— No se como no pude darme cuenta antes.— susurra Yacob.— Fuiste mi novia Daisy...— sus ojos buscan los míos con desesperación.
Se lleva las manos a la cabeza y mueve su cabello haciendo que se dirijan hacia todos lados.
— ¿Y qué?— pregunto sin entender a qué se refiere al decir que fui su novia.— ¿Qué tiene de malo que fuera tu novia?
— ¿Papá?— pregunta Caolín mirando a Yoi. Su cabeza comienza a moverse negando.
— Ahora sé porqué la primera vez que hablamos me sonaste tanto...— susurra Yacob.— Ya entiendo porque mis padres me decían que nos alejaramos de ti. Ya entiendo porqué tuve que fingir mi muerte.— termina de decir en un tono bajo.
— ¿Porqué nunca nos lo dijeron?— dirijo mi mirada hacia el mayor de los dos, Caolín.
Yoi se queda callado mirándonos a los tres. Cierro mis ojos por unos largos segundos sabiendo lo qué está ocurriendo.
— Estuve saliendo con mi hermano.- susurro.— ¡Estuve saliendo con mi hermano!— grito a todo pulmón. Mis ojos miran intimidantes a Yoi.
Siento rabia, rencor, dolor...
Tengo ganas de romper todo aquello que esté a mi alcance. Tengo ganas de destruir.
— No era mi deber deciroslo.— miro seria al hombre que a estado a mi lado toda mi vida.— No podíamos confesarles la verdad.
Río.
Miro seria a Aaron. Éste me mira elevando una de sus cejas. Sus brazos cruzados le hacen parecer más intimidante.
— Vete.— pronuncio con rabia. Sus ojos no se apartan de los míos. Su expresión no cambia. Su cuerpo no se mueve.— ¡Vete!— grito cerrando los ojos por unos segundos.— Se acabó el espectáculo. Se terminó el hacerme sufrir.
— Daisy.— Caolín pronuncia mi nombre en un tono de advertencia.— No hagas esto más complicado.
Mi cabeza se va girando con lentitud hasta quedarme mirándolo fijamente. Mis ojos se entrecierran. Mis manos se forman en unos débiles puños.
— Callate.— gruño.
Mi corazón late a gran velocidad. No sé qué hago aquí. No se porqué tengo que enterarme de esto ahora.
Mis ojos se fijan en Aaron. Él, de la nada, comienza a andar dirigiéndose a la puerta de salida. Se gira antes de salir y habla.
— Ha sido un placer hacer negocios contigo.— mira a mi padre y luego sale.
No puedo dejarlo ir. Necesito hablar con él.
Salgo corriendo en la misma dirección en la que Aaron fue. Lo encuentro al final del pasillo andando con tranquilidad. No lo llamo, sólo sigo corriendo tras él.
Pongo una mano en su hombro haciendo que él pare. Mi cuerpo se estremece al sentir la tensión en su cuerpo. Aparto mi mano brusca.
— Llevame con Payper.— observo su oscuro cabello algo alborotado. Su fuerte cuerpo hace dos del mío.— Necesito verla.— insisto ahora consiguiendo que mi voz salga firme.
Siento... Siento que con la única persona que en estos momentos me puedo sentir segura, es al lado de ella.
— Palabras incorrectas.— frunzo mi ceño. No se gira, sigue mirando al frente ignorando mi presencia.
Mi cabeza se mueve negando. Mis ojos se aprietan unos con otros con fuerza. Necesito verla.
Formo mi mano en un puño y doy con la poca fuerza que tengo en su tonificada espalda.
No puedo parar.
Le doy otro golpe con la mano izquierda.
Tengo que seguir.
Mis manos van haciendo ruido al chocar con su cuerpo.
No le duele.
Doy otro golpe más fuerte que los demás.
— ¡Quiero verla!— grito con fuerza sin dejar de golpear su dura espalda.
Siento unas manos coger las mías con fuerza. Por instinto abro los ojos. El calor de sus manos y la fuerza hacen que me estremezca un poco.
Sus ojos miran fijos los míos marrones. Su mirada es oscura, tenebrosa, terrorífica.
— Nunca.— abro mi boca para contestarle, pero de ésta no sale nada.
Una solitaria lágrima baja por mi mejilla a gran velocidad por la rabia.
Ya no le tengo miedo...
Ya no temo por lo que me pueda hacer...
— Te arrepentirás de esto, Aaron.— pronuncio su nombre con asco.
Una sonrisa ladeada se forma en su rostro dejándome atónita. No puede reír. Él no puede estar feliz si no lo estoy yo.
— Adiós, Daisy.— se gira con lentitud y comienza a caminar para salir de la casa.