Saco la manta de la lavadora y la tiendo en el tendedero del jardín. Las manchas de sangre del cuerpo de Aaron no se han quitado del todo, pero aunque sea no se nota tanto.
Vuelvo a entrar en la cocina, abro la puerta de una de las estantería cogiendo un paquete de galletas y cogiendo algunas. Lo dejo en su lugar correspondiente y camino de nuevo al jardín.
Me siento en los escalones y dejo caer mi cuerpo al suelo. Fijo la mirada en el cielo viendo como éste va oscureciendo.
Cierro los ojos y le doy un bocado a una de las galletas. Mastico con tranquilidad sintiendo ese buen sabor a trigo y chocolate. Sigo comiéndome las galletas hasta darle el ultimo bocado a la ultima.
El timbre de la puerta principal suena y me levanto sobresaltada del suelo por el susto. Me sacudo el culo y camino a la puerta, pero algo o mejor dicho alguien se me viene a la cabeza.
No le abras ni hables con nadie...
Camino a pasos lentos y silenciosos. Con cuidado muevo el pequeño circulo que me permite ver lo que hay detrás de la puerta.
Hay dos hombres con mascaras de sonrisas parados mirando hacia el pequeño agujero.
Me asusto y doy pasos hacia detrás hasta chocar con un pequeño mueble haciendo que éste haga un fuerte ruido.
— Joder Daisy.— susurro maldiciendo en mis adentros.
Unos nudillos tocan en la puerta con fuerza.
— ¡Abre!— gritan haciendo que de un salto en mi lugar.
Papá...
Corro al salón y cojo el teléfono marcando el número de mi padre.
Uno...
Dos...
Cinco...
La llamada se corta, pero no me rindo. Vuelvo a llamar fracasando de nuevo.
¿Qué puedo hacer? ¿Correr? Pero, ¿A dónde?
Mi cuarto....
Corro hacia la cocina cerrando la puerta que comunica con el jardín con llave. Con la misma velocidad cierro todas las ventanas y puertas posibles. Una vez acabo voy a mi cuarto y me encierro en el poniendo el pestillo. Miro la ventana que se encuentra cerrada.
Miro hacia la puerta al escuchar un fuerte estruendo proveniente de abajo.
Han entrado...
Desde la primera aparición de Aaron, demasiadas personas vienen hacia mí y mi hermana para hacernos daño, y eso ya me esta cansando.
Me encamino a la cama moviéndola hacia un lado. Abro la trampilla con cuidado y echo un cojín. Vuelvo a poner la cama en su sitio y con cuidado me meto dentro. Respiro hondo y cierro la trampilla tan solo tirando hacia delante ya que es como una especie de cortina.
Mi cuerpo cabe a lo justo. Me encuentro como un muerto en un ataúd.
Dejo caer mi cabeza en el cojín y respiro hondo intentando relajarme.
Esto sólo será un ratito Daisy...
Se escuchan pasos subiendo las escaleras y noto como mi pulso se va acelerando.
Este pequeño escondite lo hice con mi hermana cuando tan sólo teníamos catorce años. Nosotras a veces jugamos con papá y mamá al escondite e hicimos este para que nunca nos pudieran encontrar, y lo conseguimos, porque estando aquí nunca nos encontraron. Payper tiene otro igual en su cuarto, pero el de ella esta en la pared. En vez de estar tendida en el suelo, está de pie.
Escucho como intentando abrir la puerta, pero no pueden ya que está cerrada.
Me doy un golpe mental al pensar que si la puerta está cerrada con el pestillo ellos van a pensar que estoy dentro, y si consiguen entrar no pensarían que escapé ya que la ventana está cerrada.
Bien Daisy...
Se escuchan golpes y patadas hasta que consiguen abrir, o mejor dicho, por los golpes creo que han roto la puerta.
— ¿No hay nadie?— dicen luego de unos segundos.
— El jefe se va a enfadar como se haya escapado.— se escuchan pasos y luego el ruido de los muelles de la cama dándome a entender que alguien se ha sentado.— Yoi se va a cabrear mucho...
¿Yoi? ¿Mi padre?
— Le diremos que su hija es muy lista y escapó al vernos.— dice uno en tono cabreado y pensativo.
¿Su hija? Su hija...
¿Cómo mi padre podría hacerme algo así? No. Niego moviendo la cabeza. Estos dos idiotas se han tenido que equivocar. Mi padre no seria capaz de obligar a dos intrusos a entrar en la casa de esta manera, y mucho menos sacarme de aquí a la fuerza.
— Tío. ¿Y si finjimos su muerte? Él quería que la matáramos y no pudimos.— unos segundos de silencio que me incomodan se forman en el lugar.
¿Matar? Matar...
— ¿Has escuchado eso?— dice el otro hombre.
Se escucha un fuerte ruido proveniente desde abajo. El que se encontraba sentado se levanta y los pasos se escuchan hasta que están lejos y ya es imposible seguirles el rastro.
Aprovecho ese tiempo para salir de mi escondite. Observo la puerta totalmente destrozada. Trago saliva muy nerviosa y me dispongo a bajar por las escaleras despacio y con cuidado de no hacer ruido.