Lucía, mi progenitora, rebosante de altivez.

 

Nunca sentí la obligación de probarle algo a alguien o hasta a mi mismo, siempre he sido quien soy y eso es más que suficiente para estar encima de todo y todos.

 

Lo que jamás preví fue que esa decisión marcaría mi vida por completo.

 

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Era mi primer día en la residencia en el mejor hospital psiquiátrico del país el cual se localiza en la capital, el Centro Psiquiátrico General Valverde-Roux.

 

Me encontraba en el fondo del pequeño círculo de personas, escuchando una tediosa introducción por parte de médico adjunto encargado de los nuevos residentes a sus costados yacían pavoneándose dos R4 dispuestos a fanfarronear sobre sus carrera con la fachada de “contar su experiencia” en la especialidad.

 

Ignoré sus charlas inútiles centrándome en el pequeño grupo de nuevos ingresos, éramos cinco en total, dos hombres y tres mujeres de los cuales reconocí a una en específico.

 

—Hola — una joven rubia de mi edad me saluda al terminar el parloteo—, mi nombre es Inés. Mucho gusto —error, tu nombre es Inés Angélica Getsemaní Valverde Carvajal, hija del presidente de la institución, dueño del mismo.

 

—El gusto es mío, soy Rodrigo Méndez —coincidí en su gesto de medias presentaciones junto a una sonrisa amable que siempre funcionaba con seres como ella.

 

Su belleza no pasó desapercibida a mi vista, menos con esa piel apiñonada en contraste con su melena dorada pero compatible con su par de espinelas negras brillantes; una parte de mí se alegró de saber que tendría una buen calmante para las guardias y momentos de estrés, sin embargo descarté esa idea al instante, viendo su comportamiento amistoso hacia todos en general y la cercanía que gozaba con su padre y otros miembros del personal.

 

Mi objetivo dista mucho de ser el consorte de la presidenta del centro médico ni poseo un mínimo interés en ser un simple médico de trinchera, por eso me conviene más ser su amigo que un amante pasajero, su amigo incondicional por el que meta las manos al fuego sin dudar si se presenta algún contratiempo.

 

Que lastima, con lo que me ponen las rubias.   

 

༺ ৎ୭ ༻

 

Los años en la residencia se pasarón volando entre viajes a distintos países con el fin de afianzar relaciones, obtener conocimientos, visitas a convenciones, simposios y varias charlas tediosas en el hospital; nada complicado aunque eso no lo hacía menos fastidioso,  labrar mi camino deseado.

 

—Hola Rodri, ¿emocionado por nuestra “graduación”? —pregunta Inés sentándose en la mesa de comedor general donde estaba degustando una lasaña. 

 

—¿Cómo no estarlo? —respondo con su mismo entusiasmo—. Finalmente podremos ejercer nuestro sueño y ayudar a los demás.

 

Me mira con simpatía, tal a alguien quien encuentra a un ser semejante a sus ideales y no quiere separarse, lejos de un sentimiento romántico ergo va más allá del banal enamoramiento; esto es admiración, cariño, respeto, lealtad: devoción.

 

Y eso es lo que requiero de ella, su completa disposición ante mí y mis futuros planes.

 

—¿Eso significa que te quedarás aquí un poco más? —indaga abriendo el aderezo para su ensalada. 

 

—Síp, quiero quedarme un poco más —para consolidar mi poder aquí y avanzar a la siguiente etapa.

 

—¡Qué alegría! —exclama contenta—. Así no me quedaré solita con los de nuevo ingreso.

 

Continuamos digiriendo los alimentos hasta saciarnos, colocamos la bandeja de trastes en su lugar y nos adentramos entre los pasillos con aras de llegar a la oficina común para residentes y retomar los expedientes que teníamos pendientes.




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