El pequeño me mira aproximadamente cada dos minutos y me sonríe.
Miro hacia detrás y los veo a los dos conversando en voz baja. Aaron tiene pasada su mano en el cuello del chico para poder mantenerse en pie.
— ¿Cómo te llamas?— el niño me muestra sus dientes en una inmensa sonrisa y responde.
— Kai.
Asiento volviendo a poner la mirada al frente.
— Y mi papá, Nathan.— el nombre me suena...
Caigo en la cuenta de quien es. A pesar de que en ese momento no sabía su nombre, su cara se me hacia bastante peculiar. Es el chico que me empujo cuando fui a llevarle la carta a Aaron, el día que lo conocí.
Mierda...
Luego de unos minutos más caminando, llegamos a otra cabaña un poco más chica y en mejor estado que en la que vivimos ahora.
Él suelta mi mano y sale corriendo hacia el interior de la casa. Me quedo parada esperando a que Aaron y Nathan lleguen a mi lado.
Veo como una chica rubia de ojos celestes se queda parada en la puerta. Nos inspecciona unos segundos a mí y luego a Aaron y se acerca a pasos rápidos.
— ¡Te dije que no fueras!— le dice en forma de regaño.
Me la quedo mirando, especcionándola. Pelo ondulado y rubio, ojos grandes y celestes, piel morena y cuerpo esbelto. Se ve unos años menor que Nathan.
— No me des el sermón del día Gara, por favor.— ella niega y fija su mirada en mí.
Me mira de arriba hacia abajo y me sonríe de lado. Se acerca y deja un casto beso en mi mejilla.
— Encantada de conocerte Daisy.
— ¿Cómo...?— escucho una floja risa y miro al causante. Nathan. Al notar que lo miro, para de reír.— ¿Cómo sabes mi nombre?
— Em... Deberíamos entrar.— veo como los tres comienzan a caminar y los sigo sin decir nada más.
La noche ahora es muy fría, por lo que la gran chimenea hace que se sienta bien dentro.
Encuentro a Kai sentado en el sofá, mirando las llamas que desprende el fuego.
— Kai, cariño, estoy harta de decirte que no mires el fuego fijamente. Luego por la noche te meas encima.— río bajo al escucharla.
— ¡Mamá!— sus ojos me miran, y al ver que lo estoy mirando, se pone totalmente rojo.
Por segunda vez, veo a Aaron reír, pero ahora es al ver a Kai con su rostro encendido. Lo miro atenta hasta que sus ojos me miran ahora serio.
— No hace falta que dejes de reír.— las palabras salen de mí sin ser pensadas. Él asiente y se aleja de Nathan.
Hace movimientos con la mano y yo lo sigo escaleras arriba, igual que la anterior vez, pero la diferencia ahora es que no me tendría en su cama.
El alto de la casa es igual que la otra. Lo que cambian son los colores y las distribuciones de los cuartos.
Aaron entra en un cuarto y yo me quedo en la puerta viendo como se deja caer en la cama.
No puedo entrar, sé que si lo hago recaeré de nuevo. Sé que si entro me dejaré llevar y podré hacer algo de lo que luego me arrepentiré.
— No entraré. Lo que me quieras decir, dímelo ahora y me iré.— sus ojos me intimidan demasiado.
Pasa sus manos por su cabello y deja caer su espalda en la cama haciendo que no pueda ver su rostro. Su pie se mueve en el suelo nervioso.
— Perdón.— dice en un susurro.
Mis cejas se alzan y mis ojos se abren de la impresión por esa simple palabra.
Es imposible que Aaron haya dicho algo así. Debo de estar en una alucinación. Seguro estoy en un sueño del cual me despertaré.
— Perdón por haber dicho todas esas mierdas que dije hace una semana.
Me agacho y me siento en el suelo. Él se levanta de la cama y hace lo mismo dejándose caer en ésta.
— ¿Por qué me dices todo esto ahora?— mis palabras salen neutras, aunque en el interior duelan.
— Soy un puto bipolar que a veces te quiere lejos y otras muy cerca.—se ve la sinceridad en su mirada.— Cuando estas cerca, te quiero lejos, y cuando estas lejos, siento que te necesito a mi lado.— niego levantándome del suelo.
— No hagas esto Aaron. Me harás daño de nuevo y no lo voy a consentir.
Lo miro por unos segundos notando la tristeza en su mirada. Agacho la mirada y salgo de ahí bajando las escaleras a gran velocidad.