Siento como el agua tibia relaja mi cuerpo de una manera extraordinaria. Todo me tiene muy estresada, cansada, aterrada...
Cojo la toalla envolviéndola por mi cuerpo y comienzo a secarme. Me coloco delante del espejo observando mi rostro serio. Llevo mis manos a esa zona rozándome la piel con delicadeza. Muevo la cabeza hasta que mi barbilla toca mi hombro y dejo un casto beso ahí.
La soledad no me gusta. Sé que me peleaba muchas veces con Payper, y la mayoría por tonterías, pero aun así es mi hermana menor y debo protegerla, cosa que no estoy haciendo. Ella se fue y lo peor de todo es que no se a dónde o con quién...
Me visto rápida y bajo a la cocina. Me acerco a la mesa y cojo un bote de cristal con las cenizas de Tara en su interior.
Cuando volví al veterinario no lo vi, no volvió. A veces pienso que él tiene toda la culpa de lo que pasó, y otras de que su llegada nos hizo abrir los ojos a todos, nos hizo darnos cuenta de que realmente no estábamos unidos y puede que nunca lo estemos.
Salgo al patio y miro hacia todos lados recordando los momentos en los que Tara ladraba y corría para coger la pelota cuando se la tiraba. Sonrío de lado imaginándomela en mi cabeza.
Abro el bote, respiro hondo y ando hasta el lado en el que se encuentra el césped. Vuelco el tarro viendo como las cenizas caen mezclándose con el césped y la arena seca. Una solitaria lágrima baja por mi mejilla haciendo su recorrido hasta caer al suelo junto a las cenizas.
— Siempre estarás en mi corazón pequeña...— me paso las manos por los ojos para que más lagrimas no caigan y entro en la casa de nuevo.
Subo a mi cuarto y comienzo a abrir cajones buscando una mochila, una vez la encuentro meto dos mudas de ropa.
Necesito encontrar a Payper...
Entro en el cuarto de mis padres y les cojo dinero de la caja fuerte. Bajo entrando en la cocina cogiendo algo de comida y las llaves de la casa, y las meto también en la mochila. Echo algunas cosas que pueden hacerme falta en algún momento y decidida cojo mi móvil y salgo de la casa.
Sé que no debí haber dicho todas esas mierdas, pero no lo pensé, solo lo dije y ahora tengo que pagar las consecuencias. Aun así no tuvo porque irse. Podríamos haberlo arreglado como lo hacíamos siempre, pero ésta vez fue diferente, y presencio que ya todo ha cambiado, ya nada es igual...
Camino por dos horas esperando encontrar a Payper, pero no lo hice. Parece como si hubiera desaparecido por arte de magia.
Vamos Daisy piensa...
Aaron dijo que su hermano estaba enfadado por lo ocurrido, eso quiere decir que sabe dónde está o puede estar con él. Pero el problema es cómo encontrarlo si ni siquiera se dónde vive Aaron o cómo encontrarlo.
Siento algunas miradas puestas en mi pero al mirar hacia delante, no encuentro a nadie mirándome. Cruzo la calle y al girar en una esquina noto a tres chicos cerca mía y con malas pintas.
Al notarlos comienzo a aligerar los pasos. Ellos se dan cuenta y sin pensarlo comienzo a correr. Los tres chicos no tardan en hacer lo mismo y seguirme.
Cruzo en un paso peatonal en rojo haciendo que casi un coche negro me atropelle. Miro al conductor encontrando la penetrante mirada de Aaron puesta en mi. Solo tardo unos segundos en recordar que unos chicos me siguen y comienzo a correr de nuevo.
No puedo dejar que ellos lleguen a mi. No puedo dejar que me hagan daño.
Giro en una calle, y en otra, y en otra, y en otra y al girar en la siguiente me doy cuenta que ésta es sin salida. Ya es demasiado tarde como para escapar así que cuando veo los rostros de los chicos doy pasos hacia detrás estando lo más lejos posible de ellos.
Entre los tres se miran y el primero se acerca dando solo unos pasos.
— Danos lo que tengas y te dejaremos ir.— mi rostro sigue serio. Al ver que no respondo da otro paso más.
No entiendo como en esta vida todo lo que me ocurre es malo. Soy... Soy como un imán de las desgracias.
Encuentro un cubo de basura grande en uno de los laterales. Voy subiendo la mirada hasta parar en la ventana, pero está demasiado alta como para poder alcanzarla.
Los individuos se acercan y se quedan a unos pasos de mi.
Los observo quedando grabada en mi mente sus rostros. Los tres son morenos, uno de ojos verdes, y los otros dos restantes marrones. Son a decir verdad, unos chicos bastante... Feos.
El primero de nuevo se acerca y se queda a unos centímetros de mí. No aparta su mirada de mis ojos, y yo tampoco lo hago de los suyos.
Tengo que demostrarle que no les tengo miedo, aunque mi cuerpo diga todo lo contrario.
— Es fácil. Solo tienes que darme la mochila y te dejaré ir.— dice con simpleza. Niego con la cabeza.
— Nunca.— pronuncio en voz alta y firme.
Veo como sus manos se forman en un gran puño y lo dirige a mi cara. Ésta retrocede por el fuerte impacto. Agacho la cabeza llevándome las manos a la boca. Mi cara arde y mis ojos pican.
Las lágrimas no tardan en aparecer y junto a ella un débil sollozo.
Siento como sus manos cogen con fuerza mi cabello y tira hacia detrás haciendo que mi cuello cruja. Mis ojos se fijan en los suyos marrones.
— ¿Ahora lo harás?— tenso la mandíbula y niego de nuevo moviendo la cabeza ya que no puedo ni hablar.